Que EH Bildu presente a 44 condenados por ETA, incluidos siete asesinos, en los comicios del 28-M es algo legal, sí, por eso puede hacerse, pero también es éticamente reprobable y políticamente más que cuestionable. No hay excusas, porque la coalición abertzale podría haber evitado este despropósito pero no lo ha hecho.
Da la sensación de que los dirigentes de Bildu, lejos del arrepentimiento que tanto se les demanda, prefieren exhibir su orgullo por el pasado compartido por algunos de ellos con una banda terrorista. De hecho, el coordinador general de la formación, Arnaldo Otegi, pide "elevar el debate" y no entra al fondo de la cuestión. También desde algunas tribunas se arguye que lo sucedido es un ejemplo de normalización democrática. Crasos errores argumentales que ocultan la verdad.
La verdad es que resulta repugnante que uno de los asesinos de la matanza de Atocha se presente en Bilbao, sí, pero también repugna que siete personas que mataron a otras por motivos políticos ahora concurran a estas elecciones, incluso en los propios pueblos donde perpetraron esos crímenes. Y la verdad es que lo que está ocurriendo es otra forma de legitimación del terrorismo de ETA. Algo simple y llanamente inaceptable.