Este fin de semana nevó en Madrid. Sí, ya sé que esto no es noticia y que muchos han asistido con hastío a tanto centralismo informativo. Hasta en mi casa, que Madrid nos tira, empachados de nevada y de tanta felicidad ajena, el sábado acudimos al Teleberri con la esperanza de encontrar algo más allá del último evento histórico previo a la llegada de los ovnis la semana que viene. Imposible, las nieves traen aluvión de noticias y nadie se escapa. El Teleberri abrió con el colapso madrileño, embrujados como todos ante las imágenes de una ciudad envuelta en la fantasía.
En mi casa acudimos al Teleberri con la esperanza de encontrar algo más allá, pero abrió también con el colapso madrileño generado por la nevada
El día de antes, la gente llamaba a la radio ensimismada ante el espectáculo de ver la nieve que caer. La nieve tiene una fascinación extraña, trae lentitud y silencio. Los copos, espesos, envuelven el tiempo y sin darnos cuenta el mundo se detiene. Y así nos quedamos mirando por la ventana sin pensar en mañana, en la incomodidad de las calles llenas de nieve, en el hielo, en los temidos carámbanos que cuelgan de los tejados, ni en los niños, otra vez, sin colegio. Me pregunto si esa sensación individual y colectiva que sentimos desde el salón acomodado de nuestra casa también la sienten los gobernantes, si también les envuelve la fascinación y la lentitud de la nevada.
A los que gestionan la nevada, no les fascina. Que se lo pregunten a los alcaldes de Vitoria. O anticipas la respuesta, o caes sepultado por un alud
A quienes han experimentado la gestión de una nevada no les pasa, qué se lo pregunten a los alcaldes de Vitoria, que han aprendido a base de bloqueos, colapsos y enfados de la ciudadanía, que la gestión de las nevadas es importante, que o anticipas la respuesta o caes sepultado por un alud. Que aprender es difícil, pero desaprender es peor.
Si es necesario poner en cuestión absolutamente todo del adversario político, ¿no es un síntoma de una polarización que nos nubla?
Dicen que el aprendizaje suele estar ligado a nuestra supervivencia, permite concentrar nuestra atención en algo importante, es rápido y elige casi siempre la respuesta más adecuada. Por eso, en esta ocasión resulta difícil culpabilizar de falta de previsión a los gestores del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid. La falta de experiencia, pese a la insistencia de los mejores partes meteorológicos, seguramente impidió ver lo que se les venía encima. Por eso la cerrazón de algunas críticas feroces me lleva a pensar, como escuché en algún sitio, si es necesario poner en cuestión absolutamente todas las iniciativas que proponen los adversarios políticos. Si esto no es un síntoma más de la polarización que nos nubla la razón.