Qué vergüenza da todo. 

Qué vergüenza da ver a un fiscal general del Estado a punto de sentarse en el banquillo. Álvaro García Ortiz, el hombre que dirige las investigaciones del Ministerio Público en España, va a ser juzgado pero no dimite.

Qué vergüenza da ver a Santos Cerdán encarcelado por presuntamente dirigir una trama criminal de mordidas de obra pública. Y verle negar toda relación con una empresa que, según acabamos de conocer, también pagó a su hermana y a su cuñado.

Qué vergüenza da saber que esa misma empresa, dirigida por el ínclito Antxon Alonso, le pagaba incluso la casa en Madrid al número tres del PSOE y, lo que es más relevante, conseguía ingentes cantidades de dinero público sin trabajos conocidos. 

Qué vergüenza da que un tipo que fue ministro y secretario de Organización del PSOE como José Luis Ábalos hablase así sobre mujeres mientras presumía de feminismo. 

Qué vergüenza da que las amantes, novias o amigas de ese mismo político fueran contratadas en las empresas públicas que se costean con el dinero que pagamos todos los contribuyentes. 

Qué vergüenza da ver los trapicheos de cloaca que supuestamente urdían el célebre Koldo García Izaguirre o la también famosa Leire Díez, ambos relacionados con Ábalos y Cerdán, para espiar a los propios y destruir a los ajenos, respectivamente. 

Qué vergüenza da, y quizás esto sea lo más vergonzoso de todo por ser un patrón común en varios casos, que las empresas puedan influir en la elaboración de leyes llenando de dinero los bolsillos de gente sin escrúpulos ni dignidad

Qué vergüenza da ver que un todopoderoso ministro de Hacienda como Cristóbal Montoro simunaltease el cargo con un lobby como Equipo Económico que, con la colaboración del propio Ministerio, favorecía a grandes empresas en detrimento de los ciudadanos. 

Qué vergüenza da, y quizás esto sea lo más vergonzoso de todo por ser un patrón común en varios casos, que las empresas puedan influir en la elaboración de leyes llenando de dinero los bolsillos de gente sin escrúpulos ni dignidad.

Qué vergüenza da que una política joven que parecía tener proyección llamada Noelia Núñez se inventase titulaciones universitarias para engordar el currículum. 

Qué vergüenza da que saber que el elegido por el Gobierno para dirigir los trabajos de reconstrucción tras la dana, José María Ángel, falseó un título universitario años atrás. 

Qué vergüenda da, siguiendo con aquella terrible tragedia, que el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, siga en su puesto. 

Qué vergüenza da pensar, no, saber a ciencia cierta que en estos días muchos cargos públicos de todos los colores han retocado sus currículos públicos porque estaban trufados de mentiras, trampas o exageraciones

Qué vergüenza da que Vox reciba una nueva multa porque el Tribunal de Cuentas ha encontrado irregularidades en su forma de financiarse. O que el tal Alvise, por seguir con esa rama del espectro político, esté investigado por el Tribunal Supremo por presuntos delitos. 

Qué verguenza da ver a tantos y tantos cargos en instituciones, desde el Poder Judicial hasta el Banco de España pasando por el Tribunal Constitucional, el CIS o los organismos reguladores, a las que han llegado por tener un carnet y no por méritos reales. 

En este mes de agosto propicio para las vacaciones, nos olvidaremos en la medida de lo posible del disparate permamente que es la vida política nacional. Y en septiembre, claro, volveremos a sentir mucha vergüenza

Qué vergüenza da, y perdonen esta incursión en el oficio, ver a tantos periodistas y tertulianos defendiendo lo indefendible. Lo que te dicen que defiendas. Lo que pone en el argumentario. Lo que supone, en el fondo, venderse a un postor.

Da todo mucha vergüenza, sí, pero no sorprende o, al menos, no debería sorprender. Algunos llevamos años denunciando estas tropelías por parte de las élites que erosionan sobremanera el valor de por sí menguante de nuestra democracia. 

Ahora, en este mes de agosto propicio para las vacaciones, nos olvidaremos en la medida de lo posible del disparate permamente que es la vida política nacional. Y en septiembre, claro, volveremos a sentir mucha vergüenza.