El 8 de diciembre de 1998 fue asesinado por un ultra neonazi del Atlético de Madrid el joven seguidor de la Real Sociedad Aitor Zabaleta. El suceso conmocionó al mundo del fútbol, del fútbol vasco sobre todo. El aficionado txuriurdin había acudido a la capital de España a presenciar un partido de su equipo pero nunca volvió con vida a Donostia, donde 25 años después se le recuerda como un símbolo, un representante de los mejores valores de la pasión por el fútbol frente a la violencia.
Estos días testigos del asesinato y familiares han evocado en diversos medios de comunicación lo sucedido en la previa de aquel partido de la UEFA de 1998 que enfrentaba a Atlético y Real. Dos equipos cuyas aficiones ya habían protagonizado incidentes anteriormente con cierto aroma político que auguraban un ambiente especialmente tenso esa noche en la zona del viejo Vicente Calderón.
"Iban a matar a un vasco y lo consiguieron", decía en Onda Vasca Maider Gorostidi, de la peña realista Izar con la que hace 25 años Zabaleta viajó a Madrid. La sensación con la perspectiva de hoy en día es de una absoluta indefensión por parte de la afición txuriurdin desplazada a la capital, de que nadie se preocupó de evitar la tragedia. Aunque parezca increíble, fue un policía municipal el que recomendó al grupo de Aitor que acudieran al bar donde más tarde serían atacados por aficionados radicales del Atlético, en concreto de Bastión 1903, grupo escindido del Frente Atlético.
Es más, los testimonios de los allí presentes coinciden en que la desgracia podría haber sido mucho mayor. Aitor, de hecho, fue apuñalado por Ricardo Guerra, único condenado, cuando protegía del acoso de los ultras a aficionados más vulnerables. "Salvó la vida de varios de los que viajaban con él", señala uno de los hermanos de Aitor, Iker Zabaleta, en una entrevista en Noticias de Gipuzkoa, cuyo periodista Mikel Recalde cuenta que vivía en Madrid entonces y presenció en directo el partido que acabaría convirtiéndose en uno de los episodios más negros de la historia del fútbol.
Homenajes y grada popular
La muerte de Aitor Zabaleta causó un gran impacto en San Sebastián, donde a lo largo de los años ha recibido multitud de homenajes y es recordado en cada partido en Anoeta, donde cuenta con una estatua en su honor y, desde la reforma, con la grada popular a su nombre. La tragedia incluso ejerce de puente entre aficiones de equipos vascos, desde las que siempre se ha mostrado respeto y cariño por su figura (Zabaleta sería para la Real lo que Iñigo Cabacas, asesinado por la Ertzaintza en 2012, al Athletic).
No ha sido así en todos los campos de España, como denuncia su familia, que apunta especialmente a la falta de empatía por parte de la directiva del propio Atlético. Los cánticos que vinculan a Zabaleta con Jarrai y con ETA han sido habituales en sectores de estadios monopolizados por grupos de ultraderecha, no solo del equipo colchonero.
A nivel legal, la Audiencia Provincial de Madrid condenó en 2000 a Guerra a 17 años de prisión, aunque familia y allegados siempre han defendido que en la muerte del donostiarra participaron activamente otros de sus compañeros que también tendrían que haber sido condenados. En 2018 Guerra fue detenido en Brujas, en Bélgica, por realizar el saludo nazi en las inmediaciones del estadio de la ciudad, a la que había viajado aprovechando un tercer grado.
El entorno del Frente Atlético tiene en su negro currículum además el cadáver de Jimmy (Francisco Javier Romero Taboada), el hincha del Deportivo de La Coruña asesinado en Madrid en 2014 al ser lanzado al río Manzanares tras una pelea entre radicales de ambas aficiones.