Gaizka Fernández Soldevilla
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El 17 de julio de 1959, víspera del aniversario del «Alzamiento Nacional», militantes de ETA lanzaron pequeñas ikurriñas en El Arenal de Bilbao. Se trató de su primera acción documentada. En agosto hicieron pintadas y arrojaron banderitas en la bahía de San Sebastián. No obstante, la propaganda era insuficiente para el nuevo grupúsculo, que soñaba con emular a las organizaciones guerrilleras y terroristas del Tercer Mundo.

Según el historiador José María Garmendia, ETA siempre sintió «la necesidad de practicar la violencia». «Yo, particularmente, la he visto desde un principio», corroboraba en una entrevista el exdirigente Juan José Etxabe ('Haundixe'). En octubre de 1959 el boletín 'Zabaldu' anunciaba la «hora de despertar y hundir del todo a los falsos abertzales que aún creen en la razón de las causas justas que no se defienden con los puños». Y para el 'Libro blanco de ETA' (1960), «la liberación de manos de nuestros opresores requiere el empleo de armas cuyo uso particular es reprobable. La violencia como última razón y en el momento oportuno ha de ser admitida por todos los patriotas».

Como se detalla en 'Las raíces de un cáncer. Historia y memoria de la primera ETA' (editorial Tecnos), la primera bomba de la organización estalló durante la noche del 24 al 25 de octubre de 1959 en el diario 'Alerta' de Santander, perteneciente a la Cadena de Prensa del Movimiento. Consecuencia de la censura, ni siquiera el periódico afectado dio noticia del suceso. Tal vacío ha llevado a algunos autores a dudar de que hubiese ocurrido. Incluso ETA lo olvidó: no aparece en su listado oficial de atentados.

Sin embargo, hay una prueba. El Archivo Histórico Provincial de Cantabria custodia la carta que el 26 de octubre Francisco de Cáceres y Torres, director de 'Alerta', envió a Agustín del Río, jefe de la Sección Técnica de Prensa, para informarle de que «una bomba de fabricación casera» había explotado «junto al muro de nuestra casa cerca a la de los almacenes». Solo hubo daños materiales.

ETA escogió aquel día porque se cumplían 120 años de la Ley del 25 de octubre de 1839 que confirmó los fueros vascos y navarro «sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía». Retorciendo la historia, Sabino Arana y sus seguidores habían interpretado su entrada en vigor como la pérdida de la independencia de Euskadi, por lo que la fecha resultaba emblemática para el nacionalismo vasco.

No obstante, ¿por qué Santander? Décadas después uno de los fundadores de la banda, Julen Madariaga, declaró que buscaban 'despistar' al enemigo. Ahora bien, no resulta una razón convincente y él había demostrado ser una fuente poco fiable. Baste recordar cómo manipuló el caso de Javier Batarrita.

El de Santander formaba parte de una cadena de atentados. El segundo se produjo la noche del 8 al 9 de noviembre en el Gobierno Civil de Vitoria. El historiador David Mota ha descubierto que ese artefacto estaba compuesto por «un viejo bidón de gasolina lleno de clavos y pedazos de hierro». En la madrugada del 13 al 14 de noviembre un etarra arrojó otra bomba al jardín de la Comisaría de Policía de Bilbao. Algunas fuentes también adjudican a ETA un incendio en el periódico falangista bilbaíno 'Hierro', pero no hay certezas al respecto.

El grupo no reivindicó aquellos actos, pero sí los que perpetró dos años más tarde. El 18 de julio de 1961 unos etarras quemaron banderas rojigualdas en San Sebastián e intentaron hacer descarrilar un tren de excombatientes guipuzcoanos que iban a conmemorar la sublevación. No solo fracasaron, sino que, además, las autoridades descubrieron la existencia de ETA. Se llevaron a cabo los primeros arrestos y el primer juicio.

A pesar de que no acumulaba sino fiascos en la «lucha armada», hubo quien pronosticó que aquella organización acabaría provocando una tragedia. En septiembre de 1962 Manuel Irujo, veterano dirigente del PNV y exministro de la II República, advirtió de que ETA «es un cáncer que, si no lo extirpamos, alcanzará todo nuestro cuerpo político».

En diciembre de 1963 integrantes de la banda propinaron una paliza al maestro de Zaldívar. En febrero de 1964 dejaron inconsciente a un guardia civil en Sestao para robarle la pistola. Al año siguiente la IV Asamblea de ETA aprobó la estrategia de acción-reacción-acción: realizar atentados para provocar la represión franquista, antesala de la «guerra revolucionaria».

El plan fue ratificado en marzo de 1967, año en el que comenzó la auténtica espiral de violencia. El 7 de junio de 1968 dos pistoleros asesinaron al guardia civil José Antonio Pardines. Era la primera de sus 853 víctimas mortales. El 95% de los asesinatos y el 99% de los heridos de ETA se produjeron tras el fallecimiento de Franco.

El tiempo demostró que Irujo tenía razón.

Gaizka Fernández Soldevilla es historiador y trabaja en el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo

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