El hidrógeno verde emergió hace unos años como el 'maná' de la transición energética. Una fuente limpia basada en el elemento más básico de la naturaleza y con recorrido como almacén de energía. Euskadi ha querido apostar fuerte por esta vía y ha dado algunos pasos relevantes respecto a otros territorios, pero casi todos sobre el papel: la tecnología sigue en pañales y la generación de hidrógeno verde es todavía en 2024 un mal negocio.
Es muy prematuro hablar de fracaso, pero cada vez más expertos apuntan al hidrógeno como una burbuja que se pinchará más pronto que tarde. El aluvión de proyectos en el mundo en los últimos años se sostienen sobre grandes inyecciones de dinero público y aquellos que han echado a andar siguen sin alcanzar visos de rentabilidad. No es viable a día de hoy enfocar esta fuente de energía como una puerta al lucro privado y no hay un plazo temporal nítido que invite al optimismo.
Uno de los grandes problemas es el alto coste de la tecnología para su generación, pero no solo es eso. Siguen en desarrollo las investigaciones sobre su transporte y su almacenamiento, también regadas de ayudas públicas, una cuestión central para poder tejer una red operativa a nivel local (más allá de los grandes corredores como el H2Med) que permita que el hidrógeno llegue por ejemplo a las industrias, uno de los grandes frentes en la batalla por reducir las emisiones.
Precisamente son algunos grandes grupos del sector siderúrgico los que están dando los pasos más decididos para impulsar el uso del hidrógeno limpio, y de hecho acerías vascas como ArcelorMittal Sestao ya han hecho pruebas experimentales (el grupo con sede en Luxemburgo proyecta un gran 'motor' de hidrógeno en Asturias para 2026). De momento, solo eso, experimentos. Aun queda mucho camino para que el hidrógeno pueda cubrir una parte relevante de la 'gasolina' que necesita una acería de cierto tamaño.
Petronor y sus dudas
El acuerdo entre Gobierno central y PNV sobre la configuración del nuevo impuesto a los beneficios extraordinarios apunta, en principio, a que la hacienda vizcaína podrá modular lo que acabará pagando Petronor al fisco por esta vía. Es decir, queda despejado a priori el gran obstáculo que según Repsol forzaba a dejar en el aire las próximas inversiones para implementar nuevos electrolizadores de mayor tamaño hasta alcanzar esos 100 MW que permitirían una producción a escala industrial (por ahora hay uno en marcha de tan solo 2,5 MW).
Aun así, no deja de ser relevante que la energética que encabeza Josu Jon Imaz ponga en tela de juicio el futuro del Corredor Vasco del Hidrógeno (una agrupación de cerca de un centenar de empresas además de instituciones y parques tecnológicos encabezadas por la propia Petronor) justo ahora que emergen las sombras en torno a esta tecnología.
Oficialmente, por ahora, el hidrógeno verde sigue siendo un pilar "imprescindible" en la descabonización de la economía vasca, según la consejera Arantxa Tapia, cuyo departamento incluye en los presupuestos de 2024 una inyección de más de 8 millones de euros para la siguiente fase del electrolizador de Petronor (10 MW) y nuevas hidrogeneras. Cerraba filas también en ese sentido el director del Ente Vasco de la Energía (EVE), Iñigo Ansola, en una entrevista reciente en Crónica Vasca: "El hidrógeno verde adquirirá peso a medida que se desarrolle la tecnología".
Se caen proyectos en Europa
La realidad de momento niega ese salto cualitativo. Incluso a los proyectos con más recorrido a sus espaldas, aquellos que emergieron antes de la pandemia cuando casi nadie incluía al hidrógeno en la ecuación energética. El fracaso más llamativo, además muy cercano a Euskadi, es el de la ciudad de Pau, pionera en crear una línea de autobuses impulsados con esta fuente de energía. El programa, que arrancó en 2019, pone punto y final porque los costes siguen disparados y las ayudas públicas no dan para hacer sostenible una ruta de este tipo, que pasará a contar con unidades eléctricas.
Y eso en el caso del autobús, que más o menos está mostrando viabilidad respecto al tren. Los trenes de hidrógeno siguen en ese sentido a un nivel más inmaduro, a pesar de que fabricantes como CAF continúan trabajando en ellos (la empresa guipuzcoana sigue haciendo pruebas en vías con su prototipo FCH2Rail junto a Renfe y Adif).
Alemania se convertía en 2022 en el primer país en hacer operativos este tipo de trenes al arrancar una unidad con pasajeros en Baja Sajonia, pero el proyecto ha acabado también viniéndose abajo. Incluso países pioneros en este frente como Dinamarca han decidido dar marcha atrás al despliegue de puntos de recarga porque no hay aun una demanda real de hidrógeno.