Uno de los principales logros del cine contemporáneo español es que es muy bueno haciendo thrillers. Y Arantxa Echevarría ha cometido la osadía de coger la historia real de una infiltrada en ETA y convertirla en uno de los thrillers españoles más estimulantes de los últimos años. Y lo hace, además, pegada a los temas que más le interesan: las mujeres.
'La infiltrada' cuenta la historia de una policía que en la época en que empezaba la disolución de la banda terrorista, post atentado de Miguel Ángel Blanco, consigue infiltrarse durante ocho años en las tripas de ETA. Y lo hace de manera discreta, inesperada casi, como esos patitos feos que de repente resultan ser los cisnes más osados, entregados y valerosos que uno se pueda imaginar.
Es una historia con dos ovarios, si se quiere. Y es que la película va de eso, de cómo, en un cuerpo de policía de hombres, una política de hombres y un grupo terrorista de hombres que mataba casi siempre a hombres, una mujer logró colarse por la escuadra y hacerles temblar. Y lo hace sin pancartas obvias ni victimismo, que era lo fácil. Lo hace porque es verdad, porque pasó.
Es en esa dualidad donde se mueve todo el rato el filme, en ese borde del precipicio donde tiene que vivir una policía celebrando asesinatos con sus nuevos amigos abertzales y mostrando toda la dignidad y el respeto por la ley del país que ama
El milagro ha sido posible gracias a la buena mano de Echevarría tras la cámara, que logra mostrar la tensión de una época con un espléndido diseño de producción y vestuario, con un montaje y una fotografía que ya la quisiera cualquier superproducción americana. Sí, en España sabemos hacer thrillers.
Pero nada de esto habría sido posible sin el otro milagro del filme, el de Carolina Yuste, una actriz que si bien en 'Carmen y Lola' y 'Saben aquel' demostró una rotundidad interpretativa evidente, en 'La infiltrada' logra no sólo llevar el peso protagónico del filme sino esa dualidad maravillosa que sólo saben alcanzar los buenos actores de mostrar, en apenas un gesto, miedo y valor a la vez, alegría y tristeza, inquietud y calma…
Y es en esa dualidad donde se mueve todo el rato el filme, en ese borde del precipicio donde tiene que vivir una policía celebrando asesinatos con sus nuevos amigos abertzales y mostrando toda la dignidad y el respeto por la ley del país que ama, que le empuja cada día a no olvidar su labor. A recordarse a cada instante que hace lo que hace porque el fin de ETA estaba cerca. Y que ella podía contribuir.
No está sola, claro, en este camino de aciertos. Junto a Yuste, un Luis Tosar siempre magnífico en el papel de policía y superior que muestra la cara más amable y cruda de la policía cuando hace falta, sus costuras más gruesas, y un Víctor Clavijo e Iñigo Gastesi que lo clavan.
Es una suerte que haya películas valientes que rinden homenaje a los héroes que hicieron lo que hicieron sabiendo que en el camino habría demasiados sacrificios y pocos honores oficiales
Pero la breve y aterradora aparición de Diego Anido como sádico asesino eleva la cinta a otro nivel y nos obliga a no olvidar que no estamos viendo ficción. Que hubo malos que pegaron tiros.
Es una suerte que una época de tensiones políticas y reconstrucción enfermiza del relato haya historias que nos recuerden nuestro pasado reciente, el de antes de ayer, el del siglo XXI.
Es una suerte que haya películas valientes que rinden homenaje a los héroes que hicieron lo que hicieron sabiendo que en el camino habría demasiados sacrificios y pocos honores oficiales.
Es una suerte que 'La infiltrada', como ya hiciera 'Lobo' de Miguel Courtois en 2004, se pliegue al valor de una policía que con su trabajo y su sacrificio demostró que las mujeres también pueden. Porque la película habla más de ella que de política o terrorismo. Habla de esa otra parte del relato que no debemos olvidar.