Para Silvia Intxaurrondo (Barakaldo, 1979), el periodismo es "el oficio más bello del mundo", pero también "uno de los más complejos en estos tiempos de populismo", denuncia. En su caso, fue algo vocacional, ya que desde los 14 años se imaginó en mitad de un conflicto armado narrando todo lo que pasaba. Y es que soñó con ser periodista cuando en la década de los 90 escuchó las primeras crónicas de los corresponsales en la guerra de Bosnia.
A día de hoy se considera una periodista todoterreno que no quiere ponerse límites, que disfruta contando noticias esperanzadoras y milita contra la mentira. En su opinión, la precariedad y la autocensura son los dos grandes males que amenazan a una profesión que a día de hoy es más necesaria que nunca. De estas y otras cuestiones relacionadas con el periodismo y los medios de comunicación charla Silvia Intxaurrondo a través del teléfono para Crónica Vasca.
-¿Cuándo supo que quería ser periodista y por qué eligió este oficio?
-Lo supe más o menos sobre los 14 años, porque me coincidió con los grandes narradores de la guerra de Bosnia, que contaban lo que pasaba a miles de kilómetros y te hacían sentir la emoción, el sufrimiento y todos los sentimientos que habitaban desgraciadamente en esa guerra. Entonces me di cuenta de que quería hacer lo que hacían estos periodistas.
-¿Pensó alguna vez en viajar a uno de los conflictos que asolan el planeta para contar lo que estaba ocurriendo?
-Sí. Me encantaba la idea de ser corresponsal de guerra y me asombraba que una persona pudiese arriesgar su vida, ir a una situación de peligro y sacar de ese conflicto historias como las que yo leía, historias de emocionantes, de injusticia, conmovedoras... Luego descubrí que la profesión tiene muchas aristas y es extraordinaria, de modo que pienso que ningún periodista debe limitarse a un material concreto, a no ser que él quiera. Cada periodista debe sentir que tiene las herramientas para contar todo tipo de noticias y no poner límites a las historias que podemos transmitir.
-¿Quiénes fueron y quiénes siguen siendo ahora, a día de hoy, sus referentes?
-Iñaki Gabilondo, Julia Otero y otros muchos compañeros con los que mantengo contacto, a los que leo y de los que reviso trabajos extraordinarios en el ámbito de la política, de la investigación... Hay grandes nombres pero también periodistas cuyos nombres muchas veces no saltan a los medios de comunicación más que porque firman o ponen la voz en la noticia, pero que realmente hacen extraordinarias historias.
-¿Qué es lo que más le gusta de la profesión?
-Lo que más me gusta de esta profesión es lo que yo vi en el trabajo de los compañeros en esa guerra, con esa empatía con la que mostraban los problemas de la sociedad y ayudan a otras personas para avanzar contando historias que mueven el mundo.
-¿Y lo que menos?
-Pues yo creo que muchas veces lo que menos me gusta, desde luego, sobre todo en los últimos tiempos, son los bulos que muchas veces se desatan desde medios de comunicación o páginas web que hacen que los ciudadanos puedan quedar confundidos. Eso no es periodismo. Eso son mentiras, fake news, y con ellas contribuyen a desechar la profesión.
-¿Se siente una periodista todoterreno?
-Sí, pero la verdad es que a la hora de narrar me siento muy cómoda en la televisión. Me parece el medio con mayor ventaja y el más completo porque tiene una grandísima inmediatez, pero además te muestra el escenario de la noticia y te permite ver el rostro y escuchar las voces de sus protagonistas.
-¿Recuerda alguna de las exclusivas o hechos noticiosos que mayor satisfacción le han reportado?
-Recuerdo con cariño muchísimas historias. He contado muchas noticias y muchas veces han sido noticias que han cambiado la historia del mundo, sobre todo en los últimos tiempos, como guerras, situaciones políticas, procesos electorales... pero son las pequeñas historias las que recuerdo con más cariño. Por ejemplo la historia de unos padres que estaban desesperados porque alguien operase a su hijo y pudiera salvarle la vida, ya que tenía una enfermedad muy difícil de abordar. Les entrevistamos antes y después, cuando ya intervinieron al niño, y la verdad es que me resultó extraordinariamente emocionante ver a los padres diciendo que todo había salido bien. Son historias como ésta que provocan esperanza las que a mí, sinceramente, más me gusta contar.
-Una de las cosas que más nos achacan es precisamente la de que sólo damos malas noticias...
-Exacto. Nos hemos acostumbrado a contar historias con un impacto negativo, así que cuando tienes buenas noticias que permiten avanzar en el ámbito de la ciencia y dan esperanza a tantísima gente, me gusta muchísimo ponerles voz y rostro para visibilizar que hay esperanza y que el futuro va a ser mejor.
-¿Y cuál sería la noticia que más le ha costado dar, bien sea por su impacto o por el esfuerzo que le supuso obtenerla?
-Pues hay muchas que me ha costado dar porque he dado noticias muy duras, pero recuerdo cuando estaba trabajando en Noticias Cuatro, un trago muy gordo que viví en directo, que fue contar la muerte en un incendio de una persona que yo conocía. Enfrentarme a esa emoción me enseñó muchísimo. Y ahora, por ejemplo, me cuesta mucho narrar cada día la masacre que Israel está perpetrando en Gaza.
-¿Corremos el peligro de acostumbrarnos al horror diario y que los espectadores también se acostumbren?
-Sí, porque es que además, cuando llego por la mañana a la televisión, los ataques se producen de noche y prácticamente en las mismas zonas, entonces podríamos narrarlo de la misma manera que el día anterior, pero creo que los periodistas tenemos que hacer un esfuerzo por evitar normalizar masacres como la de Gaza. Nosotros tenemos que hacer el primer esfuerzo para decirle a la gente que no puede acostumbrarse a eso y que nosotros mismos tampoco podemos acostumbrarnos a contar eso.
Prestigio, credibilidad y fake news
-¿Qué cree que debemos hacer los periodistas para tratar de recuperar el prestigio que hemos perdido en los últimos años?
-Yo creo que ser honestos y contar la información con veracidad. Y para eso, el primer paso es evitar que nos la cuelen. Cuando veamos una información por delante de nuestros ojos y haya algo que no encaja, debemos preguntar e intentar indagar. Y cuando descubrimos que es mentira debemos decir que es mentira, porque yo creo que lo que más ayuda es decir a la gente que ese mensaje que está circulando por los medios de comunicación no se lo crea porque es un bulo. Y no podemos dejar pasar ni uno.
-Precisamente usted destaca por cuestionar y rebatir de forma contundente informaciones falsas en sus entrevistas políticas. ¿Se considera una periodista incómoda?
-No lo sé, pero muchas veces pensamos en cómo le voy a decir yo a un político que está equivocado. Pero si está equivocado o no ha manejado una información cierta, pues hay que decirle con total normalidad: "Oiga, esta información no es cierta". Y ya está.
-¿Cree que a veces, especialmente en política, tratan de utilizar a los periodistas como meros mensajeros 'correveydiles'?
-Exacto. Ellos trasladan un mensaje con el objetivo de que nosotros lo reproduzcamos, pero nosotros no somos un canal a través del cual pasan mensajes que no cuestionamos, sino que debemos verificar el mensaje que pasa a través de nuestro canal.
-Desde el COVID es más habitual que las ruedas de prensa y las presentaciones se hagan online y que el turno de preguntas se reduzca o incluso desaparezca. ¿Cree que es un impedimento añadido al trabajo periodístico?
-Lo que tenemos que evitar es que nos sigan tomando el pelo. Nosotros vamos allí para preguntar y tenemos que dar mucho más a esta profesión, que es el oficio más bello del mundo y, en estos tiempos de populismo, también es uno de los más complejos.
-¿Hemos perdido la batalla contra las fake news o, por el contrario, podemos combatirlas?
-Los periodistas estamos en la batalla y nunca debemos dar un paso atrás. Lo que pasa es que es una batalla muy dura y muy cansina porque son mensajes muy atractivos y que corren más rápido. No obstante, nosotros tenemos que imponer la información y señalar y desterrar la mentira, que no puede estar en un medio de comunicación.
-¿Está a favor de impedir la entrada a determinados medios en el Congreso de los Diputados o cree que debiera estar abierto a todos?
-Creo que los propios periodistas tenemos que ser los que digamos, "oiga, este señor que acaba de lanzar esta pregunta, miente, o la está usando para lanzar un ataque político y no está en el sitio indicado ni éste es su papel". Porque desde una página web o desde un medio de comunicación, hay quienes dicen lo que les viene en gana haciéndolo pasar por verdad y, para que la verdad vuelva a recuperar su terreno, tenemos que señalar las informaciones que son bulos o mentiras para que no ganen la batalla y que además no digan que quienes mentimos somos los que buscamos la verdad. Incluso llegan a centrarse en una persona e intentan destrozarle la vida con el objetivo de desacreditarlo, probablemente porque es un periodista que es honesto y dice la verdad. Entonces cargan contra él con la intención de que salga del oficio o que lo deje.
Ataques y amenazas
-Supongo que en este caso habla en primera persona, ¿cómo afronta esos ataques?
-Han intentado difundir mentiras y bulos contra mí que a mí me daría vergüenza publicar, pero creo que, sinceramente, cuando esas personas reflexionen un poquito se lo replanteen. De hecho, uno de ellos está en tribunales porque no está de más que sean los tribunales, los propios medios de comunicación, el Congreso, el Senado... quienes pongan freno también. Hay que intentarlo. Lo que no se puede hacer es mirar hacia otro lado y no alzar la voz, sino que si mienten sobre uno no hay que tolerarlo porque los periodistas no tenemos por qué soportar estos ataques.
-¿Y cuál cree que es la mayor amenaza para los periodistas del futuro: la inteligencia artificial, que amenaza con quitarnos el trabajo; las normas SEO, que dictaminan qué informaciones van a ser las más leídas; las redes sociales, que desde el anonimato permiten difundir bulos a nivel global; o las precarias condiciones de trabajo, que están minando a las nuevas generaciones de profesionales?
-Para mí, sin duda, los dos grandes males de esta profesión son la precariedad de los periodistas y la autocensura. Son los grandes males de nuestra profesión y si no los atajamos ahora van a seguir siendo un problema en el futuro. La precaridad nos deja a mecerd de lo que quieren hacer otros y nos resta capacidad de maniobra. Y la autocensura de pensar que no podemos alzar la voz para contrarrestar una propuesta que nos pueda hacer nuestro jefe para decirle "no lo veo", "este no es el enfoque" o "esto no es lo adecuado".
-¿Qué visión tiene desde Madrid del periodismo que se hace en Euskadi?
-Yo nunca he dejado de mirar a Euskadi. Es mi tierra. Leo la prensa vasca con mucha atención y creo que tenemos grandes periodistas que hacen que tengamos que estar muy pero que muy orgullosos de nuestra profesión.
-¿Volvería?
-Nunca hay que cerrar las puertas, pero estoy muy a gusto aquí en Madrid. Lo importante es hacer un buen periodismo allá donde uno vaya.