Felipe VI / EFE

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Opinión

La Navidad y Felipe VI

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Hubo un tiempo en el que era yo el encargado, en representación de UPyD del País Vasco, de opinar acerca de lo que hubiera dicho el rey de España en la Nochebuena de cada año.

Y allí estaba yo frente al televisor media hora antes de comenzar a mover la mandíbula junto al resto de mis familiares, presto a escuchar lo que tuviera que decirnos el monarca.

Eso fue durante mis primeros años de periplo parlamentario; en años posteriores a veces no lo escuchaba y me bastaba con leer o ver en prensa el resumen de su discurso.

Era suficiente para hacerme una composición de lugar de lo que hubiera dicho y de lo que yo a la mañana siguiente diría dentro de lo que aproximadamente debía decirse. Y a eso del mediodía de cada 25 de diciembre tenía mi propio plan radiofónico y televisivo, para lo que tenía que suspender momentáneamente lo que estuviera haciendo o pensara hacer con mi familia o con mis amigos ese día festivo en el que casi todo permanece cerrado en una ciudad desierta, como si estuviéramos a unas horas de ver caer el meteorito anunciado u horas después de aparecer una legión de weaking dead buscando víveres por la zona.

Y el plan al que debía ceñirme era verbalizar dos o tres frases contundentes que trataban de resumir lo que UPyD pensaba al respecto. En general, tanto en lo que se refiere a las intervenciones navideñas o de cualquier otro periodo del año que debían comentarse, no recuerdo que hubiera sorpresas ni en la intervención del Jefe del Estado ni en la mía, salvo quizás en dos ocasiones: una, cuando, si mal no recuerdo, el rey Juan Carlos I pidió perdón por alguno de sus excesos; y dos, cuando Felipe VI exigió a su padre un mínimo de decoro. O cuando, en 2017, el actual rey parara los pies al independentismo con el mejor discurso de la democracia.

En 2017, el actual rey paró los pies al independentismo con el mejor discurso de la democracia

Nueve años después de hacerlo la última vez, el rey Felipe VI ha vuelto a escoger el Palacio Real como escenario para pronunciar su tradicional discurso navideño.

La representante de Podemos, esos linces, ha interpretado que el palacio es propiedad del monarca, lo cual no deja de ser solo una muestra sin importancia de su descomunal ignorancia, la cual suele plasmarse con mayor crudeza en su acción política diaria.

La última vez que lo hizo allí fue en 2015, ya que los posteriores discursos los ha venido pronunciando desde el palacio de la Zarzuela. Y, como es habitual, además de con la bandera de la Unión Europea, lo ha hecho con la bandera de España a sus espaldas, hecho suficiente para provocar urticaria a los que quieren independizarse pero no tienen los votos suficientes para hacerlo.

En esta ocasión aparecía además una fotografía de la Dana que asoló hace dos meses zonas del este y del sur de España, como gesto solidario con los que sufrieron el embate de la naturaleza y los desmanes de los representantes políticos, ambos tan habituales.

Además, tuvo palabras de recuerdo para los familiares de las víctimas de semejante tragedia, palabras que siempre suenan sinceras cuando Felipe VI las pronuncia, lo cual no puede decirse de todo el mundo. Felipe VI, tan serio pero tan ingenuo, pidió además a los políticos "sacar las enseñanzas necesarias que nos fortalezcan", petición que es posible caiga en el olvido que provocan la indolencia, el sectarismo y la incompetencia.  

Felipe VI recordó la "creciente inestabilidad internacional" que afecta directa o indirectamente a nuestras vidas, "un escenario exterior cada vez más complejo y cambiante e, incluso, convulso", y la necesidad de defender, "junto con nuestros socios internacionales, las bases de la democracia liberal", lo cual debería hacerse incluso con más urgencia dentro de nuestras propias fronteras, habida cuenta de los populistas que nos amenazan con su quehacer político consistente en presionar a los jueces para que no investiguen sus delitos o a los medios críticos para que no nos los cuenten. Pero al Rey no solo se le supone la prudencia sino que se le exige, y no va a ser él quien diga lo que pensamos casi todos.  

Pidió además a los políticos "sacar las enseñanzas necesarias que nos fortalezcan", petición que es posible caiga en el olvido 

Como suele ser habitual, Felipe VI puso en valor la Constitución de 1978 y animó a "preservar el gran pacto de convivencia donde se afirma nuestra democracia y se consagran nuestros derechos y libertades", para que tomen nota los que quieren modificarla en su propio beneficio por la puerta de atrás o por la de delante.

Además, defendió el "diálogo" político entre los que piensan parecido y sobre todo entre los que piensan distinto, sin que tal cosa, añado yo, pueda suponer tener que llegar a acuerdos gubernamentales o parlamentarios que perjudiquen a la mayoría solo para que unos pocos se mantengan en la Moncloa.

Pero defender el diálogo nunca sobra en un país cuyos representantes suelen intercambiar opiniones a garrotazos. "No podemos", es un decir, "permitir que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía". O sea, que los políticos están a sus cosas y no atienden a los ciudadanos

"España es un gran país", reiteró, que además recuerdo es el único que a día de hoy tenemos, razón primera para defenderlo de quienes quieren destruirlo por la vía rápida o a plazos, disimulen más o menos.

No es exactamente egoísmo pero sí propia conveniencia, dado que si España no existiera habría que inventarla, y no tanto por razones filosóficas como por razones prácticas: sin ella, no habría ni políticas de redistribución ni Estado del Bienestar ni política de vivienda, a lo que también se refirió el monarca. No va a plantear soluciones si quienes deben hacerlo no lo hacen, pero al menos señaló alguno de los males que nos acechan.

Felipe VI se refirió también a la inmigración como reto social al que nos enfrentamos y debemos dar solución razonable, no tanto cerrando fronteras sino acogiendo a quienes podemos acoger teniendo en cuenta nuestro Estado de Derecho, nuestros recursos y nuestras capacidades, porque "sin los movimientos de población a lo largo de la historia no podrían explicarse las sociedades del presente". 

Si España no existiera habría que inventarla, y no tanto por razones filosóficas como por razones prácticas

Para terminar, apeló al "espíritu de trabajo y de compromiso" de todos, antes de volver a recordar a los afectados por la Dana, no sin antes despedirse y felicitar la Navidad en las cuatro lenguas oficiales, para cerrar, como es habitual en nuestro mejor representante, un discurso impecable

En cuanto a las reacciones, un poco lo de siempre, porque no ha habido ni brillantez ni sorpresas, porque cada cual dice lo que le interesa con las cualidades de las que dispone, que no son demasiadas.

El PNV, sin ir más lejos, al que le votan republicanos y monárquicos, dice que no le ha gustado, un poco por buscar el punto intermedio del modo tan efectivo como acostumbra; y tampoco gustó, por estos lares, a EH Bildu o Sumar, socios de Sánchez, lo cual es normal para ellos y tranquilizador para nosotros.

A EH Bildu le gustan más los discursos y decisiones del presidente del Gobierno de España, pero porque sirven para erosionar y debilitar la unidad del Estado, que es la misma razón por la que no le ha gustado la intervención de Felipe VI. Tiene lógica.

Tampoco gustó a EH Bildu o Sumar, socios de Sánchez, lo cual es normal para ellos y tranquilizador para nosotros

El PNV ha criticado la "visión idílica" del rey sobre la Constitución Española, gracias a la cual los jeltzales gobiernan casi ininterrumpidamente desde tiempos inmemoriales. Pero el PNV quiere la independencia, como todo el mundo sabe, aunque prefiere lo que supone gobernar Euskadi y disponer del Concierto Económico gracias a la Constitución Española. Y Aitor Esteban, ese revolucionario vasco al que le pagan el sueldo los españoles, nos ha recordado que "aquí hay una nación, que es la nación vasca"; que para él y los suyos es una, grande y libre. 

El diputado de EH Bildu Jon Iñarritu ha denunciado que la monarquía española "ni es modélica, ni ejemplar, ni transparente, ni democrática"; no como él o sus compañeros de viaje, le ha faltado decir, como si no recordáramos el terrorismo de ETA, quién lo sufrió y quién se valió de él para hacer carrera política. "¿Para qué sirve un rey?", se ha preguntado el diputado, como si no lo supiera; entre otras cosas, para defendernos de él y los suyos.

Por su parte, PP y PSE han defendido a Felipe VI, el primero convencido y el segundo con la boca pequeña y a su manera. Más les valdría que lo defendieran unidos y con contundencia, por la cuenta que nos trae a todos. A día de hoy, incluso para un republicano, es de lo poco bueno que nos queda.