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Posiblemente los analistas electorales hayamos repetido el mantra de las “elecciones más importantes de la historia de EEUU” en demasiadas ocasiones en las últimas décadas.

Desde la primera elección de Barak Obama, EEUU vive constantemente en una interminable sucesión de elecciones históricas, pero la verdad es que las elecciones del 5 de noviembres se prevén de una trascendencia histórica para el país americano y de consecuencias importantes para el resto del planeta.

EEUU hoy es un país dividido en su vida política, algunos dicen que incluso en su vida social, con profundas fracturas morales y económicas, muestra ligeros síntomas de un imperio en decadencia y que sin embargo sigue siendo fundamental para entender el orden mundial. El mundo que conocemos es de pequeñas potencias que tiene sus esferas de influencia global y, sin olvidar que la gran pelea de nuestros tiempos es entre EEUU y China, el mundo hoy es mucho más multipolar.

China, Turquía y Francia, con permiso de Rusia expanden sus redes de influencia en África. El gigante asiático, además, intenta afianzar su posición en Extremo Oriente y Pacífico, con la competencia de EEUU.

El aumento de las tensiones internacionales en Oriente Próximo ha invertido las tendencias

Sudamérica parece haber conseguido ese espacio soñado de soberanía, principalmente por el empuje de los países de gobernados por la izquierda que demandan un trato de igual con las potencias del primer mundo. Brasil, México, Colombia y Argentina ya no son países subsidiarios de EEUU o España.

Europa pierde influencia a nivel global y no son pocos los dirigentes europeos que muestran seria preocupación por el futuro del continente. De hecho, la última esfera (la moral) de influencia europea está en crisis desde la guerra de Ucrania y muy perjudicada tras la guerra de Gaza, los recortes de libertades en los países en los que crece la ultraderecha, el empobrecimiento de sus clases populares y el debilitamiento del estado de bienestar.

En este contexto es en el que se desarrollan las elecciones presidenciales en EEUU y sin olvidar la visión global que siempre tiene unas elecciones en el país americano, la política nacional tiene su importancia.

De hecho, hasta la invasión de Líbano por parte de Israel, lo que nos decían las encuestas era que las tendencias electorales vivían al margen de las noticias internacionales. Sin embargo, el aumento de las tensiones internacionales en Oriente Próximo ha invertido las tendencias y lo que parecía una elección garantizada para los demócratas se está complicando.

Los republicanos han cometido el error de seleccionar a un mal candidato que esta lastrando las posibilidades de Trump

Para entendernos, quien quiera ser presidente de EEUU (Trump o Harris) tiene que llegar a 270 delegados electorales que otorgan los estados. Cada estado reparte una cantidad indeterminada de delegados en función de su peso poblacional y tanto demócratas como republicanos tiene ya asegurados algunos estados. Las cuentas de los estados asegurados dan a Harris con ligera ventaja, pero son los 7 estados que están en duda los que pueden dar la victoria a Trump y los republicanos.

Michigan, Wisconsin y Nevada (con ventaja demócrata) y Arizona, Carolina del Norte y Georgia (con ventaja republicana) son estados con diferencias muy pequeñas donde los candidatos están en empate técnico. Hay que poner especial atención a Georgia (16 delegados) donde Trump parte con una ventaja de menos de 1 punto y donde en la última elección presidencial ganaron los demócratas.

En este estado se desarrollarán también elecciones a gobernador del estado y los republicanos han cometido el error de seleccionar a un mal candidato que está lastrando las posibilidades de Trump en las presidenciales. La cuenta es sencilla, si Trump pierde este estado, sus posibilidades se acabaron a no ser que voltee resultados en algunos de los estados donde los demócratas cuentan con ventaja.

Pero he hablado de 7 estados y solo he mencionado 6. Si ambos partidos conservan sus ventajas en cada uno de los estados donde van primeros, es el séptimo estado el que se convierte en fundamental (Pensilvania; 19 delegados).

En esta ocasión como en 2020, los demócratas fijan su mensaje en la esfera económica

Con una población de casi 13 millones de habitantes, un paro del 3,4% y siendo el 20º estado en renta per cápita, la población de Pensilvania esta envejecida (es el 9 estado con la población más envejecida) y no parece que los migrantes vayan a soportar el peso del envejecimiento, ya que los extranjeros apenas representan el 3,2% del total de la población del estado.

Pensilvania es un estado de predominancia demócrata (estos ganaron en 5 de las últimas 6 elecciones), principalmente por el voto de los grandes centros urbanos, pero ante el empuje de una personalidad populista como la de Donal Trump, el estado cambió en 2016 a republicano azuzado por el rechazo a las políticas de igualdad ante la crisis del cinturón del Óxido y gracias en gran medida a la mayor movilización de las zonas rurales y las ciudades pequeñas y medianas.

Como principal activo de esta campaña para los demócratas está su estrategia. Los demócratas entendieron en 2020 que el mensaje de identidades es un catalizador inesperado del voto republicano por el rechazo de la población envejecida y blanca a las políticas de igualdad. En esta ocasión como en 2020, los demócratas fijan su mensaje en la esfera económica, sobre todo porque la administración Biden ha puesto especial empeño en reactivar la economía del estado potenciando sectores gasísticos y logísticos.

Los republicanos seguirán jugando la carta del orgullo nacional perdido, la crisis del Cinturón del Oxido y el aumento de los precios por encima de la media nacional, aunque es cierto que sin mensajes identitarios por parte de los demócratas, parece que movilizar a su electorado se les va a hacer muy complicado.

En cualquier caso y sin olvidar que Pensilvania es fundamental, no debemos descuidar el resto de estados claves, ya que un cambio puede cambiar por completo la elección.

La noche electoral en EEUU va a ser muy intensa y vibrante, de las que enganchan y generan nuevos politólogos y politólogas.