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En España lo mejor es el pueblo. Por eso la heroica y abnegada defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve, pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia, el amor al pueblo, es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud”. 

Esto lo escribía Antonio Machado en el año 1937, en plena guerra civil. Hoy, en 2024, muchos lo han resumido en la ya famosa frase, una y mil veces repetida durante la tragedia de Valencia, el pueblo salva al pueblo. Eso sí, como se ha coreado desde sectores e ideologías tan diversas no me ha quedado claro quién es el pueblo dependiendo de quienes lo nombren. 

Si veo a una joven que escobón en mano intenta acabar con el barro de las calles y se pone delante de un micrófono de cualquiera de los medios de comunicación presentes en la zona para asegurar que está ahí porque es el pueblo y su actitud solidaria la que va a terminar con el fango, empatizo con ella y me conmueve su actitud. 

Si por el contrario me encuentro con alguien repartiendo leche, sacándose una foto para mostrar su solidaridad en las redes sociales y acto seguido le escucho lanzar bulos sobre el número de muertos, la distribución de la ayuda o le veo paleando un coche oficial, me asquea. 

Ambas actitudes se centran en “el pueblo salva al pueblo” pero el sujeto no es el mismo en una u otra opción. Están quienes lo han dejado todo, su familia, su trabajo, sus ocupaciones para ayudar al pueblo del que se sienten parte y están quienes han recaudado un dinero, mucho en algunos casos, que no saben canalizar y acabará destinándose a su propio beneficio al tiempo que, en el nombre del pueblo, lanzan mensajes pseudopolíticos con la intención de acabar con gobiernos a los que ya vienen combatiendo desde hace meses.

No ponen el foco en quien gestionó mal desde el principio, sino en quienes están en su diana con el único fin de obstaculizar la democracia, sistema por cierto del que quieren aprovecharse para acabar con él. 

Ya vimos que la pandemia parecía que cumpliría con esa promesa pero no, no salimos mejores

El pueblo salva al pueblo tiene un halo romántico que nos enternece, nos ayuda a hacer piña, incrementa nuestro sentido de pertenencia y nos hace pensar que también de esta saldremos mejores. Ya vimos que la pandemia parecía que cumpliría con esa promesa pero no, no salimos mejores. Salimos cansados, enfermos, con una débil salud mental y más frágiles.

También salimos menos confiados, especialmente en la clase política, y el tiempo nos ha demostrado que muchos de quienes habían de protegernos incrementaron sus cuentas corrientes y su patrimonio a costa de las mascarillas, que fueron realmente las únicas que nos protegieron. 

Ver a las miles y miles de personas que de forma altruista y voluntaria han acudido a ayudar a Valencia nos reconcilia con el mundo. Eso sí, no debe llevarnos a pensar que solo las personas anónimas salvarán la situación.

Son los gobernantes, las instituciones valencianas, españolas y europeas quienes tienen la responsabilidad de sacarnos de esto. Elegimos a nuestros representantes, votamos, pagamos nuestros impuestos, intentamos ser una buena ciudadanía y cuando llega la hora de que hagan buena política, hacen aguas y nunca mejor dicho. Es la antipolítica. 

España destinó cerca de 65.000 millones a rescatar a los bancos durante la crisis del 2008, a Valencia se van a destinar, de momento, unos 14.300 millones

Es encomiable que intentemos colaborar de la manera que podamos, donando dinero, enviando material, acudiendo a limpiar calles y garajes. Sin embargo, chirría recordar que España destinó cerca de 65.000 millones a rescatar a los bancos durante la crisis del 2008, que solo han devuelto alrededor de 4.000 y que a Valencia se van a destinar, de momento, unos 14.300 millones. La diferencia es sustancial. 

Son los gobiernos con su buena gestión, coordinación y estrategia quienes deben salvar al pueblo. La certeza de que cuando llegan los problemas presidentes como el valenciano Carlos Mazón están a otras cosas no hacen más que restar crédito a la clase política.

Debería dimitir, sí, debería haberlo hecho ya y dejar paso a quien sepa resolver situaciones y rodearse de profesionales contrastados. También debería caerse de las parrillas los programas de televisión que han difundido mentiras y bulos fomentando la incertidumbre, la desazón y el miedo. Sus responsables dan voz a quienes tienes como único objetivo menoscabar una democracia que debe ser fortalecida por el bien común. 

Hay que reforzar el escudo social y laboral, evitar despidos y lograr que tanto autónomos como empresarios recuperen su actividad y no se vean forzados al cierre

El pueblo no salva al pueblo, sino que es el Estado quien debe hacerlo y ofrecer amparo en nombre de todos y todas las ciudadanas de este país. Hay que reforzar el escudo social y laboral, evitar despidos y lograr que tanto autónomos como empresarios recuperen su actividad y no se vean forzados al cierre.

Las cifras son abrumadoras: 400.000 trabajadores, 30.000 empresas y 100.000 hogares necesitan cubrir sus necesidades básicas. Cada uno de nosotros, de nosotras, podemos ayudar a que salgan adelante favoreciendo el consumo de sus productos, pero es el Estado quien debe ofrecerles la mayor protección y apoyo

Queda mucho por hacer. Pico y pala