Volvamos al tren

Septiembre, además de marcar cada año el comienzo de un nuevo curso, es el mes de la movilidad. Así lo estableció hace ya más de dos décadas la Unión Europea, creando la Semana Europea de la Movilidad con un objetivo claro, fomentar una movilidad más sostenible en todo el continente. En todos estos años se han ido dando pasos importantes potenciando modos de desplazamiento que reduzcan al máximo las emisiones y que además impulsen una mayor vertebración del territorio europeo.

Si hay un medio de transporte que favorezca una mayor cohesión del territorio, ese es, sin duda alguna, el tren y si a ello le sumamos que es, de largo, el transporte colectivo con menos emisiones por viajero, creo que está claro que debe tener un protagonismo central en la movilidad del futuro.

En Europa lo saben y la mayoría de los países no deja de incrementar su oferta ferroviaria con viajes nocturnos de largo recorrido conectando la mayoría de las capitales del continente o mejorando frecuencias y conexiones de corta y media distancia. No sólo pasa en Europa, cada vez hay más países que incorporar nuevas líneas a su red de ferrocarril o incluso crean nuevas donde antes no existían.

La apuesta política por el desarrollo de este modo de transporte se ha centrado en la Alta Velocidad

Mientras tanto, nosotros vemos con una enorme tristeza como, salvo contadas excepciones,  en nuestro país no hay una verdadera apuesta por el tren que vaya más allá de las conexiones de Alta Velocidad. Probablemente, muchos de los lectores no sepan que existe una Alianza Ibérica por el Ferrocarril que acaba de presentar una completísima propuesta para impulsar los trenes regionales y de cercanías en España. La pasada semana estuvieron en Euskadi desvelando las propuestas de mejora que proponen para la red vasca, unas propuestas, en mi opinión, diseñadas con mucho sentido común y que podrían ayudar a que muchas más personas se vuelvan a subir al tren.

La segunda mitad del pasado siglo no fue una buena época para el ferrocarril en España, desde finales de la década de los 50 hasta principios de los 80, sólo en Euskadi, se cerraron 12 enlaces y se perdieron millones de viajeros que ha costado mucho tiempo volver a recuperar. Desde entonces, la apuesta política por el desarrollo de este modo de transporte se ha centrado en la Alta Velocidad, poniendo en marcha una de las redes más extensas de Europa y el mundo que, a día de hoy, todavía no llega a la CAPV, ni llegará antes de 2030, según las últimas previsiones.

Sin embargo, esta apuesta por el AVE no ha ido acompañada de una estrategia integral que contemple también una mejora sustancial de las conexiones de corta y media distancia para ayudar a vertebrar el territorio que no está servido en la actualidad por la alta velocidad. Tampoco se han generado hubs o nudos de conexión para interconectar la alta velocidad con el resto de la oferta ferroviaria y con otros modos de movilidad para fortalecer una oferta holística de transporte público a la ciudadanía.

Por ejemplo, no puedo entender como, en pleno siglo XXI, este país no tiene ni un solo aeropuerto que cuente con una estación propia de alta velocidad que lo conecte con las principales ciudades de su entorno. La cantidad de viajes en vehículo privado que nos ahorraríamos con esta simple medida, que debería haber estado incluida en la estrategia de despliegue de esa nueva red.

Este país no tiene ni un solo aeropuerto que cuente con una estación propia de alta velocidad que lo conecte con las principales ciudades de su entorno

Dejemos los trenes rápidos, que seguimos sin ver en Euskadi, para centrarnos en esos servicios de media y corta distancia que tan importantes son para fijar población en zonas con baja densidad y que nos permiten mantener o promover nuevos flujos económicos y de personas. En Euskadi tenemos un ejemplo reciente muy claro que muestra hasta que punto la ciudadanía responde cuando desde la Administración se apuesta por servicios con frecuencias atractivas.

Este es el caso del tren de cercanías entre Miranda de Ebro y Alsasua, que acaba de asumir Gobierno vasco y que sólo durante su primer mes de funcionamiento consiguió incrementar en casi un 30% sus usos anteriores, unos datos que me consta siguen aumentando y que posibilitan que miles de ciudadanos alaveses pueden moverse en un modo de transporte sostenible y eficaz.

Es evidente que si se genera una oferta competitiva, la ciudadanía responde usando ese servicio y esto es lo que plantean a las administraciones desde la Alianza Ibérica por el Ferrocarril. Entre las medidas demandadas, que se aumenten frecuencias en líneas regionales, que se generen nuevos servicios exprés en algunas de ellas para conectar mejor y de manera más rápida los núcleos más importantes y que se vuelvan a abrir algunas estaciones que dejaron de funcionar.

Una cuestión de ganas y de establecer prioridades para que el transporte público más sostenible vaya ganando terreno

Creo sinceramente que somos muchos los que estamos deseando viajar en tren y que ahora mismo nos encontramos un montón de trabas para hacerlo. En ciertos recorridos es casi imposible encontrar un billete libre si no lo haces con mucha antelación. En otros casos, las conexiones son inexistentes, insuficientes o poco atractivas, como pasa en el trayecto entre Euskadi  y Galicia.

Y mejor no hablar del incremento notable de incidencias que hace que cada viaje en tren sea una pequeña odisea. Nos merecemos un tren mejor, un mapa ferroviario en el que conviva una red de alta velocidad potente, que conecte nuestras 3 capitales, con otra centrada en dar servicio a miles de ciudadanos que viven en poblaciones medianas y pequeñas y a los que el tener un modo de desplazamiento como el tren les hace más fácil la vida y, por lo tanto, permite fijar población y un desarrollo más homogéneo de todo el territorio. No es tan difícil, es una cuestión de ganas y de establecer prioridades para que el transporte público más sostenible vaya ganando terreno. Volvamos al tren!!!