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He visto La infiltrada, película dirigida por Arantxa Echevarria, con guion de Amèlia Mora y la propia Arantxa Echevarria, y protagonizada por Carolina Yuste, Luis Tosar, Víctor Clavijo, Nausicaa Bonnín, Iñigo Gastesi y Diego Anido. Y la recomiendo vivamente.

Se trata de una película que sirve para entender parte de la historia criminal de ETA, la lucha policial contra la mafia, la labor invisible pero esencial de los infiltrados en ella y, en general, el extraordinario trabajo de los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado para lograr su derrota, sin desfallecer en su propósito, a pesar de que durante décadas predominó la idea de la imbatibilidad de la banda y el correspondiente empate infinito al que los demócratas nos veíamos abocados si no aceptábamos una negociación política con los terroristas, que no era otra cosa que entregarles al menos parte de lo que reivindicaban a cambio de que nos perdonaran la vida.

La película narra la historia real de Aranzazu Berradre Marín, pseudónimo con el que se infiltró una jovencísima policía nacional, de apenas veinte años, primero en los círculos de la "izquierda abertzale" y después ya de lleno en ETA, donde se mantuvo durante nada menos que ocho años, transcurridos los cuales se dio por finalizada la labor que fue a realizar y que terminó con la detención de varios miembros de la organización terrorista. Son los años 90, la época de la "socialización del conflicto" y los asesinatos de cargos públicos socialistas y populares.

Se trata de una historia para entender parte de la historia criminal de ETA y la lucha policial contra la mafia

Y a continuación, tras el cruel secuestro de José Antonio Ortega Lara y el brutal asesinato de Miguel Ángel Blanco, el pacto de Lizarra auspiciado por el PNV para detener el asilamiento social de Batasuna y lograr una salida política para los criminales.

Tal como su jefe le advirtió cuando le propuso la tarea, existía el riesgo cierto de que acabara con un tiro en la nuca en caso de que fuera descubierta por los integrantes de la banda, y, pasara lo que pasara, nunca sería ni llorada ni reconocida públicamente ni por la Policía Nacional ni por el Gobierno de España, dado que, a todos los efectos, ella no existía, y no era sino una decisión unilateral de la Policía Nacional para acelerar la derrota de ETA, lograr algún éxito operativo que ayudara al instituto armado a prestigiar su trabajo y, de paso, reivindicarse y ponerse en valor frente al trabajo de la Guardia Civil, cuerpo con el cual mantenía una gran rivalidad.

De hecho, uno de los momentos más llamativos de la película es cuando, al conocerse la desarticulación del comando Donosti por parte de la Guardia Civil, objetivo prioritario de la infiltrada, el policía al que da vida Luis Tosar y el etarra encarnado por Diego Anido lamentan al unísono la operación policial: este porque se acababa de producir un duro golpe contra la banda; aquel porque, a pesar de la buena noticia, la Guardia Civil se había vuelto a adelantar a la Policía Nacional.

La película muestra el escaso nivel intelectual de los dirigentes de la banda, auténticos fanáticos de la violencia

La infiltrada, para aceptar el encargo que se le ofrece, abandona todo lo que en ese momento tiene (amigos, novio, familia y planes de futuro) para aceptar un trabajo difícil y sin reconocimiento público cuya duración se desconoce y cuyo riesgo es evidente, ya que se jugará la vida a cada momento durante todo el tiempo que se alargue: como el que entra en un laberinto dejando todo atrás y sin saber si  encontrará la salida o si será descubierto por cualquiera de sus enemigos entre los cuales se infiltra, con los que, sin embargo, debe confraternizar y tratar no solo como compañeros de actividad terrorista sino incluso como supuestos amigos o incluso amantes: una doble vida que exigía una interpretación diaria sin error de ningún tipo.

La cuestión es que esta joven de veinte años tiene un propósito fundamental en su vida que la obliga a protagonizar la mejor interpretación imaginable, que no es otro que informar a la Policía Nacional y detener el asesinato de inocentes, aun a costa de jugarse su propia vida.

Luis Tosar y Carolina Yuste, en La infiltrada / MIKEL BLASCO

Uno de los momentos álgidos es cuando de manera anónima y desde una cabina telefónica, llama a su domicilio paterno para, sin presentarse ni despedirse, o sea sin articular palabra, poder escuchar unos segundos la voz de su madre ausente. Otro es el asesinato del joven concejal del PP, Gregorio Ordóñez, asesinado de un tiro en la nuca en el bar la Cepa de la Parte Vieja de San Sebastián a manos de Txapote, terrorista al que idolatran los miembros más jóvenes de la secta.

A lo largo de toda la película, el policía al que da vida Luis Tosar la quiere cuidar como si fuera su propia hija, conocedor de la sacrificada y peligrosa misión que tiene que llevar a cabo. Y por eso le insiste que se cuide y se guarde las espaldas, no tanto porque el objetivo no podrá alcanzarse sino porque no quiere que le pase nada malo, algo por lo que se sentiría responsable: al fin y al cabo, él es quien la eligió entre un grupo de cinco candidatos para infiltrarse, de entre los cuales ella era la única fémina, razón por la cual otros desconfían, al considerar que una mujer no podría estar a la altura.

La infiltrada es una gran película que recomiendo, bien dirigida y con unos actores y actrices que hacen un trabajo extraordinario

Además, la película muestra no ya la catadura moral de los miembros de la banda sino el escaso nivel intelectual de sus dirigentes, auténticos fanáticos de la violencia, lo cual conviene recordarse, especialmente entre la gente joven, para que no se lleven a engaño y conozcan la realidad de las cosas que ocurrieron.

Cuando la propia Aranzazu pregunta al compañero etarra de piso qué espera del futuro, este le responde que lograr que los presos de la banda sean liberados, lo que viene a demostrar la estupidez de ETA. Perpetran actos terroristas y cometen asesinatos para lograr la liberación de sus presos, que son presos por perpetrar actos terroristas y cometer asesinatos.

Además, echa en falta el plato de lentejas que le ponía su madre, como si no hubiera sido decisión propia militar en una organización terrorista y vivir primero en la clandestinidad más absoluta y después en la cárcel, tirando su propia vida por la borda.

Y para redondear el absurdo, dice que quiere poder vivir en paz, como si la ausencia de paz no fuera otra cosa que la actividad criminal de ETA. La infiltrada es una gran película que recomiendo, bien dirigida y con unos actores y actrices que realizan unos trabajos extraordinarios.

Especialmente Carolina Yuste, más atractiva según va transcurriendo la película, consecuencia, supongo, de la admiración y solidaridad que provoca la labor inmensa que realiza. Una de esas heroínas anónimas que ayudó a poner punto y final a cinco décadas de terrorismo de ETA.