Alejandro Requeijo, periodista. / AL

Alejandro Requeijo, periodista. / AL

Cultura

"Los campos vascos son un ejemplo de que no todo en el fútbol es negocio"

El periodista Alejandro Requeijo aborda el fenómeno de los aficionados al fútbol que llenan las gradas en la obra 'Invasión de campo' (Penguin, 2023)

6 mayo, 2023 05:00

Alejandro Requeijo (Madrid, 1985) es uno de esos tipos al que podrías encontrarte en un fumadero de opio de Bangkok, en un tugurio infame de la frontera entre México y EEUU o en una trinchera de la guerra de Ucrania. Estaría allí, fuera donde fuera, en silencio, ajeno al peligro, observando la realidad con ojos serios y sonrisa huidiza, pendiente hasta del último detalle. Podrías encontrarlo en cualquiera de esos lugares haciendo periodismo, sí, pero también en cualquier graderío de cualquier estadio, también en el más remoto, donde disputase un partido intrascendente su Atleti. Porque Requeijo es un fenomenal periodista especializado en tribunales y asuntos policiales pero también es un aficionado al fútbol de los que diseña el calendario de viajes y vacaciones en función de los partidos ligueros. De la simbiosis de ambas pasiones acaba de salir su primer libro, 'Invasión de campo' (Penguin, 2023), que es una suerte de censura al fútbol moderno y de defensa de los hinchas que como él mismo se dejan la garganta cada domingo.

¿Qué te llevó a escribir este libro?

Los que acudimos regularmente a los estadios damos demasiadas cosas por sentado. Vivimos en una burbuja en la que creemos que todo el mundo ha vivido las mismas experiencias de grada que nosotros. Luego cuando sales de ese ecosistema, te das cuenta de que hay demasiada gente que piensa que el fútbol es un programa de televisión. Es gente a la que le gusta el fútbol, pero no lo ha vivido en directo y no ha asimilado el profundo patrimonio que representa este deporte desde el punto de vista social, cultural e histórico.

Con este libro he intentado que el hincha tradicional se sienta reivindicado y contarle a todo el mundo que nuestra manera de vivir el fútbol es mejor

Habitualmente, quien se ha educado en el fútbol solo a través de la televisión es más proclive a asimilar los relatos del fútbol-negocio. Siempre he notado que cuando nos escuchan hablar a los aficionados de estadio se sienten fascinados por nuestros relatos, anécdotas y valores tan alejados de lo material. Con este libro he intentado que el hincha tradicional se sienta reivindicado y contarle a todo el mundo que nuestra manera de vivir el fútbol es mejor.

¿Qué diferencia hay entre un hincha de estadio y un hincha que ve el fútbol por televisión?

Creo que siempre que la economía y la geografía lo permitan, la visita física al estadio tiene que ser el acto central de la liturgia futbolística. Vamos al campo por la camiseta, porque juega nuestro equipo, no vamos en actitud de cliente. Vamos con la vocación de ser parte de lo que sucede sobre el césped. No vamos solo a divertirnos. Somos parte protagonista del acontecimiento con capacidad de influir de manera directa sobre el resultado final. Nosotros no somos espectadores de cine o de teatro, somos hinchas.

Quien se queda en casa de manera voluntaria acepta una especie de exilio autoimpuesto. Las gradas son lugares de expresión popular donde se afianzan tejidos sociales ya sea en torno a un equipo, un barrio, una ciudad, permite que el sentido de pertenencia se disfrute en comunidad. Eso es una fuerza muy poderosa a la hora defender sus intereses. Esa pelea, desde el salón de casa, de forma individual, es muy difícil librarla.

¿Pero puede que se quede en casa porque simplemente le gusta el fútbol, pero no es de ningún equipo en particular?

Sí, claro. Ese tipo de consumidor forma parte de la realidad. El libro habla de ello, creo que entender el fútbol solo como un deporte o solo como un espectáculo es entenderlo a medias porque lo estás desposeyendo de los valores sentimentales que lo explican y que lo han convertido en lo que es. Eso de pretender que en 90 minutos pasen muchas cosas y todas muy intensas es una traición al deporte o al cliente al que se pretende seducir con ese relato porque a veces un partido termina 0-0. Y te vas a casa sin haber visto nada de lo que la tele te dice que es maravilloso. Inevitablemente, el cliente se va a sentir defraudado y va a buscar otras opciones.

Entender el fútbol solo como un deporte o solo como un espectáculo es entenderlo a medias porque lo estás desposeyendo de los valores sentimentales que lo explican y que lo han convertido en lo que es

Sin embargo, yo reivindico en el libro que la liturgia de acudir al estadio encierra múltiples argumentos que van mucho más allá de lo que pasa en el césped. Creo que es ahí donde hay que cargar el relato en lugar de prometerle a la gente goleadas de Messi o Mbappè en cada partido.

¿Cómo por ejemplo, qué otros argumentos?

Sentirte parte, ser parte. Hacer y construir club. Crear una atmósfera, quedarte afónico, hacer una previa con tus amigos, hablar de fútbol, preguntarle cómo están las cosas en casa, el abrazo del gol con un amigo del alma, rendir tributo a un jugador, pasar frío o calor por tu equipo, desarrollar el sentimiento de pertenencia, contribuir a dar forma a una memoria colectiva en tu grada, que al mismo tiempo representa a tu barrio, a tu ciudad. Fomentar una esfera en la que el motor es la pasión, el amor y el sentimiento, el actual modelo ultracapitalista apenas nos deja ya espacios así.

Llevar a tu hijo o hija de la mano y transmitirle todo ese legado. Ser testigo de lo que pasa sin intermediarios, sin la censura que imponen ahora los dueños de la señal de televisión, sin depender de la mirada de un realizador. Tener la capacidad de influir en el resultado final llevando en volandas a 11 jugadores a los que minutos antes les temblaban las piernas, hacer que un estadio tiemble literalmente gracias al empuje de miles de personas que se han puesto de acuerdo para botar en sus asientos todos a la vez. ¿Sigo o te vale con esto?

Me vale, me vale.

En cualquier caso, decirlo está muy bien, pero la clave es vivirlo. Quien lo vive y lo entiende, ya no lo deja.

Antes has puesto como salvedad la economía. Los precios del fútbol son abusivos para mucha gente.

Por supuesto. Y eso es un eje central del libro. Todo esto de lo que estamos hablando, la liturgia de acudir al estadio, es imposible si unos padres se tienen que gastar 100 euros en una entrada para sus hijos. Forma parte de las políticas suicidas en las que se ha embarcado el fútbol moderno. Se lanzan a la búsqueda de clientes aficionados líquidos llamados al calor de una moda dispuestos a pagar lo que sea por una experiencia sin ánimo de continuidad. Y en cambio se maltrata a una base social dispuesta a estar siempre al lado de sus equipos, también como consumidores. Pero si se les expulsa con esos precios es imposible.

Ahora bien, si uno contrata una plataforma de pago para ver el fútbol pagará unos 120 euros al mes. Eso son 1.440 euros al año, y no todos los meses hay fútbol. Eso es lo que cuesta un abono bueno en el Bernabéu. ¿Te das cuenta de la trampa? ¿De verdad el aficionado medio ve todos los partidos de la jornada? Yo creo que no. Hay gente que está pagando una barbaridad por poder ver un PSG-Nantes en lugar de bajarse al estadio del barrio a vivir la esencia del fútbol y hacer comunidad pagando un abono que vale 60 euros al año.

El periodista Alejandro Requeijo, autor de 'Invasión de campo'.

El periodista Alejandro Requeijo, autor de 'Invasión de campo'.

¿Está todo perdido?

Para nada, no, al revés. El libro es optimista, no es un refugio para la nostalgia, sino una invitación a tomar conciencia y ver lo que está pasando en los países de nuestro entorno. Europa vive su mejor momento histórico en sus gradas. No hace falta irse lejos, en España hay ejemplos muy interesantes por debajo del radar. Cuando sales de Madrid o Barcelona te das cuenta de que hay lugares con sus propios relatos y agendas que merecen mucho la pena. Los campos vascos son un ejemplo. San Mamés arrastra una historia ya conocida. Es emocionante ver cómo ante cualquier proceso electoral la cantera o mantener la filosofía de jugadores criados en Lezama son el eje central de la campaña. Y el que se mueva de eso, pierde.

Anoeta ha sido reformado pensando en el fútbol, no en traer la NBA en verano, juegan chavales criados en Zubieta, las camisetas de la Real mantienen la esencia y nadie ha tocado su escudo con fines comerciales. El resultado es una grada llena de gente joven que apoya a su equipo y que ve en ello algo más trascendental que una mera opción de ocio. Y luego está Mendizorrotza, uno de los estadios donde más y mejor se está luchando contra el fútbol negocio y que ha conformado una atmósfera que espero retorne pronto a primera. Hacen falta gradas así en el principal escaparate.

¿Por qué el título ‘Invasión de campo’?

El libro arranca con una defensa de las invasiones de campo festivas, cada vez más difíciles de ver. Son expresiones de júbilo en las que el hincha ocupa el espacio central del tablero y ejerce su papel protagonista. De la grada al césped y eso le iguala con sus ídolos. El título es una metáfora con doble sentido, por un lado es una llamada a recuperar el espacio que nos corresponde y por otro una denuncia sobre cómo los mercaderes han invadido nuestros templos.