Este verano he podido asistir a cursos de la Universidad, trabajar en aquello para lo que me he preparado y me hace feliz, he ido al médico sola cuando lo he necesitado, he viajado sin compañía masculina, he asistido a conciertos, a espectáculos teatrales, he entrado en plazas y jardines y he cantado como si no hubiese un mañana en fiestas y jolgorios. No suena mal ¿verdad? Todo esto lo he hecho yo que vivo en un país libre que respeta mis derechos como mujer aunque aún haya mucho por lo que pelear. Sin embargo, todo esto no lo han podido hacer miles de mujeres que sobreviven en Afganistán en las mismas condiciones que lo hacían en los años 70, sin libertad. Y ahora, incluso sin hablar.
La lista de las restricciones a las que están sometidas estas mujeres es estremecedora, pero todo lo que puede ir a peor, lo hace. A finales de agosto, el líder espiritual supremo Haibatulá Ajundzadá, publicó un conjunto de leyes de moralidad tras ser ratificado en su puesto. Son 114 páginas terroríficas en las que se amplían las reglas a seguir si quieres mantener tu vida y eres mujer. A las ya intolerables normas se suma otra que sirve para invisibilizar, más si cabe, a las afganas. Desde el momento de la publicación del espeluznante catálogo las mujeres están condenadas al silencio. Su voz queda prohibida y ninguna puede ya cantar, recitar o hablar en público salvo que decida arriesgarse a cualquiera de los terribles castigos que impone el Ministerio para la promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio. Tampoco pueden mirar a hombres que no sean sus parientes. Ciegas, sordas y mudas. Así las quieren.
"Los talibanes han impedido mi voz, mi rostro, mi mirada y mi presencia"
Si se dan una vuelta por las redes sociales encontrarán algunos vídeos de mujeres de ese país que han decidido desafiar las normas y aparecen, incluso a cara descubierta, lanzando un SOS de libertad y entonando canciones. Cantar contra la ley del silencio. Esa ha sido su decisión, no asumir y quedarse calladas, sino lanzar proclamas como “nuestra voz no es tentadora, tus ojos fabrican tentaciones” o como esta petición de auxilio resumida en “los talibanes han impedido mi voz, mi rostro, mi mirada y mi presencia. Ven y se mi voz.”
Imposible no acudir a esta llamada de auxilio. Puede que individualmente no podamos ir más allá de hacernos eco de sus proclamas y su dolor pero si no les ponemos el altavoz que necesitan y merecen seremos cómplices de aquellos que han decidido también silenciarlas. Algo sí que podemos hacer. Grupos feministas de todo el mundo han iniciado una campaña en la que mediante correos electrónicos se insta a las autoridades de la Unión Europea a que tomen medidas contra ese gobierno del terror. Los mensajes han de dirigirse a la web oficial de la UE a través de su botón de contacto. Hay que inundar esa página de solicitudes de libertad.
Afganistan es hoy un agujero negro del que todos los países tienen conocimiento, pero en el que nadie quiere actuar
En los 70 se podían ver por las calles de Kabul mujeres sin yihab y con minifalda. Acudían a la Universidad, trabajaban libremente, se formaban, disfrutaban del ocio y la cultura, se relacionaban con quien deseaban. Hoy es imposible encontrar una mujer libre allá. Y tampoco es fácil tener aliados entre los hombres. El simple hecho de trasportar a una mujer sin compañía masculina en un taxi puede suponer para el taxista una buena tanda de latigazos. El miedo, ese que atenaza y no deja vivir, se ha apoderado de todo y de todos. Afganistan es hoy un agujero negro del que todos los países tienen conocimiento, pero en el que nadie quiere actuar. La huida del ejército americano hace tres años supuso un terrible mazazo para los derechos y libertades de las mujeres. Todo lo ganado en veinte años se ha perdido. Por eso es tan importante interiorizar el mensaje lanzado por Simone de Beauvoir en el que nos invitaba a no olvidar jamás que “bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
En el índice de libertades civiles, en el año 2009, las de las afganas se situaban en un 0,6 en una escala de cero a uno. Hoy se encuentra en el 0,2. Países tan influyentes como China o Rusia reconocen el gobierno de los talibanes. EEUU mira hacia otro lado. Europa… ni está, ni se la espera.
En breve se estrenará la película que narra lo sucedido en Ponferrada con el llamado Caso Nevenka. En 2001, la joven concejala del PP en Ponferrada, Nevenka Fernández, denunció el acoso sufrido por parte del alcalde de la localidad, Ismael Álvarez. Ya hubo serie de televisión y recuerdo que su visionado me revolvió `por dentro. Sentí que en aquel momento, la lucha de esta mujer por dar a conocer el infierno que vivía pasó prácticamente desapercibida y quienes se hicieron eco de lo que sucedía se posicionaron claramente en favor del alcalde. Ver aquello y sentir que yo no había alzado lo suficiente mi voz para defender a esta mujer me devolvió una imagen de pasividad que hoy no puedo tolerar. Por eso siento que tengo que aprovechar cada espacio público para solidarizarme con las afganas. No solo es cuestión de sororidad sino que también lo es de justicia.
Casi un 26%, considera que “en algunas circunstancias” el autoritarismo puede ser preferible al sistema democrático
Todo esto pasa mientras la última encuesta realizada por 40db sobre la situación política en España arroja datos muy preocupantes. En resumen viene a decir que el apoyo a la democracia se va reduciendo entre las personas más jóvenes, especialmente entre los chicos. Uno de cada cuatro, casi un 26%, considera que “en algunas circunstancias” el autoritarismo puede ser preferible al sistema democrático. Solo quien únicamente ha vivido en democracia y no ha probado lo que significa la merma o total ausencia de derechos puede pensar así. Puede que no hayan aprendido a valorar lo que significa la libertad. Ojalá las mujeres afganas puedan sentirla de nuevo. Mientras tanto, alcemos nuestra voz por las que no pueden hacerlo.