Los trastornos de la conducta alimentaria han subido considerablemente en Euskadi en los últimos dos años. Las llegada y expansión de la pandemia ha agudizado estos problemas de salud mental, y han crecido un 32,26% en este periodo de tiempo, de los 5.932 casos en 2019 a los 8.757 en 2021. Si se compara interanualmente, el aumento también es grande, del 20,6% teniendo 6.955 casos en 2020. Según los expertos, la pandemia ha tenido un impacto muy negativo en este tipo de trastornos y el encierro y el aislamiento social han favorecido aún más la aparición de estas enfermedades directamente relacionadas con el aspecto físico.
Y a esto ha que sumarle otro factor clave más. El último estudio del Observatorio de la Juventud asegura que ha descendido la satisfacción con su físico entre las mujeres jóvenes de Euskadi. En una escala del 0 al 100, la juventud vasca concede una importancia de 71 puntos de media a la imagen física y los chicos afirman estar más contentos con su cuerpo que las chicas. De hecho, en los últimos años, se viene apreciando un aumento de la importancia concedida al físico, y al mismo tiempo, un descenso de la satisfacción don el mismo. Esto trae peores balances cada año, sobre todo entre las mujeres, quienes siguen estando más expuestas a los cánoces de belleza y a las críticas.
La pandemia ha favorecido estos trastornos
En total, en 2021 se atendieron un total de 8.757 consultas en toda Osakidetza relacionadas con los trastornos de la conducta alimentaria, un 20,6% más que en 2020 y un 32,26% más que en 2019. La mayoría de estos casos se han manejado desde las Redes de Salud Mental, y destaca el caso de la de Bizkaia donde se ha atendido a más de 3.400 personas. En cuanto a las hospitalizaciones, durante el pasado año hubo 359 ingresos: 57 en Álava, 209 en Bizkaia y 93 en Gipuzkoa.
Estas enfermedades se han complicado aún más, y los datos lo demuestran, desde que llego la covid-19, el confinamiento y las constantes restricciones y medidas. "La pandemia ha tenido un impacto muy negativo en estos trastornos. El encierro y el aislamiento social han puesto en riesgo la salud, a nivel mental, de muchas personas que no han podido regular sus emociones y que son muy vulnerables", asegura el psicólogo Kike Esnaola. A lo largo de toda la pandemia, se ha incentivado la actividad física como vía de escape, primero al encierro y después a las limitaciones sociales, y a través de las redes sociales se ha transmitido una imagen "muy idealizada" poniendo siempre el foco en la imagen física lograda a través del deporte y la dieta.
Además, hay muchas personas que recurren a la comida para gestionar sus emociones. "Cuando no tenemos otra herramienta y solo nos queda comer, esto se convierte en un problema. Llega la insatisfacción, el rechazo corporal, la operación bikini de verano... Todo esto se ha reforzado por la dura situación que hemos vivido y sobre todo en las mujeres que son quienes están más expuestas a la presión estética y a los cánones de belleza", apunta Kike Esnaola.
Las redes sociales y los filtros crean el caldo de cultivo
Todo esto tiene un escenario muy importante que se convierte en cómplice: la redes sociales. La dependencia que los jóvenes tienen de Instagram, Twitter o Facebook no hace sino alimentar estos trastornos. La adolescencia es una época con constantes cambios físicos y hay que integrarlos, y ese reto evolutivo puede volverse muy complicado. "En el caso de las chicas, su cuerpo va adquirieron un potencial erótico y para ellas se convierte en una situación complicada porque tienen que lidiar con nuevas cuestiones que desconocían y exponerse a situaciones complejas", apunta este psicólogo vasco.
Las redes no ayudan, solo potencian la "idealización" de los cuerpos y de las vidas de los demás, aspirando a ser como alguien que no es real. Y aquí entran en juego los famosos filtros, un juego que puede ser muy peligroso: "Estos permiten definir el cuerpo y ajustarlo a los cánones a golpe de click. Cuanto menos se parecen a como es una persona realmente de verdad, más posible es el rechazo corporal, la depresión, la ansiedad o los trastornos alimenticios. Y esta es una cultura que todos estamos sosteniendo y que es un disparador para problemas mentales muy serios".
Sin asistencia psicológica pública suficiente
Estos trastornos creen, pero no lo hace la atención pública disponible para atenderlos. Lograr una consulta en la Red de Salud Mental de Álava supone entrar en una lista de espera de más de 38 días, más de un mes. Y en total hay más de 850 personas en esta situación. Unos datos preocupantes y que, sin embargo, distan mucho de la realidad que se vive en Bizkaia o Gipuzkoa, donde las demoras son de 1,33 días y 2,88 respectivamente. Así, la listas de espera para conseguir una cita en Álava es 30 veces superior a la del territorio vizcaíno o guipuzcoano.
En total hay más de 3.100 vascos esperando para ser atendidos en la Red de Salud Mental. Una red que no dispone de los profesionales suficientes como para atender a todos los pacientes. Actualmente Osakidetza sólo dispone de 157 psicólogos en toda su red asistencial: apenas hay siete psicólogos en el sistema público por cada 100.000 habitantes. En el conjunto de Europa hay un psicólogo por cada 5.500 habitantes y en países como Finlandia la presencia de psicólogos por habitante multiplica por diez la del País Vasco. Para cumplir con los estándares europeos, Euskadi necesitaría 395 profesionales, 238 más que los que tiene actualmente. Osakidetza ahora mismo sólo dispone del 40% de los psicólogos con respecto a lo que dicta la media europea.
"Hay que revisar el valor que se le da a la salud mental"
La única vía posible que queda para ser atendido pronto es la privada. O no. "Ya estamos colapsados. Yo llevo con la agenda cerrada y con lista de espera desde septiembre u octubre. Y esto ocurre porque se han juntado dos factores: que hay una mayor demanda porque la gente pide antes ayuda, y esto es muy positivo, y que la red pública no puede absorber toda la casuística que existe". El psicólogo Kike Esnaola señala que cuando se da una situación de colapso como esta en la red pública, el baremo pasa a colocarse en los casos más graves, dejando de lado otras más leves. Sin embargo, el porcentaje mayoritario tiene muchos factores de riesgo y se queda sin ser atendido.
"Si una enfermedad de estas características se ataja desde el primer signo de alerta, se puede evitar que se produzca con máyor gravedad o incluso aplacar el trastorno. Si dejas a esa persona en la lista de espera, se va haciendo más y más grave porque no lo estás atendiendo. Hay que revisar el valor que se le da a la salud mental, porque no se le da el que tiene", afirma este psicólogo.