Serpentear desde el área de informativos el verano se ha convertido en demasiadas ocasiones en una hoja a rellenar por noticias poco relevantes. Estirar un chicle de cualquier sabor para captar la atención del lector más asueto y dispuesto a despejarse con la importancia del factor solar, la alimentación en verano o el sorprendente avistamiento de una tintorera en la aguas de alguna playa plagada de bañistas. Sin embargo, llevamos unos cuantos estíos cargaditos de contenido político. Hace un año y un día los vascos y vascas estábamos acudiendo a las urnas para votar en una convocatoria extraordinaria de las elecciones generales. Movimiento de alto riesgo, estilo Sánchez, tras los malos resultados de las municipales y autonómicas para los socialistas.
365 días después los Gobiernos autonómicos que conformaron el Partido Popular y Vox se han deshecho por el reparto de unos niños migrantes. La desesperada voz de Coalición Canaria en el Congreso para la reforma de la Ley de Extranjería no ha surtido efecto. Catalunya vive un impasse en busca de una investidura que prospere o la inevitable repetición electoral en octubre, si ésta no es posible antes del 26 de agosto. El caso Begoña Gómez encumbra la actualidad política al máximo, ante la sorprendente decisión del juez Peinado de llamar a declarar al presidente del Gobierno el próximo 30 de julio. Me temo que muchas direcciones de medios de comunicación han tenido que reorganizar la plantilla ante semejante aluvión de asuntos medulares en el corpus de la vida política. ¡Dichosa profesión envenenada por la imposibilidad de la desconexión total! ¡Digámoslo! Tenemos derecho a la pataleta y al desahogo, aunque en el fondo nos encante.
Francia busca salir del bloqueo para elegir Primer Ministro, Úrsula Von der Leyen revalida su presidencia en el Consejo de la Unión Europea, Rusia continúa atacando a Ucrania y en la Franja de Gaza se sigue consumando un genocidio por parte de Israel, mientras el mundo occidental sigue debatiendo sobre si son galgos o podencos y rezando porque el conflicto no se extienda a todo Oriente Próximo.
Por si esto fuera poco, al otro lado del charco la carrera electoral estadounidense se ha visto atravesada por un intento de magnicidio contra el republicano Donald Trump y la retirada del candidato demócrata Joe Biden que no concurrirá a su reelección.
El origen de todo se sitúa en el primer debate Biden-Trump, donde el evidente deterioro del actual presidente fue un golpe de realidad demasiado palmario ¡para que luego digan que los debates no importan!. Los donantes a la baja, las encuestas en caída libre y la presión de los medios han hecho inviable su continuidad en la carrera presidencial. Y ¿Ahora qué? Pues les adelanto una cascada de elogios hacia Biden en público y miradas de reojo en privado, midiendo la posible guerra interna en el seno del Partido Demócrata.
Apostaría por Harris por practicidad ante la falta de tiempo, pero ni siquiera la exfiscal de California parece ser suficiente contra un Trump que ha devorado al Partido Republicano y lo ha reconvertido a su imagen y semejanza
En agosto se celebra la convención demócrata de donde tiene que salir elegido un candidato. El objetivo es que no se convierta en un caos, llegar ordenados y con una sola cosa en la cabeza; cómo se le gana a Trump. La vicepresidenta Kamala Harris es el paso lógico. Primero porque tiene experiencia y puede administrar los fondos de la campaña recaudados hasta el momento y segundo, porque haya miedo a presentarse a una elecciones que se creen perdidas de antemano.
Apostaría por Harris por practicidad ante la falta de tiempo, pero ni siquiera la exfiscal de California parece ser suficiente contra un Trump que ha devorado al Partido Republicano y lo ha reconvertido a su imagen y semejanza. El intento de atentado contra él ha contrarrestado cualquier ataque sobre sus condenas por sobornos a una mujer a la que pagó para que mantuviera en silencio su relación íntima. El instigador de la violencia política en EEUU, convertido en víctima de la misma para acercarle a la Casa Blanca.
Entonces, ¿con qué armas cuenta el debilitado Partido Demócrata para lograr el más difícil todavía? El sistema de elección presidencial estadounidense nos recuerda en algo al sistema vasco de elección de lehendakari. Aquí, cada territorio aporta el mismo número de escaños, independientemente de su población. De ahí que sea más sencillo obtener representación por Álava, el territorio menos poblado, pero con idéntico peso que Bizkaia y Gipuzkoa. Bien, pues en EEUU no otorga la presidencia el mayor número de votos, sino la suma total de los electos por cada Estado. Aquí es donde viene la analogía; los Estados del centro menos poblados contarían con una sobrerepresentación, frente a las costas este y oeste, más pobladas y de mayoría demócrata. De hecho, Hilary Clinton ganó en cómputo de votos total a Trump cuando éste llegó a la presidencia por primera vez.
Los Estados claves son Pensilvania, Georgia, Arizona, Michigan, Wisconsin y Nevada, y en concreto ganar el voto de la mayoría blanca trabajadora, la que proclama embravecida “Make America Great Again”. Los demócratas pivotan su electorado en tres ejes: los jóvenes, volubles electores, las mujeres y las minorías raciales y aquí los republicanos están empezando a arrastrar el voto latino.
Un país en plena decadencia que resulta tan fascinante como imposible dejar de seguir por la cuenta que nos trae
Hace 24 años que estuve viviendo y trabajando en Estados Unidos, concretamente en Cinccinati (Ohio) ciudad natal de J.D. Vance que concurre en ticket electoral con Trump. No me resulta extraña la polarización que está atravesando el país, ya era palpable en aquel entonces y ha ido en aumento. Administración tras administración no han sabido coser una sociedad que se ha ido alejando más y más. La demostración más clara fue el asalto al Congreso de los EE.UU. Un país en plena decadencia que resulta tan fascinante como imposible dejar de seguir por la cuenta que nos trae.