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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su primer día en el Despacho Oval de la Casa Blanca, en Washington
El éxito de la demagogia
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Es como darse cabezazos contra la pared. Cansa hasta el hastío, y está exento de rentabilidad lo mires por donde lo mires, porque mina profesional y personalmente.
Me refiero a tener que enfrentarse un día sí y otro también, con planteamientos que abundan en demagogia y carecen de datos objetivos y fidedignos, pero calan en mayorías dispuestas a aceptar pulpo como animal de compañía, si la idea coincide en todo o en parte, con aquello que están dispuestos a escuchar.
La demagogia nos ha invadido como una plaga que nos ataca por todos los frentes y para la que contamos con pocas armas que esgrimir. Y es esa demagogia la que triunfa a la hora de construir relatos tanto sobre el pasado, como sobre el presente y no lo duden, lo hará también en el futuro.
En el ámbito político tenemos ejemplos a diario que nos inundan por todas partes, independientemente de hacia dónde miremos. No es un problema local, ni regional, ni nacional.
La demagogia nos ha invadido como una plaga que nos ataca por todos los frentes y contra la que tenemos pocas armas
Es un problema mundial, y es grave, porque cambia las reglas del juego. Para muestra lo que estamos viviendo desde que Trump ganó las elecciones y las decisiones que cimentadas en argumentos demagógicos hasta la saciedad, se firman a diario con un rotulador negro que pasará ya, si es que todavía no lo ha hecho a la historia, y será seguramente, lo más objetivo con lo que contemos de la incierta época en la que estamos viviendo.
De entre estas ideas tal vez, la mas sonada fue aquella afirmación hecha en campaña electoral de que los inmigrantes en Ohio comen mascotas. Un bulo. Pero hubo quien lo creyó porque quería creerlo. Y no fueron pocos.
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Elon Musk saluda a la multitud a la entrada de la toma de posesión de Donald Trump, en Washington a 20 de enero de 2025
Cada vez más fieles
El asunto desde luego tiene mas trascendencia de la que le damos, porque finalmente nos condiciona nuestro día a día. Lo peor es que esa forma de entender la política, esa forma de entender la vida, cuenta cada vez con más fieles.
No es muy diferente lo que ocurre en Europa, ni lo que ocurre en España y al final lo que estamos obteniendo en una peligrosa polarización social que se exhibe de forma impúdica públicamente.
Pero la política no tiene la exclusiva del triunfo de la demagogia frente al argumento sólido y contrastado. En el mundo de la economía y de la empresa es una constante.
Afirmaciones como "los empresarios ya se sabe que están para ganar cuando más mejor, y para pagar cuanto menos mejor" o "está demostrado que reducir la jornada laboral no destruye empleo", o "mal empresario eres, si no puedes incrementar el salario mínimo de tus trabajadores", o…un larguísimo etcétera que puede llegar hasta el infinito, son ejemplos diarios. Y estas y otras frases, no son verdad porque se repitan mucho.
Lo que estamos obteniendo es una peligrosa polarización social que se exhibe de forma impúdica públicamente
Sentencias de este tipo, son cuando menos discutibles pero claro, no hay argumento que valga para quienes han hecho de las mismas, un dogma de fe.
¿Qué podemos hacer?
Hay un tema incontestable. Este tipo de planteamientos de los que tenemos como decíamos múltiples ejemplos, en todos los órdenes de la vida, venden y encuentran muchísimos adeptos.
Frente a ello ¿qué podemos hacer?. Pues además de labor de apostolado, ser didácticos e intentar ayudar a desmontar determinados mitos que no por extendidos son reales. ¿Cómo hacerlo? Pues no queda otra que trabajar, que grabarse con fuego eso de que dato mata relato, y aportar datos que sean lo más objetivos posible y difícilmente rebatibles. Hacerlo es un ejercicio muy interesante porque el demagogo no suele emplearlos, y seguirá utilizando el mantra, pero al menos evidenciaremos que le falta base argumentativa.
No es desde luego una satisfacción plena, pero es algo. Y que nadie se equivoque, ni siquiera con los mejores datos se convencerá a la mayoría, que seguirá a aquellos en los que más cree y que más le convienen.
Pero si cuando menos el dato, el argumento sólido y contrastado logra generar una mínima duda en alguien, ya habremos conseguido algo bueno. Así que habrá que seguir esforzándose por combatir algunos mantras facilones pero poco sostenibles, y no olvidar nunca que la demagogia barata sale carísima.