El Gobierno vasco ha presentado su proyecto de presupuestos para el año 2026 y aunque evidentemente, aún queda un largo recorrido hasta su aprobación -y muy posiblemente se incorporen novedades producto de una negociación con grupos de la oposición-, ya podemos analizar las principales líneas maestras de este presupuesto.
La primera conclusión que sacamos es que no parece que la tensión manifestada entre los socios de gobierno haya supuesto una dificultad para acordar este presupuesto entre los dos partidos que componen dicho gobierno. El PSE consigue que el departamento de vivienda, del socialista Denis Itxaso, sea el departamento con mayor incremento.
Tal vez tengamos que analizar las tensiones entre estos dos partidos que se han hecho públicas y patentes en las últimas semanas como parte de la negociación presupuestaria y de la presión que pueden -o no- ejercer los socialistas de cara a las negociaciones.
La segunda conclusión es un importante aumento presupuestario, convirtiendo el presupuesto 2026 en el más alto de la historia de Euskadi. La intención según el Gobierno vasco es dar paso a una apuesta transformadora. Llama especialmente la atención el aumento del endeudamiento para dotar una partida presupuestaria novedosa de 935 millones para la Alianza Financiera Vasca.
Mediante esta “Alianza público-privada” el Gobierno vasco pretende movilizar hasta 4.000 millones de euros para la transformación industrial en Euskadi, sabedor del momento delicado que sufren la economía global y la industria europea.
China y EEUU tienen economías cada vez más intervenidas por el estado sobre todo en sectores estratégicos y eso genera una ventaja competitiva de sus productos en el mercado europeo. En este sentido, cada vez más países europeos están interviniendo en sus estructuras industriales para aliviar esa ventaja competitiva de los productos chinos y estadounidenses.
La transformación industrial y la intervención pública a los que hasta ahora se les dejaba caminar solos, era de imperiosa necesidad. De hecho, estas medidas por lo general llegan tarde a Europa, un continente que se convirtió -sin necesidad- en el mayor defensor del libre mercado y la no intervención pública.
La vivienda se ha convertido en el principal problema social para la confianza que tiene la juventud en las instituciones. Abordarlo es importante, pero la vivienda y sus problemáticas asociadas no se van a solucionar con mera intervención, sino con buena -y valiente- intervención
La UE soluciona su desventaja competitiva con sanciones a productos chinos que se han demostrado ineficaces. En esto los dirigentes europeos -incluidos los vascos- no han sido nada hábiles y la realidad les ha empujado hacia el nuevo keynesianismo del tercer milenio. En la UE y en Euskadi descubriremos las bondades de la intervención estatal de la economía y abandonaremos discursos moralistas en cuestiones del comer.
El resto de los aumentos importantes en partidas concretas responden a las problemáticas más significativas para la ciudadanía: Vivienda, sanidad y seguridad.
La vivienda es un problema de primera magnitud y con consecuencias -en el contexto demográfico y social en el que nos encontramos- muy graves. Bilbao y Donosti ya han moderado sus crecimientos en población y las previsiones son de decrecimiento. Los altos precios de la vivienda en estas capitales -y Gasteiz irá por el mismo camino- son un lastre para la atracción de talento y sin talento no hay transformación de la industria posible.
Además, la vivienda se ha convertido en el principal problema social para la confianza que tiene la juventud en las instituciones. Abordarlo es importante, pero la vivienda y sus problemáticas asociadas no se van a solucionar con mera intervención, sino con buena -y valiente- intervención.
En cuanto a la sanidad, a pesar de lo hecho, y de un descenso en el orden de prioridades de los vascos, sigue siendo uno de los problemas más importantes a gestionar. El descontento social en esta materia sigue siendo alto y los esfuerzos no parecen estar dando los frutos esperados. Durante un tiempo, el Gobierno vasco abordó una reorganización, mediante un pacto de salud que -como el pacto de educación- parece que va a fracasar. Tal vez el PNV debería salir de la retórica del gasto a la que nos tiene acostumbrados su portavoces más “influenciadores”.
El país de la OCDE que mayor gasto sanitario destina es EEUU y podríamos decir que tiene uno de los peores sistemas sanitarios de las economías desarrolladas. Los 1.027 millones en gasto farmacéutico quedan al margen de la transparencia y el control parlamentario y es un gasto imprescindible a corto plazo, pero nada sostenible a largo plazo. Desviamos recursos a la industria farmacéutica que dobla beneficios, mientras que los incrementos salariales del personal sanitario y la estabilidad laboral lo hacen discretamente.
En cuanto a la seguridad, un poco de lo mismo. Tenemos un problema de acogida, tenemos un problema de desigualdades sociales en aumento y problemas en la educación que generan una marginalidad nunca vista en Euskadi. Eso se traduce en aumento de la inseguridad -es real-. La solución que se propone hasta ahora por parte de significativos dirigentes jeltzales de ámbito municipal: una especie de populismo punitivista que -spoiler de una persona que ha vivido en América Latina- no soluciona nada, solo trae votos.
Es curioso que, de todas las partidas, esta sea la que menos se especifica y las partidas detalladas solo hablan de renovación del parque móvil de la Ertzaintza o de renovación de materiales. No hablamos de prevención de la delincuencia, ni de incremento de la tasa de resolución de delitos, que es sorprendentemente baja en Euskadi.
En conclusión, el Gobierno vasco acierta a la hora de fijar las prioridades porque son fundamentales para el contexto internacional y social actual, pero lo que no es tan seguro es que estos problemas se hayan abordado con la innovación necesaria. Que ese dinero aumentado en el presupuesto a estas partidas y departamentos vaya a servir para los fines fijados, no está tan claro.
