Este 9-J en Euskadi triunfó la abstención. Sí, Bildu cosechó un espectacular éxito al ganar los comicios en la comunidad, como ya destacamos sobremanera, y el PSE logró un gran resultado, a apenas tres mil votos de los abertzales, dato que también remarcamos, pero se antoja urgente, al menos para servidor, señalar que el 49,1% del censo prefirió no participar en la jornada electoral.
Podríamos hablar con más detalle del fuerte desgaste que sufre el PNV, de las claves de la victoria de Bildu o, ya puestos, del acuerdo anunciado por peneuvistas y socialistas este lunes por la noche para formar el nuevo Gobierno vasco. Podríamos, pero ya habrá tiempo. Hay otra prioridad.
Aun a riesgo de parecer un aguafiestas o un cenizo, creo que este dato de altísima abstención (o bajísima participación, tanto da) es lo más relevante de lo ocurrido en Euskadi durante estos comicios al Parlamento Europeo. Porque, como ya vaticinábamos aquí antes de votar, había mucho en juego en las urnas.
Los datos no mienten. El pasado domingo se quedaron en casa 841.724 personas en nuestra comunidad. Sí acudieron a los colegios electorales 872.290 electores, que suponen el 50,89% del censo. Que la mitad de la sociedad vasca haya mirado para otro lado en las elecciones europeas es aún más grave si las cifras se comparan con lo acontecido en 2019.
Hace cinco años participaron en las elecciones europeas 1.128.262 votantes, que representaban el 62,89% del censo de entonces. Es decir que este 9-J la abstención ha aumentado un 12% exacto respecto a la anterior cita para elegir el Parlamento Europeo.
Estremece esta cifra, pero no sorprende. Porque en las recientes elecciones vascas, celebradas el pasado 21 de abril, la participación se quedó en un 62,52%. Teniendo en cuenta, además, que en las generales de hace un año, celebradas el 23 de julio, esa cifra llegó al 67,61%, tendremos que concluir que la abstención es ya una costumbre creciente en esta sociedad.
"La sociedad vasca está harta de votar", dicen los expertos. Uno siempre había pensado que las sociedades deben hartarse de no votar. Paradojas de estos tiempos de bienestar. Se quiera o no reconocer, y los partidos huyen de ello por motivos obvios, cada vez es más evidente que en Euskadi existe una fuerte desconexión entre los ciudadanos y los representantes públicos.
Lo fácil, llegados a este punto, es culpar a los políticos, que es uno de los deportes nacionales en España. Si se reflexiona con más profundidad, algo quizás complicado en los tiempos frenéticos del 'like' y el 'selfie', cualquiera se dará cuenta de que las responsabilidades de esa desafección son compartidas. El camino siempre es de ida y vuelta.
La sensación de que "todos los políticos son iguales" sólo sirve para fomentar los fenómenos populistas o antipolíticos como 'Se acabó la fiesta' aquí o el movimiento Cinco Estrellas en Italia. La política está jalonada de vicios sistémicos, claro que sí, y necesita no pocas mejoras, por supuesto, pero es decisiva para afrontar los problemas sociales que a todos nos atañen.
La polarización a nivel nacional, las repeticiones electorales por falta de acuerdo, las promesas incumplidas, las puertas giratorias o las prebendas de los representantes alimentan el caldo de cultivo para que crezca la abstención. Pero el desinterés y la apatía sólo generan monstruos.
Necesitamos políticos y votantes más responsables.