Los represaliados de Orduña eran “muertos-vivientes”
- Un inspector del movimiento falangista calificó a los presos de Orduña como muertos-vivientes
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“Aquí no hay fusilamientos. No hay heridas de armas de fuego. Eran personas recluidas en la Prisión Central de Orduña”, ha explicado a Crónica Vasca Lourdes Herrasti, antropóloga, historiadora y voluntaria de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, también implicada en el proyecto.
A finales de 1939 hasta 1941 se abrieron las puertas de la Prisión Central de Orduña, que anteriormente había sido utilizada como campo de concentración. Esta cárcel, que permaneció abierta durante un año y medio, albergó a miles de personas condenadas por delitos de rebelión fundamentalmente.
Los presos eran todo varones, por lo que los cuerpos que han podido exhumar en el Cementerio de Orduña ―92 en total―, corresponden a hombres militantes de partidos y sindicatos, maestros, alcaldes o agricultores afiliados a organizaciones políticas u obreras: “La mayoría eran trabajadores del campo que reivindicaban un poco de tierra para ellos, para trabajar. Buscaban una reforma agraria y al final se les castigó matándolos de hambre”, ha lamentado Alberto Alonso, director de Gogora, el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos.
La mayor parte eran de Badajoz, pero también había gente migrante de Ciudad Real y Málaga. Ellos no provenían del frente de batalla, sino de otras prisiones o campos de concentración, como el de Castuera (Badajoz) ―“un centro de distribución de presos”, según Herrasti―, y el Fuerte de San Cristóbal (Navarra).
“En la época del franquismo fue muy habitual el traslado de presos a lugares muy lejanos a su lugar de origen, así los familiares se desentienden y se produce un distanciamiento con los familiares”, lamenta la experta.
Estas personas eran trasladadas en camiones y autobuses al Cementerio de Orduña tras morir, en la mayoría de ocasiones, de avitaminosis según recogen los documentos. A consecuencia de las condiciones de insalubridad, miseria, violencia y falta de alimentos a las que fueron sometidos, se registró la muerte de 201 personas con “nombres y apellidos, el día que fallecieron y por qué fallecieron”, ha explicado Alonso.
Según ha relatado el director de Gogora, en 1941 una vecina de Orduña hizo pública su sorpresa al ver que todos los días salía una caja de la cárcel al hospital, por lo que un inspector adepto al movimiento nacional ―falangista―, se presentó allí a visitar la prisión y calificó a las personas como muertos-vivientes.
Muchos de ellos mueren por enfermedades que se desarrollaban y transmitían muy rápidamente por un organismo deficiente
Lourdes Herrasti, historiadora, antropóloga, y voluntaria de Aranzadi, también implicada en la exhumación de Orduña
“Las cárceles eran muy frías y no comían bien, no tenían las mínimas condiciones de vida. Se convierten en lugares donde tener retenida a la gente. Muchos de ellos mueren por enfermedades que se desarrollaban y transmitían muy rápidamente por un organismo deficiente, por abandono o por desatención”, ha concluido Herrasti.
Campaña de colaboración con Extremadura
Según Alonso, casi el 80% era gente procedente de Extremadura, por lo que “se está haciendo una campaña con la colaboración de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática para intentar, a través de la colaboración con las diputaciones de Cáceres y Badajoz, identificar a estas familias”, ha explicado Alonso.
Desde entonces, han pasado más de 80 años y se ha podido identificar y entregar los restos en once ocasiones, pero Alonso asegura que “es una historia muy compleja con unos tentáculos que llegan hasta el presente y el reto es conseguir identificar al mayor número de víctimas posible”.
Por su parte, el alcalde de Orduña, Iker Santo, asegura que “las administraciones públicas tenemos que ir sobre todo a Extremadura y conseguir ADN”.
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En 2014 se realizó la primera intervención en el Cementerio de Orduña por parte de la Sociedad de Ciencias Aranzadi que procedió a la exhumación de catorce cuerpos. Casi diez años más tarde, en 2022, recuperó 57 más.
A día de hoy, con la tercera fase de la intervención que termina este domingo, se han podido identificar en total 92 cuerpos, de los cuales once han sido entregados a sus familias y han sido sepultados dignamente en el Columbario del Cementerio de Orduña o en un panteón en sus respectivos hogares.
Se trata de la recuperación de víctimas del franquismo más numerosa realizada hasta la fecha en la Comunidad Autónoma Vasca.