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Agentes de la Ertzaintza

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Opinión

Seguridad, delincuencia y otros debates incómodos

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Voy a pisar charcos, estoy convencida. El debate sobre la seguridad que se ha abierto de par en par en nuestra sociedad no es sencillo, pero creo que es importante abordarlo con rigor y sin regalar banderas a quienes se lo han apropiado para ejercer de acelerador de la llama del miedo, los prejuicios y el racismo. Tampoco podemos permanecer ajenos al debate en la calle, a la percepción ciudadana, a abandonarnos al “de esto mejor no hablemos” por una mal entendida culpabilidad sobre lo que está en la conversación del día a día, y que en más de una sobremesa navideña revoloteará cual fantasma en el clásico de Dickens, Cuento de Navidad. Ni buenismo, ni populismo, simplemente vamos a rascar a calzón quitado en uno de los asuntos del momento.

El pasado mes de octubre el Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco cambió su criterio a la hora de informar en sus notas de prensa sobre  la procedencia de los detenidos. Si hace dos décadas está información se decidió que no era importante a la hora de comunicar, porque se entendía que podría contribuir a la estigmatización de determinados grupos de personas, este protocolo acaba de cambiar en medio de los discursos del odio que agitan fundamentalmente la ultraderecha y la derecha ligando delincuencia con inmigración. ¿Por qué ahora? ¿por qué en este justo momento?  ¿acaso esto no contribuye a inflamar el debate?.

Mi respuesta es que no lo sé, no acabo de tenerlo claro. Perdónenme por ser humana y por dudar. Solo quiero hacerles partícipes en esta reflexión sin apriorismos o prejuicios. 

La primera reacción fue la desconfianza acerca de la medida. Apuntar el origen de procedencia de los delincuentes no aporta más información que la de su altura o la de si tiene el pelo largo o corto. Los delincuentes son delincuentes, la policía hace el trabajo de detenerlos y si procede un juez los condena por los delitos cometidos. Indicar la procedencia, en relación con el nuevo criterio, en un principio me lleva a pensar que efectivamente, contribuye al señalamiento por el origen de personas o colectivos por regla general vulnerables. 

Según los datos del primer informe de la Ertzaintza sobre los nueve primeros meses del año, de los 17.849 detenciones (homicidios, hurtos, robos, agresiones sexuales, tráfico de drogas…) 8.222 fueron cometidos por personas extranjeras, en torno al 46%, sin embargo, hay que poner muchas comillas a estos números.

En primer lugar, ya lo ven, la mayoría de los delitos los cometen autóctonos, el 54%. Aquí es donde los discursos del odio vuelven a barajar sus cartas y exponen que  por peso de población, en el caso de los migrantes en Euskadi representan un 14%, delinquen en mayor proporción. Es verdad, cierto, pero ¿es el origen el problema? 

La brecha social es una realidad incuestionable también. Mientras que en la población autóctona el riesgo de pobreza se sitúa en el 4%, en la población extranjera este riesgo se quintuplica y lo eleva hasta el 20%. Es decir, tienen un peso determinante las circunstancias que en un momento de vulnerabilidad máxima pueden llevar a una persona a traspasar determinadas líneas.

Con la tasa de paro ocurre algo parecido.  Entre la población extranjera el desempleo es del 19%, en tanto en cuando entre los autóctonos este porcentaje baja al 7,8%.

Euskadi se está enfrentando a una nueva y compleja realidad. Nuestro paisaje poblacional es completamente distinto al de hace no tanto tiempo debido a cifras récord de inmigración. Son nuestros nuevos vecinos, con nuevos colores  e identidades culturales y la integración es un reto mayúsculo. Ni edulcorarlo, ni huir el debate como hace parte de la izquierda. Tampoco hiperbolizar con teorías absurdas como la del gran reemplazo o el perverso pensamiento de que los migrantes vienen con un plan preestablecido para acabar con la civilización occidental.

Los movimientos migratorios han existido desde que el mundo es mundo. La legítima búsqueda del bienestar propio y de los tuyos es algo que nace con nuestra condición de seres humanos. Precisamente por eso hay que abordar el debate de la seguridad con seriedad y sin complejos.