De todas las críticas que se han escuchado en Euskadi al polémico fichaje de Andoni Ortuzar por Telefónica, tal vez la más dura sea la que lanzó EH Bildu: "el clientelismo, el enchufismo y las puertas giratorias constituyen un grave problema", ya que "estas prácticas políticas no son éticas y generan un profundo hartazgo en la ciudadanía". Y agregaban los abertzales que "contar con el carné de determinado partido político facilita el acceso a ciertos puestos de trabajo".
En el PNV no gustarán esas críticas, lógicamente, pero tienen que enfadarse, en primer lugar, con su expresidente, que con su fichaje por la multinacional las pone en bandeja a la oposición y, precisamente por ello, hace un flaco favor a la formación que dirigió durante doce años.
Ortuzar tiene todo el derecho del mundo a fichar por Telefónica al igual que fichó por PwC. Es periodista de formación y tiene experiencia probada. Pero para un partido como el PNV, siempre acusado de elitismo y clientelismo, no es nada positivo que todo un expresidente cruce por dos veces las puertas giratorias que van de la política a las grandes empresas.
Estos pasos de Ortuzar erosionan a la formación, como muchos de sus dirigentes saben y admiten, y, de paso, también al Gobierno de Imanol Pradales cuando vive un momento dulce.
