Las lágrimas de Ángela Merkel no solo han conmovido a los europeos. También han emborronado la hoja de ruta de muchos dirigentes de la UE, desde países hasta comunidades autónomas, que han visto cómo sus discursos y apelaciones a la responsabilidad para frenar al coronavirus no han calado tanto como la tristeza sincera de una canciller todopoderosa ante la peor cifra de muertes en Alemania. Hasta ese día, el plan de la mayoría de adminitraciones era 'salvar la Navidad', iniciar una nueva desescalada similar a la del verano para intentar conciliar la lucha contra la pandemia con el freno al desescalabro económico. Pero de repente, una chispa ha cambiado el guión y ha pillado a contrapié a muchos dirigentes políticos que están demostrando en esta crisis las hechuras de sus zapatos y la anchura de sus espaldas.

En una ceremonia de la confusión, el Gobierno vasco de Iñigo Urkullu ha sentido en sus propias carnes lo que supone gobernar: tomar decisiones audaces y atrevidas. La semana pasada, (sí, hace solo ochos días), el lehendakari abrió todos los bares y restaurantes de la comunidad autónoma para dar un respiro a un sector que se ha convertido en bandera de la crisis económica y que, además, es capaz de meter mucho ruido y calar a mucha gente con su mensaje. La decisión, se anunció tras el Labi (el órgano de políticos y técnicos que toma las decisiones sobre las medidas para frenar la pandemia), se tomo sobre unos datos que mejoraban las cifras que obligaron al cerrojazo. Es decir, una decisión política basada en la opinión de unos expertos que en este caso, no como le ha sucedido a Pedro Sánchez, parecen existir.

Apertura de la hostelería

Pero cuatro días después, y solo dos tras la apertura de los bares y restaurantes,  el lehendakari moduló su discurso. ¿Habían cambiado los datos? No de forma drástica y, en cualquier caso, no ha dado tiempo a que los hipotéticos incrementos de contagios provocados por la apertura de locales de ocio hayan llegado a la estadística y, lo que es peor, a los hospitales. ¿Entonces, qué ha pasado? Que se ha modificado la percepción social. De repente, ver en los telediarios que Alemania cierra, que Italia frena la Navidad, que Emmanuel Macron se ha contagiado y ha puesto a Pedro Sánchez y Antonio Costa en cuarentena... que Valencia se blinda, que hasta la Madrid de Isabel Díaz Ayuso se tenta la ropa; leer en las redes sociales -las mismas que no iban a llevar a Urkullu a Zaldibar y acabó yendo- que la población se altera al ver tanta gente; sentir que si hay un ascenso en la curva de contagios y muertes todas las miradas se van a volver en la misma dirección genera un vértido difícil de pilotar.

Esta semana, el lehendakari Urkullu no descartó tomar nuevas medidas para frenar la pandemia el lunes. Dudas e incertidumbre entre quienes estaban planificando las compras para sus negocios por si los cerraban de nuevo. El martes, el portavoz del Gobierno, Bingen Zupiria, insitió en no descartar nada. Las familias, temblando ante la imposibilidad de planificar los viajes que, respetando las normas, tenían en mente para ver a sus seres queridos. El miércoles, el lehendakari repitió su mensaje. El jueves, le tocó el turno a la consejera de Salud Gotzone Sagardui y ahondó en la incertidumbre. Solo habían pasado seis días desde que se aprobaron las nuevas restricciones. Y hasta cuatro veces el Gobierno ha cuestionado la eficacia de las medidas tomadas por ellos. El viernes, el Comité Técnico que asesora al Labi, compuesto por expertos, descartó nuevas restricciones inmediatas. De haberlas, se tomarán el día 22, el día previsto para abrir las 'mugas' y a dos jornadas para la Nochebuena y la Navidad. Esto no parece que sea anticiparse a los problemas, ser previsor y gestionar bien. Un Gobierno debe tomar las medidas que sean para solucionar los problemas, fijar criterios claros que disipen en lo posible las incertidumbres y dejarse de advertencias. Decisión con datos frente a indeterminación y advertencias con sensaciones.

Hasta hoy, y por suerte, llevamos tres días bajando las cifras. Seguramente, sea un espejismo. Los expertos vaticinan un incremento por la sencilla razón de que al relajarse las medidas estamos en contacto con más gente y ese es, a pesar de las medidas de seguridad individuales, el caldo de cultivo perfecto para la propagación del maldito coronavirus. Pero, ¿no se sabía esto cuando se tomaron las medidas de abrir la hostelería?¿No se aprendió nada de la desescalada de verano y del 'choque de codos' con Miguel Ángel Revilla? ¿Han descubierto ahora que con un confinamiento menor el virus encuentra el terreno abonado? Este medio quiso plantear estas preguntas a Lehendakaritza pero no han sido atendidas.

Medidas opacas

Lo que sí han hecho esta semana desde la Dirección de Comunicación de Lehendakaritza ha sido contraprogramar el Pleno del Parlamento vasco el día que se debatía el destino de los Fondos europeos de Recuperación. Esa jornada, la consejera de Desarrollo Económico no tenía nada que contar ni escuchar a la Cámara vasca. Se fue a la presentación de una guía de innovación organizada por un medio de comunicación. El lehendakari, por su parte, estuvo en un foro económico organizado por otro medio. Durante la mañana, en la bancada del Ejecutivo, solo un consejero del PNV y dos de los tres socialistas: Pedro Azpiazu, de Hacienda; Iñaki Arriola, de Vivienda; y Javier Hurtado, de Comercio y Turismo. La oposición ha tachado de opaca la forma en la que se va a decidir el destino de las decenas de millones de euros que lleguen a Euskadi desde la UE.

También desde el Gobierno vasco se ha lanzado la habitual cortina de humo para desviar la atención a su semana de incertidumbres y se ha señalado al Gobierno central. "Nos han dejado a los pies de los caballos", han llegado a decir desde la misma Lehendakaritza en referencia a que Pedro Sánchez ha dejado en las comunidades la decisión de qué hacer en función de su tasa de contagios y de la suma de todas las variables sanitarias, sociales y económicas de cada autonomía. Eso, también le ha sentado mal al Gobierno del PNV que, repentinamente, parece haberse vuelto jacobino.

Gobernar es tomar decisiones. Muchas veces impopulares. En una pandemia que nos ha tocado vivir, y al Gobierno gestionar, habría que tener varias cosas claras: por un lado, tomar las medidas necesarias para salvar vidas, especialmente de los sectores más vulnerables; por otro, ser capaz de anticiparse a la pandemia con decisiones claras e ir por delante del virus y no siempre a rueda de las batallas que este gane, algo que sucede ahora mismo en todo el mundo occidental; la tercera, es ofrecer una información clara, concisa, coherente y fija a la población, no tratar a la ciudadanía como si fuese menor de edad; y por último, ser transparente en la gestión y buscar de verdad el apoyo de la mayoría.