Tiene una mirada entre perdida y triste que esconde demasiados secretos. Jesús Eguiguren (Aizarna, Gipuzkoa, 1954) acaba de publicar sus 'Memorias políticas (Betagarri liburuak)', donde repasa su larga trayectoria, sin duda marcada por su papel protagonista en la negociación con ETA durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
En su entrevista con Crónica Vasca en un hotel de San Sebastián, expone que a veces le cuesta creer todo lo que ha vivido. Y tiene razón en ese aserto, porque, cuando menos te lo esperas bucea en sus recuerdos y te sorprende al contarte minuciosamente cosas que parecen increíbles.
Cosas como el drama de un compañero socialista asesinado por ETA y cuyos padres acabaron suicidándose, como sus conversaciones con Rubalcaba durante el proceso negociador, como sobre lo que los negociadores de la banda le contaron sobre los enviados por Aznar o como su viaje a Madrid para alertar al Gobierno de que se avecinaba un atentado poco antes de la bomba en la T-4 de Barajas -"fui porque Thierry me lo dijo, pero no nos hicieron caso"-.
¿Cómo quisiera ser recordado Jesús Eguiguren?
Me gustaría ser recordado como un dirigente socialista que en los tiempos malos aguantó. Y cuando vio una posibilidad, pues intentó acabar con ETA mediante el diálogo. Toda mi vida ha sido militancia en el Partido Socialista, pero supongo que me conocerán por eso.
No me molesta que me asocien con el proceso de paz, pero me gustaría que también me asociasen con la resistencia democrática en Euskadi
¿Y cómo es vivir pensando que, pese a su larga trayectoria y todo lo que le ha hecho, todo el mundo le asocie a las conversaciones con ETA del proceso de paz de Zapatero?
Sí, yo soy consciente de que todo el mundo me asocia con el proceso de paz. Y quizás es lo más importante que he hecho en la vida, pero estoy en política desde los últimos años del franquismo. He pasado muchos momentos difíciles y ha sido una vida muy larga en política. No me molesta que me asocien con el proceso de paz, pero me gustaría que también me asociasen con la resistencia democrática en Euskadi.
Usted defiende en su libro que "la Transición en Euskadi terminó en 2011 y no ha sido reconocida como se merece". ¿Qué quiere decir con ello?
Creo que la sociedad española y en gran medida la vasca se acostumbraron al terrorismo. Y no fueron muy conscientes de que aquí se vivía en una situación no democrática. Había una parte de la sociedad que vivía de alguna forma bajo la amenaza o bajo el miedo al terrorismo. No se puede equiparar lo que pasó aquí a lo que pasó en la Transición española, por eso digo que aquí acabó cuando acabó ETA.
Pero usted defiende que la Transición fracasó en Euskadi por la existencia de ETA, sí, pero también por más factores...
Sí. Aunque lo que más llama la atención es el terrorismo, aquí se produjo una ruptura en los primeros años entre el nacionalismo y los constitucionalistas. La Constitución dividió y enfrentó a gran parte de la sociedad. Aunque sin el terrorismo no hubiera sido lo mismo, la división de la sociedad vasca es en parte la que condicionó la Transición.
En el libro ubica el inicio de ese "infierno" en 1978, en el referéndum sobre la Constitución, solo apoyada por el PSE, PCE y UCD... ¿Cómo lo vivieron en el socialismo vasco?
Eso es lo que tengo en el recuerdo, aunque a veces los recuerdos traicionan. Yo era muy joven y vi que la sociedad se dividía entonces: el PNV se opuso a la Constitución, el nacionalismo radical también se opuso y ahí se produjo una fractura donde a diferencia de España, donde se logró que de las dos España surgiera una, aquí de una Euskadi surgieron cuatro o cinco Euskadis. Fue una sociedad dividida.
Imagino que una de las cosas más duras de una dilatada carrera como la suya es sufrir el asesinato de compañeros. Casas, Jauregui, Buesa, el último fue Isaías Carrasco... ¿Cómo lo vivió y sobre todo qué secuelas cree que le han quedado tanto a usted personalmente como a la propia sociedad?
Todos los que hemos sufrido el terrorismo arrastramos algunas secuelas, aunque no seamos muy conscientes de ello. Ver la muerte cerca, compañeros asesinados, etcétera... Mientras lo vives en cierta forma te haces a ello, pero cuando miras atrás y lo recuerdas, son situaciones realmente dramáticas que condicionan la vida de uno y lógicamente condicionan la vida de toda una sociedad.
Jesús Eguiguren en la entrevista con Crónica Vasca.
¿Fue el Pacto de Ajuria Enea el mejor instrumento político que ha habido contra ETA?
Sí. El Pacto de Ajuria Enea ha sido el mejor documento contra ETA. Fue el que estableció las líneas generales de cómo había que luchar contra ella. Antes del Pacto de Ajuria Enea cuando había asesinatos o atentados cada partido decía cosas distintas; y a partir del pacto se estableció una unidad democrática. Creo que fue muy importante.
También está el Pacto por las Libertades firmado por Zapatero y el Gobierno del PP. Es el que sirvió para ilegalizar Batasuna. Hoy, visto con perspectiva, ¿fue un acierto o fue un error?
Tuvo mucha incidencia en el debilitamiento del mundo de la izquierda abertzale. Porque la izquierda abertzale quería hacer política y se le vino a decir que mientras existiera ETA no podrían hacer política, que es un poco lo que decía Rubalcaba.
O votos o bombas.
Eso es. O votos o balas. Fue entre otros muchos un factor importante en el debilitamiento de ese mundo.
Algunos creemos que los GAL no sólo fueron un terrorismo de estado monstruoso, sino que también sirvieron de cantera a ETA, sobre todo en Gipuzkoa. ¿Cómo vivieron ustedes aquello desde el socialismo vasco, con todo lo que pasó después, teniendo en cuenta a quién se condenó y a quién se señaló como la famosa X de los GAL?
Lo vivíamos como algo desastroso para nosotros. Primero porque no concebíamos que el Estado pudiera promover el terrorismo. Y segundo porque también pensábamos que si se mataba a etarras, ellos matarían a los que tenían enfrente, a nosotros.
Al principio no lo creíamos. Hoy en día resulta fácil creerlo porque están los datos, los procesos, las condenas. Pero en aquel momento vivíamos en un mundo de confusión. Aunque siempre condenamos a los GAL. Constantemente escribíamos las cartas del Comité Ejecutivo al Gobierno diciendo que a ver qué pasaba, que se parara con aquello. Creo que fue muy negativo.
Otegi, en la medida en que pudo, arrastró a HB o Bildu hacia la política desligada de la violencia. Por eso yo le reconozco mucho mérito a lo que hizo
Se ha hablado mucho de aquella definición de Otegi como "hombre de paz". Usted dialogó con él durante años. ¿Cómo lo definiría? ¿Y cuál es su relación hoy? ¿Son amigos?
Sí, creo que hemos llegado a ser amigos porque han sido muchos años de contacto. No somos amigos de una relación diaria, pero de vez en cuando quedamos para comer o para charlar. La gente se cree que todo obedece a condiciones objetivas o políticas, pero el factor humano es también fundamental en política. Y Otegi, en la medida en que pudo, arrastró a HB o Bildu hacia la política desligada de la violencia. Por eso yo le reconozco mucho mérito a lo que hizo.
La gran pregunta que siempre ha sobrevolado, que Évole ya le hizo en 'Salvados' hace años y sigue vigente, es si lo hizo como algo estratégico o por convicción.
No hay contradicción. Tú adquieres unas convicciones porque ves que de cara al futuro estratégicamente no tiene sentido lo que estás haciendo. Todo lo que hacen los partidos políticos suele tener un componente táctico o estratégico, pero aparte hay que tener convicciones.
Usted fue el principal protagonista de aquel proceso de paz de Zapatero. Era el único que estaba en las dos mesas, en la de partidos de Loyola y en la que estaban los miembros de ETA en Suiza. Visto hoy, ¿para qué cree que sirvió todo aquello? Lo digo porque hay dos grandes teorías casi contradictorias.
Una dice que sobre todo sirvió para deslegitimar a ETA y, así, se contribuyó decisivamente a su final aunque el proceso fracasase. Otra teoría dice que se le dio a ETA un balón de oxígeno en un momento en que ya estaba en fase terminal por la acción de las Fuerzas de Seguridad. ¿Usted se queda con la primera o es una mezcla de los dos?
Me quedo con la primera. Lo que pasa es que los que estaban en contra del diálogo en todo momento nunca reconocieron que el proceso influyera positivamente. Yo, que lo he vivido muy de cerca todo ese tiempo, estoy absolutamente convencido de que influyó de forma decisiva.
Que la Guardia Civil fuera eficaz influyó muchísimo porque a fin de cuentas un terrorismo se combate con la policía. También influyó muchísimo que apareciera el terrorismo islámico porque no puedes justificar tus muertos y no justificar los que mata el terrorismo islámico
De hecho, en los estudios de la Guardia Civil o en los foros de Euskadi que documentan lo que pasó consta que de antes de la ruptura de la tregua a después decayó muchísimo el apoyo a ETA. Una de las banderas de siempre de Batasuna y ETA era que había conflicto porque el Gobierno no quería negociar. Y esta vez entre otras cosas se demostró que el Gobierno quería negociar y que quien rompió fue ETA.
Su influencia fue importantísima. Otra cosa es que hubiera otros muchos factores que también influyeron. Que la Guardia Civil fuera eficaz influyó muchísimo porque a fin de cuentas un terrorismo se combate con la policía. También influyó muchísimo que apareciera el terrorismo islámico porque no puedes justificar tus muertos y no justificar los que mata el terrorismo islámico. El terrorismo pasó de ser algo revolucionario en los años 60 a ser lo más reaccionario en los últimos años. Habría, por tanto, una suma de factores, pero el diálogo hizo que todos esos factores pudieran unirse de alguna forma.
Hace unos días, en un evento de la Fundación Buesa, Ramón Jauregui destacaba que el final de ETA había sido casi el mejor posible porque había sido a cambio de nada, sin entregar nada, al revés que la paz por presos de Irlanda. ¿Coincide con esa visión?
Sí. Creo que el final de ETA fue el mejor final posible y el mejor final de los imaginados. Porque todo el mundo pensaba que si un día acababa ETA, pues sacarían a todos los presos y todo el mundo les haría homenajes. El fin de ETA se produjo a cambio de nada. O sea, no hubo ni una sola concesión de ningún tipo. Por tanto, fue mejor de lo que imaginábamos.
¿Se ha sentido alguna vez como el villano o el malo de la película? Lo digo porque usted en una entrevista decía que después de aquella candidatura de 2001 casi conjunta entre Mayor Oreja y Nicolás Redondo, pasó a ser odiado. ¿Hoy en día también lo es?
Creo que ya se habrán olvidado de mí. Pasó que como fui protagonista en la crisis con Nicolás Redondo, todos los medios de derechas en los que él tenía mucho predicamento se centraron en mí como el traidor a una causa. Y luego, con el diálogo, pues doblemente traidor. Para muchos sí fui el villano de esta historia. Pero en el País Vasco siempre encontré apoyo.
Usted llevó escolta, si no he hecho mal las cuentas, durante 27 años.
Sí, empecé a llevarla en el 84, cuando mataron Enrique Casas. Luego hubo fases en que me la quitaron. Pero bueno, empecé con los geos, que eran tíos de dos metros que llevaban la metralleta en el periódico, luego con la Guardia Civil, luego con la Ertzaintza... No se puede desligar mi vida de la compañía de la escolta.
Eso, que en teoría es bueno porque te da una seguridad que otros no tienen, también te hace un marginado social en la medida en que te dificulta el contacto con la gente. A la gente no le gustaba que anduvieras con escolta y te pararas a hablar con ellos. Te reduce la vida social porque no conduces, no coges autobuses...
A veces pienso que los problemas que tengo hoy en día de sociabilidad en gran medida vienen de ese hecho, por haber vivido un poco aislado.
Cuando echo la vista atrás, tengo que hacer un esfuerzo para creer que todo lo que he vivido ha sido verdad. (...) Lo de la escolta, lo de vivir sintiéndote perseguido o esas inmensas manifestaciones apoyando a ETA que creaban miedo a la sociedad...
Vivir tantos años con la escolta es un hecho objetivo y representativo de lo que pasó. ¿Cómo se le explican estas cosas -no sé si usted lo hace- a los jóvenes de hoy de Euskadi para que comprendan el nivel de lo que se vivió aquí?
No sé cómo se explica. Me cuesta explicármelo a mí mismo a veces. Cuando echo la vista atrás, tengo que hacer un esfuerzo para creer que todo lo que he vivido ha sido verdad. Por tanto, supongo que es muy difícil explicarle a una persona que no ha vivido esa situación lo que eso representaba. Por eso, cuando se habla de la memoria, siempre pienso que hay una parte de lo que ocurrió que difícilmente pasará a la memoria porque es muy difícil que pase.
El número de muertos es un hecho objetivo y el número de atentados es un hecho objetivo, pero lo de la escolta, lo de vivir sintiéndote perseguido o esas inmensas manifestaciones apoyando a ETA que creaban miedo a la sociedad... La verdad es que no sé cómo se transmite todo eso.
¿Y qué les diría esos jóvenes abertzales que todavía hoy ponen carteles o imágenes de recuerdo u homenaje a los presos o fugados de ETA?
Creo que son muy pocos ya. Y que tiene muy poquito que ver con ETA o con la izquierda abertzale. Es una extrema izquierda especial que ha surgido en Euskadi y que realmente no es consciente de lo que dice. Porque al mismo tiempo que en una pancarta ponen "parar el genocidio en Palestina", ponen "destruyamos Israel", que sería otro genocidio. En todo caso, me parece que es muy minoritario.
¿No tiene la sensación de que ahora, en el posterrorismo, pese a la victoria de los demócratas sobre ETA, es precisamente el antiguo brazo político de ETA el que está sacando más rédito político? Es eso que dicen algunos de que se está premiando a los que mataban y a quienes les sustentaban por dejar de hacerlo. ¿Cómo se explica? ¿Cómo lo ve?
Creo que tiene muchas explicaciones. Una de ellas es que cuando acabó ETA en España, incluyo a Euskadi, no hubo un ambiente de que había ocurrido un acontecimiento histórico importante. Parte de la prensa de la derecha lo cogió con desconfianza: 'esto será otra trampa'. No se quiso reconocer la labor de Zapatero y su Gobierno. No hubo unas condiciones para que la sociedad capitalizara el fin de ETA, que es lo que tenía que haber pasado.
De hecho, me acuerdo que Odón Elorza intentó que el Congreso de los Diputados aprobase una resolución hablando de muchos años de sufrimiento y del fin del terrorismo, pero no pudo sacarla adelante porque los partidos no se pusieron a favor. No supimos convertir el final de ETA en algo políticamente positivo.
En cambio, los seguidores de ETA sí lo convirtieron, con esa doble condición de que 'os hemos dejado de matar y ya podéis agradecerlo' y además en el sentido de capitalizarlo, porque entre ellos no hubo dudas.
Negoció con José Antonio Urrutikoetxea, alias Josu Ternera, durante muchas horas, hasta que ETA lo apartó y colocó a Thierry al frente. En los últimos años por fin fue detenido, hemos visto un documental sobre su figura y ahora tiene causas pendientes con la justicia. ¿Cuál es su opinión sobre él?
Era un hombre con unas ideas en la cabeza que eran las de ETA y que no se movió ni un milímetro de esas ideas. No me sorprende las cosas que dijo en el documental con Évole porque cree en ello. Están cargados de tanto fanatismo que no les permite hacer autocrítica de su pasado.
Imagen de ejemplares del libro de Jesús Eguiguren.
