El parón anunciado en el proyecto del Museo Guggenheim fue una decisión unilateral del lehendakari Iñigo Urkullu, sin el beneplácito de su partido, el PNV, según han confirmado fuentes peneuvistas. Detrás no hay ninguna estrategia electoral y, de hecho, desde el anuncio del pasado lunes, varios dirigentes del PNV han afirmado públicamente que el proyecto se desarrollará, poniendo en solfa las declaraciones de Urkullu de que se debe estudiar "si es viable".
El anuncio del lehendakari de frenar durante dos años el museo ha causado un gran desconcierto entre los cuadros y afiliados del PNV. Al día siguiente de la comparecencia del lehendakari, el partido empezó a enviar comunicaciones a sus dirigentes de la comarca de Busturialdea, donde se pretende ubicar el museo, en las que se aseguraba que el proyecto sigue adelante.
En la comparecencia del lunes, estuvo también la diputada general Elixabete Etxanobe, quien habló de "abrir un periodo de reflexión" y avaló las dudas del lehendakari. Por eso, también ha causado malestar el papel de Etxanobe por plegarse a Urkullu, en contra del PNV vizcaíno.
El jueves, la portavoz de la Diputación vizcaína, Lexuri Arrizabalaga, fue contundente al afirmar que "es el lehendakari quien debe explicar sus dudas" y aseveró que la construcción del museo "es una decisión firme". Etxanobe se ha quedado en un segundo plano y no ha dicho nada hasta ahora.
"Nunca lo ha visto"
Las dudas de Urkullu sobre el Guggenheim en Urdaibai no son nuevas. Desde que en 2020 se retomó el frustrado proyecto (lanzado por vez primera en 2008, aunque entonces en una sede diferente, en Sukarrieta) por el entonces diputado general vizcaíno Unai Rementeria, el lehendakari se ha mantenido distante. "Nunca lo ha visto", señalan fuentes peneuvistas. Ahí se entienden las reticencias públicas del Gobierno vasco, que nunca se ha mostrado dispuesto en estos cinco años a consignar partidas presupuestarias para el proyecto, cuya inversión total está calculada ahora en 127,5 millones de euros.
Aunque la realidad es que hoy día no existe ninguna partida presupuestaria específica para el Guggenheim en Euskadi. Ni siquiera de la Diputación vizcaína, quien sí ha mostrado su compromiso financiero pero que en los recientemente aprobados presupuestos para este año no tiene partida concreta para el museo en Urdaibai. El único dinero ya disponible son 40 millones de euros del Gobierno central, una de las concesiones al PNV para la investidura de Pedro Sánchez, pero esta partida está dirigida a actuaciones de regeneración ambiental en las zonas donde se quiere ubicar el museo. "No están condicionadas a su construcción. Se acometerán aunque no haya Guggenheim", señalan fuentes del PSE de Bizkaia.
En este terremoto político también sorprende que Urkullu comentara el lunes pasado que "no es fácil hacerlo sin que haya un proyecto concreto", frente a las declaraciones de los últimos meses de dirigentes peneuvistas y los hechos. El pasado 15 de diciembre, la diputada general Elixabete Etxanobe, el ya aspirante a lehendakari del PNV Imanol Pradales y un técnico presentaron el proyecto a la veintena de alcaldes de la comarca. Y dos días después, El Correo publicó los detalles del diseño elaborado por un estudio de arquitectura, que ocuparía dos parcelas de 61.000 metros cuadrados en Gernika y Murueta.
Tensiones internas
Aunque Urkullu no anda desencaminado sobre la falta de información. Han tenido que pasar cuatro años desde que retomara el proyecto para conocer los detalles y ha sido a través de un medio de comunicación. Y lo difundido destierra la idea de que el Guggenheim se quiera ampliar en Urdaibai a través de dos sedes. El museo solo existiría en Murueta, en la zona donde se ubica Astilleros de Murueta. En Gernika, en la abandonada fábrica de Dalia, solo se albergaría una zona para adquirir las entradas, un auditorio, una tienda, un restaurante-cafetería, un área de alquiler de bicicletas y un parking.
La apertura de un "periodo de reflexión", nada más que de dos años, sobre un proyecto que lleva en gestación 16 años es una muestra de las tensiones internas del PNV. Un partido poco dado hasta ahora a airear públicamente sus discrepancias, especialmente entre todo un lehendakari y el todopoderoso aparato vizcaíno. Detrás parece estar la salida forzosa de Urkullu (que ya tuvo su primer encontronazo hace unos meses con su partido al negarse a adelantar las elecciones autonómicas que se celebrarán este año) y especialmente el nerviosismo ante el serio riesgo de perder por vez primera en 44 años las elecciones al Parlamento vasco.