Otro mazazo para la industria vasca. En este caso le ha tocado a Álava, y en concreto al industrial Valle de Aiala.
La empresa: Guardian Glass. El anuncio: cierre total en un plazo de seis meses y la consecuencia directa, un ERE de extinción para sus 171 empleados. Las consecuencias indirectas son infinitamente más amplias para la comarca.
El motivo que ha generado el anuncio del cierre definitivo es la avería en un horno y la imposibilidad de repararlo. Puede parecer una excusa, pero sin duda no es más que una causa más, la última, que ha precipitado la drástica, y con toda seguridad irrevocable toma de decisión por parte de la compañía.
De hecho son muchos los que admiten que la situación no les pilla de sorpresa, siendo conocedores del momento por el que estaba atravesando, Guardian Glass, antiguamente Guardian Llodio.
De que la firma luxemburguesa no vivía su mejor momento, dejan buena constancia los números y no sólo los económicos, también los del empleo. Guardian llegó a superar los 1.500 trabajadores y desaparece con 171 empleados. Sin duda, el dato es más que elocuente.
Guardian llegó a superar los 1.500 trabajadores y cierra con 171. El dato es más que elocuente
Lo más triste de este triste relato, es que no será el último. La desaceleración de la industria es una realidad que viene ilustrada además de por los cierres, por otros datos tan significativos como los del empleo. Recientemente hemos conocido a través del Eustat, que el cierre del año desde el punto de vista del empleo, nos deja crecimientos en todos los sectores, excepto en la industria.
Aquí hemos perdido 3.600 empleos en los últimos doce meses.
El dato es extremadamente preocupante, sobre todo si tenemos en cuenta que es la industria donde se generan las mejores condiciones de empleabilidad, y esos empleos industriales que se pierden , son empleos de calidad que difícilmente vuelven.
Tenemos claramente un problema de alcance, que va desde el modelo industrial del que nos hemos dotado, y que se ha quedado en algunos aspectos obsoleto, pasando por supuesto, por la situación mundial de la industria, particularmente la europea y sin olvidar asuntos más domésticos, como es el elevado índice de absentismo que padecemos en Euskadi, y que lastra nuestra competitividad.
Pocas son las voces que valoran a la empresa en general, y a la industria en particular en su justa medida
Con todo y sabiendo que es inevitable lamentarse cuando una compañía, máxime si es tan emblemática como Guardian Glass cierra, hay que mirar hacia adelante, e intentar responder a la pregunta que encabeza este artículo ¿y ahora qué hacemos?
Desde luego lo primero es poner en valor lo que tenemos, y esto que parece de Perogrullo es bastante más complicado de lo que parece. Pocas son las voces que valoran la empresa en general, y a la industria en particular en su justa medida. Es mucho más fácil y vendible criticar, que ensalzar cuando hablamos de empresas industriales. A las industrias hay que exigirles por supuesto, pero también hay que darles cariño poniéndolas en valor. Y para eso hay que conocerlas y acompañarlas.
Cuidar y proteger
Vivimos en un entorno en el que los jóvenes ni valoran la posibilidad de emprender, ni recogen como primera opción profesional incorporarse a una empresa. La mayoría quieren ser funcionarios, y eso en parte, es por la imagen que se tiene de la industria, imagen que además no se corresponde con la realidad, y que viene arrastrada del pasado.
Hay mucho trabajo por delante para dignificar la imagen de las empresas industriales.
Y a partir de ahí, además hay que cuidarlas y protegerlas. Todo ello sin obviar que el modelo hay que revisarlo, porque todo lo que ayer funcionaba hoy puede que no sea lo más óptimo para mantenerse en el mercado y además seguir siendo competitivos.
El mercado al que se deben las industrias es cada vez más exigente y mucho menos fiel. Los centros de decisión cada vez están más lejos y eso hace que las decisiones no cuenten siempre con la sensibilidad de quienes viven en la 'plaza'. Todo esto son ingredientes con los que hay que jugar una partida cada vez más global, más compleja, y con menos posibilidades de error.