Euskadi se afana por recuperar el tiempo perdido con las renovables. Nada más arrancar año, el Gobierno vasco ha decidido plantar fecha de funcionamiento a los parques eólicos pendientes de construir en Labraza y Azaceta: 2025. También empezará a revisar trece solicitudes para la puesta en marcha de otros tantos. El bombardeo de ayudas europeas ha sido clave para desbloquear casi dos décadas sin nuevos molinos de viento, avanzar en la estrategia de descarbonización y, de paso, hacer del medio ambiente un modelo competitivo de negocio. Ahora bien, no todo es sostenible en la apuesta por los aerogeneradores. La última señal de alerta la acaba de lanzar el Banco de España.
Los parques eólicos no asientan empleo en los entornos rurales donde se instalan. Es la sentencia de un informe de 69 páginas que sintetiza la investigación de los analistas Natalia Fabra, Eduardo Gutiérrez, Aitor Lacuesta y Roberto Ramos. Para llegar a ella, se realizó un estudio pormenorizado de 3.200 municipios, incluidos los vascos donde reinan molinos de viento. En todas partes pasa igual. La estrategia de las eléctricas en el proceso de edificación y posterior conservación de estas infraestructuras acaba dejando a los pueblos fuera de juego.
Los puestos de trabajo que se crean durante la construcción abarcan un ramillete amplio de profesiones, desde la persona que monta las placas hasta el ingeniero que las diseña. Ahí los pequeños municipios que acogen los parques eólicos pueden llegar a beneficiarse. Una vez en pie, las empresas propietarias de las infraestructuras llevan el mantenimiento técnico desde las urbes. Las zonas rurales se quedan con las otras consecuencias de las palas.
Los expertos en sostenibilidad afirman que, para que ésta se de, es preciso un equilibrio entre equidad social, crecimiento económico y mantenimiento del medio ambiente. Las conclusiones del informe del Banco de España a cuenta de los parques eólicos ponen en cuestión tal armonía, tensionando un debate de sobra conocido. Por un lado, las voces favorables a estas infraestructuras por los beneficios de una energía limpia, barata e ilimitada en un contexto urgente de lucha contra el cambio climático. Por otro, las denuncias por falta de planificación, impacto paisajístico en zonas de gran valor natural, aumento del coste del suelo, desplazamiento de otras actividades económicas… Y en medio, grandes eléctricas que han visto en los fondos europeos Next Generation su mejor oportunidad para acomodarse a la transición verde.
Las peticiones para construir parques eólicos se han triplicado en un año
Hace un año solo había cuatro solicitudes para construir centrales eólicas en Euskadi. Con el chaparrón de ayudas procedentes de la UE, se han triplicado. Está la empresa Aixeindar (60% Iberdrola, 40% EVE), con la cartera puesta en los montes alaveses de Labraza y Azazeta. En Ribera Alta ha aparecido Euskal Haizie S.L. Desde Noruega llega Statkraft, que quiere construir un parque entre las mugas de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, en el valle de Aramaiona. También ha asomado la cabeza el Grupo Capital Energy, que instalará sede en la Torre de Bizkaia y está interesado por el entorno de Llodio, Legutiano, Arrazua-Ubarrundia y Elburgo. Y a todo este rosario de gigantes hay que añadir Saitec, con su diseño de parque eólico marino en la costa vizcaína.
Los que ya están a punto de caramelo para el inicio de obras son los parques eólicos de Labraza y Azaceta. El primero, con ocho generadores y una capacidad de 40 MW, se sitúa en el disparadero de salida tras la conclusión favorable de una tramitación ministerial. Para el segundo, con idénticas características, queda la Declaración de Impacto Ambiental que está ultimando el Gobierno Vasco y la aprobación de un plan especial por parte de la Diputación. El interés de la Consejería de Desarrollo Económico es evidente: hay que pegar acelerón y fortalecer el mapa actual.
Una carrera "hacia la ocupación y destrucción de Álava"
Arantza Tapia ha calificado el alud de solicitudes como “una buena noticia” porque “después de mucho tiempo podemos poner más instalaciones renovables”. Euskadi llevaba años sin más parques que los de Badaia y Elgea en Álava, y los del monte Oiz y el Puerto de Bilbao en Bizkaia: apenas 580 MW que se quedan muy lejos de las directrices europeas. Sin embargo, las recientes prisas de una estrategia que tiene en la provincia vasca más meridional su principal punto de mira no han gustado a todo el mundo. “Esta carrera hacia la ocupación y destrucción de Álava deja de lado tanto al medio rural como al medio natural”, denuncia Arabako Mendiak Aske.
La fuerza de este movimiento se la dan centenares de firmas resistentes a los parques eólicos: pueblos, concejos, juntas administrativas, asociaciones y fuerzas políticas de todo el territorio. Alertan los denunciantes que las centrales “están en zonas de exclusión para la implantación de parques eólicos y huertas solares según el Plan Mugarri de la Diputación”. La lista de inconvenientes esgrimida por la plataforma incluye un alto impacto paisajístico, afección a la biodiversidad y especies en peligro de extinción, a zonas de especial protección para las aves (ZEPA) y a zonas de especial conservación (ZEC), así como la destrucción de los corredores ecológicos naturales europeos. Ahora al rosario de contraargumentos se suma la palabra del Banco de España.