Donald Trump muestra una orden ejecutiva en la Casa Blanca a 10 de febrero de 2025

Donald Trump muestra una orden ejecutiva en la Casa Blanca a 10 de febrero de 2025 Europa Press

Opinión

La importancia de las pajitas

Uno de los últimos decretos de Trump pasa por poner fin a las pajitas de papel y volver a las de plástico

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Acostumbrados a cuarto y mitad de decretos por día, quizás les haya pasado desapercibido uno de los últimos de Donald Trump: el fin de las pajitas de papel y el regreso de las de plástico. La mayoría de los titulares de ese día se lo llevó la imposición de un 25% de aranceles al acero y aluminio no  producido en USA, que evidentemente tiene una repercusión directísima en la industria europea, vasca y mundial.

Sin embargo, detrás del decreto de las pajitas se esconde toda una estrategia trumpista para acabar con el proceso de descarbonización de la economía del planeta que había comenzado con el Acuerdo de París. De hecho, una de sus primeras medidas fue abandonar este acuerdo.

Creo que no les descubro nada nuevo cuando les hablo del negacionismo climático del nuevo presidente de los EEUU. No nos pilla por sorpresa, pero sí que es importante remarcar que detrás de estas medidas populistas está un deseo claro de perpetuar un tipo de negocios que son los principales responsables de ese calentamiento global y de los que la nueva administración norteamericana se ha convertido en su principal valedor. En definitiva, un intento por volver a una economía lineal cerrando los ojos a las consecuencias de esta manera de consumir en todo el mundo con el único objetivo de engordar las cuentas corrientes de una oligarquía de poderosos.

El gran problema de esta nueva política es que está lanzada desde el país más poderoso de la tierra y que, evidentemente, hay un altísimo riesgo de contagio a otras economías mundiales, especialmente las europeas, que siguen teniendo una estrecha relación con la americana.

La hoja de ruta de Trump es radicalmente opuesta a la marcada por la Unión Europea en su Green Deal y me preocupa mucho que algunos poderes fácticos de nuestro continente aprovechen la ocasión para hacer seguidismo del líder americano o para intentar frenar o retardar algunas de las medidas claves para descarbonizar nuestra economía y, evidentemente, nuestra industria.

¿No será que parte de esta crisis tiene que ver, precisamente, con dejarnos adelantar por China y otros países asiáticos en la reconversión eléctrica del sector del automóvil?

Oigo ya voces de algunos representantes empresariales que echan la culpa de la crisis actual del sector de la automoción a la aceleración de su proceso de electrificación para reducir las emisiones, alegando que, en esta electrificación, China nos llevaba la delantera. ¿No será que parte de esta crisis tiene que ver, precisamente, con dejarnos adelantar por China y otros países asiáticos en la reconversión eléctrica del sector del automóvil?

Es evidente, por lo menos para mí, que Europa tiene que convertirse en un contrapeso esencial a las políticas que parece promover la Administración Trump y no sólo en la referidas a cambio climático. No podemos ni debemos consentir un retroceso en la transición ecológica del planeta alegando que para competir con los demás debemos usar sus mismas armas. La hoja de ruta de descarbonización lanzada por la Unión Europea no puede pararse o ralentizarse, es más, creo que es la única oportunidad que nos queda para innovar y ser más competitivos frente a la vuelta a una política económica del siglo pasado que promueve el nuevo inquilino de la Casa Blanca y resume en su famoso “Drill baby, drill” .

¿Cómo conseguirlo? Lo primero con unidad de respuesta. La unidad ha sido precisamente uno de los peores caballos de batalla para desarrollar las políticas europeas. No podemos responder al enorme desafío de Trump con diferentes respuestas desde los distintos países, hay que consensuar y defender una posición común firme en muchos aspectos y creo que nuestra apuesta por una economía verde y por las energías renovables debe estar por encima de todo.

Hablo de unidad, no de unanimidad, porque estamos viendo que esto va a ser cada vez más difícil con el ascenso de ciertos populismos de extrema derecha como el caso de Orbán en Hungría o de Alternativa por Alemania, que defienden esta visión de Trump y consideran a Rusia como un aliado.

Frente a la receta trumpista del proteccionismo, la economía de los combustibles fósiles y las pajitas de plástico tenemos que defender nuestra propia receta de la innovación y la competitividad a través de una nueva economía circular. Esto, además de la ya aludida unidad, necesita de una apuesta económica decidida y de una estrategia en la que prime todo el conocimiento desarrollado por Europa en estas áreas en las que somos líderes mundiales.

Creo que no podemos permitirnos que un abusón de instituto con malos modales y una chulería despreciable venga a darnos clases de libertad y democracia

He de reconocer que los discursos del vicepresidente Vance este pasado fin de semana han exacerbado aún más, si cabe, mi “patriotismo” europeo. Creo que no podemos permitirnos que un abusón de instituto con malos modales y una chulería despreciable venga a darnos clases de libertad y democracia.

Esta misma semana se reúnen en Arabia Saudí representantes americanos y rusos a espaldas de Europa para tratar algo tan vital para el continente como el fin de la Guerra de Ucrania. Las 2 principales potencias mundiales cuyas administraciones ignoran y menosprecian el cambio climático hablando en uno de los principales países productores de petróleo en el que la democracia brilla por su ausencia. Creo que no es casualidad.

Vivimos tiempos convulsos para la sostenibilidad mundial pero sigo confiando en que la recetas rápidas y populistas de líderes como Trump pronto caigan por su propio peso. Ahí tenemos el ejemplo de Milei, el supuesto salvador de la economía de Argentina, que acaba de meterse en un buen lío por defender una inversión en criptomonedas que ha sido un fraude total y que ha hecho perder parte de sus ahorros a miles de personas. 

Creo que ha llegado el momento de relanzar nuestra agenda verde para liderar otro modo de hacer las cosas, para diversificar nuestra economía y nuestro modelo energético y para dar nuevas oportunidades a nuestra industria. La otra opción es volver a un pasado que no podemos permitirnos. Eso sí, toca redoblar esfuerzos para explicar esta posición y para conseguir que en esta transición nadie se quede atrás. Necesitamos un relato que llegue con tanta facilidad como lo hizo en su día el Make América Great Again