Reproducir el efecto del Guggenheim de Bilbao parece, cuanto menos, algo imposible de conseguir, más aún si tenemos en cuenta que aunque repliquemos el museo en sí, la época y el escenario concretos donde abrió sus puertas nunca volverán a ser los mismos, por muy buena que sea la copia y por muy ducho que sea el pintor del cuadro, o, en este caso, el ideólogo del proyecto.
Sin embargo, desde EAJ-PNV desean exprimir la gallina de los huevos de oro con la puesta en marcha de un proyecto de ampliación del famoso museo, que podría traducirse en la construcción de otras dos pinacotecas más en Bizkaia bajo el paraguas de la Fundación Guggenheim, con el objetivo de repetir la repercusión que alcanzó su predecesor en la capital bilbaína, pero esta vez en las localidades de Gernika y Murueta.
Se trata de un proyecto que ha ido sufriendo diversas modificaciones desde que se puso encima de la mesa y que requiere de una gran inversión económica. Ahora, a las puertas de las elecciones, la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha aprobado la concesión de una partida de 40 millones que acordó con la formación jeltzale durante la negociación de los Presupuestos Generales de 2023 para llevar a cabo esta ampliación.
Una cantidad que se suma a otros 40 millones que han sido reservados por la propia Diputación para iniciar este proyecto, que esperan que sirva de motor en una zona protegida por la Unesco y en la que habría que modificar el plan de ordenación para poder llevar a cabo sus planes. Éste es uno de los temores de grupos ecologistas, asociaciones en defensa de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai y plataformas ciudadanas, que se oponen frontalmente a esta iniciativa, ya que consideran que supondría “destruir” Urdaibai.
Son muchas las normas que regulan este enclave tan especial, destaca Diego Ortuzar, activista de Ekologistak Martxan, quien pone en duda la viabilidad de este proyecto, si bien teme que, como ocurre en otros casos, en el informe de impacto ambiental se incluyan aspectos económicos que terminen inclinando la balanza final hacia un resultado favorable para la consecución de este proyecto, a pesar de la repercusión negativa que tendría en la zona a nivel medioambiental y a la oposición de parte del entorno.
Además, se muestra escéptico ante la efectividad que podría lograrse con dos sedes nuevas, tan cercanas la una de la otra y al mismo tiempo tan próximas a la de Bilbao y critica el modelo de regeneración propuesto por EAJ-PNV: "Existen otras formas de rehabilitar zonas industriales degradadas que no pasan por construir en zonas protegidas", defiende.
San Juan de Gaztelugatxe como ejemplo
“Lo que ponen en valor los turistas, cuando visitan Euskadi, es precisamente su entorno verde”, destaca Ortuzar, quien asegura que un proyecto de estas características conllevaría el desarrollo de nuevas carreteras, la puesta en marcha de transporte público, la construcción de hoteles y restaurantes… con todo lo que ello genera, haciendo alusión a casos como el de San Juan de Gaztelugatxe, donde es necesario llevar a cabo ciertas restricciones para regular el turismo e impedir que se ponga en peligro la conservación del entorno.