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Todo es bueno para el convento, decía la monja con la puta al hombro. O el fraile, según las versiones.

En un país que funciona razonablemente, dentro de una Europa envidiada por medio mundo, nos hemos empeñado en reventar todo lo conocido a cambio de una utopía a medio camino entre 'El cuento de la criada' y 'Elysium', entre 'In time' y 'Ready Player One'. Un futuro de mierda.

El caso de Valencia, como ejemplo. Una vez que hemos convenido que está bien apalizar a las autoridades por la desgracia ocurrida en esta versión gigantesca del ¿Piove? ¡Porco Governo! Y que hemos entendido que "Solo el pueblo salva al pueblo", es decir, los Alvises, Gaitanes, Iker Jiménez... y no la UME, la Cruz Roja, el resto de ONGs, la Sanidad Pública, los servicios de limpieza, las corporaciones municipales, la Confederación Hidrográfica, la AEMET,... es cristalino afirmar que la culpa es de los políticos y del sistema, así, en general y a lo bruto.

La verdad es lo de menos, no importa. Permanece enterrada debajo de toneladas de barro. Lo interesante es revolverlo, hasta que todo se vaya al carajo

La verdad es lo de menos, no importa. Permanece enterrada debajo de toneladas de barro. Lo interesante es revolverlo, hasta que todo se vaya al carajo. Ahora los mantras son que no importa el orden las competencias, que el Gobierno central dejó pudrir la situación para hundir a un desorientado Gobierno valenciano y que el ciudadano no tiene por qué saber, ni le importa, cómo funciona el estado. Lo que quiere es que funcione.

Y es correcto en parte. No ha funcionado. El Gobierno de la Generatitat de Valencia no ha funcionado. No dio la alarma, dudó, se fue a negro. Luego todo se fue recomponiendo poco a poco. El Estado estuvo, está y estará allí, por ejemplo en forma de Consorcio de Compensación de Seguros, por suerte para los ciudadanos de las zonas afectadas. El resto es fango. No hay más dónde rascar.

Los que rascan, los que dicen que la Cruz Roja es una banda de chupópteros, las ONGs unos chiringuitos, y los políticos, el sistema, son el problema y no la solución. Los que meten una querella a la AEMET y dudan de la ciencia y de los científicos. Los que prefieren un general al frente de la reconstrucción, son los abanderados del estado autoritario que se nos viene encima.

Los mismos que niegan o restan importancia al cambio climático, los antivacunas, los cobardes que tienen miedo a todo, a los extranjeros, a los diferentes, a las mujeres, a los pobres...

Los que se opusieron a la creación de la UME o disuelven la unidad de emergencias de su comunidad cuando llegan al Gobierno autonómico. Y, para no ser chapas, los que desmontaron en su día una cosa llamada Educación para la Ciudadanía.

Esa asignatura que hubiera formado y ofrecido conocimiento a españolitos y españolitas en derechos y obligaciones, en la organización del sistema político español, en la importancia, orden, jerarquía y preeminencia de los poderes local, provincial, autonómico y central.

Esas fruslerías que fueron interpretadas por la derecha como un intento de adoctrinar a la ciudadanía. Y se la cargaron. Así luego se puede afirmar, con desfachatez, que a la gente le da igual cómo funciona el Estado. Pues no debería darles.

Es lo de siempre. Cuanto menos formada esté la población, más vulnerable será a la desinformación y la mentira. Y así hasta que tumbemos el actual sistema y lo sustituyamos por un gobierno corporativo donde Josu Jon Imaz tenga la última palabra en cuanto a medio ambiente y Juan Roig en salud y consumo.

Y cuando recordemos estos tiempos, que entonces serán buenos, y estemos viviendo la utopía iliberal de los Trump, Milei, Orban, Putin, Netanyahus y otros iluminados autoritarios menos relevantes como Alvise, Motos, Díaz Ayuso o Álvarez de Toledo.

Pagarás pocos o ningún impuesto y te morirás antes porque no podrás acceder a ningún tratamiento sanitario, ni comprar medicinas. No habrá ascensor social, ni siquiera averiado. Ni justicia igual para todos. Ellos estarán exentos

Cuando decir lo que piensas o, voy más allá, lo que se debe decir y no callar sea delito, cuando solo puedas votar lo que ellos te ofrecen, comer lo que ellos venden y al precio que ellos dicen, trabajar en las condiciones que ellos marquen y por la cantidad que ellos ofrezcan, antes de salir corriendo para entrar en tu siguiente empleo.

Saldrás cada día de tu bidonville para ir a trabajar en sus barrios, que estarán limpios y vigilados, con tu correspondiente pase de seguridad. Trabajarás en su fábrica, oficina, delivery… que no estarán en sus barrios, ni limpias, aunque sí vigiladas, con tu pase. Aprenderás lo que necesites aprender para desarrollar los trabajos que te programen, poco más.

Pagarás pocos o ningún impuesto y te morirás antes porque no podrás acceder a ningún tratamiento sanitario, ni comprar medicinas. No habrá ascensor social, ni siquiera averiado. Ni justicia igual para todos. Ellos estarán exentos.

Ahora tampoco, pero se presume que sí. Supongo que han visto ustedes al argentino loco ese que se caga en los pobres y que dice que él puede hacer lo que quiera, que es rico... pues eso.

Así que para lo que me queda en el convento, me cago dentro.

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