Una plaza siempre llena, donde bulle la vida y la gente que se congrega allí para celebrar todo tipo de eventos. La Plaza de España es lugar de citas, de encuentros y quedadas
Mérida, "una de romanos"
Fundada en el año 25 a.C por el emperador Octavio Augusto, la actual capital de Extremadura es Patrimonio de la Humanidad por su legado cultural
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Lo mejor está por llegar. Hasta ahora, como cada verano, el calor ha invadido Mérida haciendo que solo los valientes se atrevieran a recorrer sus calles bajo un sol de justicia y protegiéndose de unas temperaturas que durante el estío no bajan de treinta grados.
Es el sol que, con inusitada fuerza, ilumina la ciudad fundada en el año 25 a.C por el emperador Octavio Augusto, quien, de poder hacerlo, comprobaría como la colonia romana, hoy capital de Extremadura, ha conservado a lo largo de los siglos su majestuosa imagen.
Un caso inédito de buena conservación. Solo hay que caminar sin rumbo, sin intención expresa de dirigirse a un lugar concreto, para que salgan al paso alguno de los monumentos más significativos convertidos en símbolos como, entre otros, lo son el acueducto o el anfiteatro.
Claro que, ha sido el Teatro, igualmente bien conservado, uno de los elementos, correa de transmisión clave, que han servido para transmitir al mundo actual el rico legado romano.
Cada año, desde hace más de setenta, el recinto es escenario del Festival Internacional de Teatro, siempre en verano y dando la espalda al calor con la medida más básica: las representaciones son nocturnas.
Imprrescindibles emeritenses
“Haces un agujero en el suelo para jugar a los güitos y sale un romano”, nos decía un guía. Y, aunque suene exagerado, esa afirmación no está lejos de ser real. Pocas casas hay en Mérida desde las que no se atisben restos de otras épocas o, incluso, que no estén a la sombra de una de ellas.
En esta ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad, la palabra grandeza, resulta pequeña y no por su tamaño sino por su legado cultural, que dificulta seleccionar , no lo que es prioritario, sino lo que deja de serlo:
Teatro
Es la gran joya de la corona, el tesoro y orgullo de Extremadura que disfruta de uno de los mayores teatros romanos del mundo, en el que cabían hasta seis mil espectadores. No sólo eso, es también uno de los mejores conservados.
Desde su construcción ha sufrido modificaciones, la más importante se llevó a cabo en la época de Trajano. La oficialización del cristianismo en el siglo IV a. C y la definición de inmoral que dio a las representaciones teatrales, provocó el abandono del teatro que permaneció oculto y enterrado durante siglos hasta que en 1910, cuando ya sólo era visible la parte más alta del monumento, el graderío superior o “gallinero” con apariencia de siete gigantescas sillas, se procedió a la reconstrucción y recuperación. Unos trabajos que se prolongaron durante veinte años.
La leyenda aseguraba que a los pies de las siete sillas, supuestos tronos de otros tantos reyes moros, había un lago que ocultaba un tesoro cargado de maldiciones para quien lo hallase. Las excavaciones no encontraron agua ni tesoros al uso sino una perfecta estructura que protegió numerosas estatuas originales.
Para abaratar los costes, el teatro, mandado construir por el yerno de Augusto entre los años 15 y 16 a.C, se levantó parcialmente sobre la ladera de un cerro
Anfiteatro
Contiguo al teatro y rodeado de la misma calzada. Aquí se reunían en el año 8 a.C quince mil espectadores para ver luchas entre gladiadores, desiguales peleas entre hombres y animales o sangrientas lizas entre animales.
Sólo la cavea ima, o primera fila, y algún sector de la media, se conserva en buenas condiciones.
A unos pocos metros se encuentra La Casa del Anfiteatro que, en realidad son dos: la casa de la torre del agua y la del antiteatro, ambas del siglo I d.C, aunque de la primera apenas quedan restos. La segunda es un extenso complejo que incluye el mausoleo de Cayo Julio Succesianus. La visita se completa con el acceso al Museo Nacional de Arte Romano, el más importante de Mérida.
Junto con el Teatro, el Anfiteatro es el edificio más representativo de Mérida. El conjunto, rodeado de amplios espacios verdes, es realmente imprescindible
Circo Romano
A pocos minutos caminando, construido fuera de las murallas de la ciudad, se encuentra el estadio en el que se celebraban las carreras de cuadrigas de caballos, ocasiones en las que se daban cita treinta mil personas.
El éxito de este tipo de espectáculos, obligó a varias ampliaciones. Se conservan parte de las gradas desde el siglo IV d.C. Por sus dimensiones, cuatrocientos tres metros de largo y noventa y seis de ancho, es uno de los más grandes del imperio romano.
Templo de Diana
En Mérida, donde todo lleva el “apellido” romano, este es el único edificio religioso de la época, aunque fue reutilizado durante las épocas visigoda e islámica. Pese a su nombre, no estaba dedicado a esta diosa sino al culto imperial, probablemente a Augusto.
Se construyó a finales del siglo I. d.C. y cientos de años después, ya por el siglo XVI, en el renacimiento, Alonso Mexía decidió construir su casa palaciega aprovechando su estructura. Esa osadía quizá haya sido clave para su supervivencia, permitiendo que el templo principal de la Mérida romana, muestre hoy las distintas etapas por las que la ciudad ha pasado.
Una vez adquirido por el estado, a finales del pasado siglo, comenzaron las obras de excavación de lo que se ha transformado en lugar de encuentro y centro de interpretación.
En pleno centro de la ciudad, el edificio, en el que pueden realizarse visitas guiadas, sorprende a los visitantes
En las inmediaciones, en concreto en la calle Sagasta, se encuentra el Pórtico del Foro Municipal donde, además de rendir culto a las divinidades se debatían asuntos civiles. El pórtico era solo la esquina de lo que debió ser el Foro, que incluía el templo de Diana, comercios , administraciones , termas, basílica e incluso el Templo de Marte. Esta majestuosidad, que conserva su opulencia, es de libre visita y es uno de los muchos edificios que asoman entre casas.
Las viviendas se codean de construcciones seculares que, probablemente, sigan en pie, como el Pórtico del Foro Municipal, una vez que estas casas se vengas abajo
Acueducto de los Milagros, Acueducto y Termas de San Lázaro
Más de 10 kilómetros a base de granito y ladrillo constituyeron el Acueducto de Los Milagros, del que se conserva la décima parte. Aunque solo se mantienen setenta y tres pilares, la construcción que recogía el agua del embalse de Proserpina, sigue pareciendo un milagro del que se debate si fue construido en el siglo I o entre los siglos IV y V.
Un debate que no salpica al de San Lázaro que, vinculado a otros embalses e incluso a los acueductos de Cornalvo y Los Milagros, suministraba agua a la ciudad. De apenas un kilómetro, es mucho más pequeño que el de Los Milagros y, del original, del siglo I, solo se conservan los arcos intermedios y tres pilares; es resto es fruto de la restauración del siglo XVI.
Al estar en un espacio abierto, pueden visitarse a cualquier hora del día y la noche. Lo mismo ocurre con los restos de las Termas que, ya en el siglo II, tenían piscina de agua caliente y fría proveniente del acueducto. Eran, salvando las distancias, un “polideportivo” en cuyo gimnasio se entrenaban los atletas que competían en el Circo, a escasa distancia.
Los arquitectos de la Mezquita de Córdoba se inspiraron para su construcción en el Acueducto de Los Milagros
Arco de Trajano
Los historiadores creen que el Arco de Trajano, construido en granito en el reinado de Tiberio, daba acceso al Foro Provincial. Cerca de él se encuentra el Convento de Santa Clara, del siglo XVII, donde se pueden ver restos de la época visigoda.
La Basílica de Santa Eulalia dio a finales de los noventa grandes sorpresas: bajo ella se encontraron sepulcros tardorromanos, visigodos y modernos. Solo es de pago la subida a la cripta.
Puente Romano
Mérida está dispuesta a batir récords y su puente de sesenta arcos sobre el río Guadiana es uno de los viaductos romanos más largos del mundo. La unión de lo que en principio fueron dos puentes dio lugar a un pontón de casi un kilómetro al que solo supera en longitud el puente sobre el Danubio.
Este puente, entrada a la ciudad, se apoyaba en un tajamar artificial construido por los romanos que se usó como enclave de las ferias de ganado. Con la llegada de los musulmanes se construyó en su entorno la Alcazaba Árabe, un sobrio elemento defensivo que pasa a ser nuevo elemento de récord: la fortaleza musulmana más antigua de la península.
La vista más aguda es capaz de localizar un falo bajo el primer arco del puente. El símbolo, que se repite en varios monumentos, carecía de significado obsceno y representaba la prosperidad
Aunque por su tamaño, y probablemente por su cauce descuidado, se habla menos del puente sobre el río Albarregas, que se ve junto al acueducto de Los Milagros y que es, al parecer, anterior al largo Puente Romano.
Plaza de España y Concatedral
La plaza con distintos usos desde la época de los Reyes Católicos, parece haberse diseñado para descansar hoy en una de sus terrazas mientras se admiran los edificios que la rodean: La casa Consistorial, la de los Pacheco, El Círculo Emeritense o los Palacios de la China y los Mendoza. Se dice que en la Concatedral de Santa María La Mayor, en la Plaza de España, se encuentra el Tesoro escondido del Templo de Jerusalén. Volvemos a la casilla de inicio en la que la leyenda afirmaba que bajo las Siete Sillas las aguas de un lago que no existía escondían un tesoro.
Casa del Mitreo
Los arqueólogos siguen hallando tesoros en un lugar que apareció inesperadamente cuando se excavaba para levantar un ambulatorio. Lo encontrado obligó a un cambio de ubicación.
Cincuenta años después comprobamos como era una villa romana en el siglo I, aunque con estructuras posteriores, en la que se ha rescatado uno de los mosaicos más interesantes de la ciudad. Debe su nombre a un templo que sigue bajo la cercana plaza de toros.
Sorpresas arqueológicas como la Casa del Mitreo, también se produjeron al derribar una barriada que ocultaba gran cantidad de ruinas : el área arqueológica de Moreira sobre la que se ha construido, en edificio elevado, un edificio institucional.
A veces, el tiempo apremia y resulta imposible ver todo lo que un destino ofrece pero, dejar “pelos en la gatera”, es la excusa perfecta para regresar pasado un tiempo. No obstante, entre los tesoros históricos apenas hay distancia por lo que las horas “cunden”.
Pero hay que admitir que resumir la enorme huella histórica de Mérida en un día o en unas líneas es una osadía. La ciudad merece tantas visitas como interés en saciar la curiosidad tenga el visitante.
NOTA: La entrada al conjunto monumental completo, que incluye Teatro, Anfiteatro, Alcazaba, Circo, Morería, Cripta St.Eulalia, Casa Mitreo-Columbarios, Casa del Anfiteatro y Templo de Diana, cuesta 17 euros o la mitad si se dispone de carnet joven, se es menor de 17 años, estudiante, jubilado, miembro de familia numerosa o persona con alguna discapacidad.
Dónde alojarse
La cadena Ilunion, tiene dos hoteles en Mérida. En pleno centro, a mano de todo, en el lugar en el que los emeritenses intercambian saludos mientras toman el primer café del día, en el que muchos visitantes deciden almorzar, en el que todos se congregan a la caída del sol.
Mérida Palace Hotel ocupa dos de los edificios mencionados con anterioridad: El Palacio de los Mendoza y el de los Pacheco. Una manera practica disfrutar, en primera persona, de la rica historia en la que se envuelve esta ciudad.
Los ojos del visitante se hacen "chiribitas" en el patio en el que el agua de la fuente parece cantar a los azulejos que cubren las paredes
El inconveniente que podría suponer alojarse en un edificio histórico de la Plaza de España que, como todos los del centro de la “pequeña Roma española” carece de parking propio, se resuelve con un servicio añadido de valet.
Si el sol no lo impide con su extrema fuerza, la azotea y su pequeña, pero funcional piscina, se transforma en solárium panorámico sobre la ciudad. En el hotel, único de cinco estrellas en Mérida con sauna y restaurante de reducida carta, suelen pernoctar los actores de los Festivales de Teatro. Antes lo hicieron reyes y reinas.