Hace ya algo más de dos décadas que Europa tuvo la idea de elegir el 22 de septiembre como el Día Europeo de la “Ciudad sin mi coche”, una manera de promover y reivindicar un cambio en la movilidad y en el espacio público en las urbes del viejo continente. Poco después, en 2001 comenzó a celebrarse la Semana Europea de la Movilidad Sostenible, que el próximo miércoles 16 de septiembre celebrará su vigésimo aniversario. 20 años en los que nuestras ciudades están cambiando radicalmente para corregir la “tiranía” del vehículo privado en la ocupación del espacio público. Según algunos datos, el 60% del espacio público de nuestros pueblos y ciudades lo ocupan los coches, sin embargo, los viajes en automóvil sólo representan una cuarta parte del total. Por si fuera poco, en nuestro país más de la mitad de la población no tiene carnet de conducir o no posee coche. Esta claro que ni hace 20 años ni ahora el reparto del espacio público es “democrático” y hay que ir trabajando para dar la vuelta a esta situación y hacer unas ciudades más habitables y humanas, no en vano el lema europeo de este año pone el foco en lo que supone para la mejora de nuestra salud unas calles con una movilidad más sostenible.

Las ciudades vascas no son ajenas a esta realidad y comparten la mayoría de estos problemas con sus homólogas europeas. Cuando Vitoria-Gasteiz comenzó a celebrar el “Día Europeo sin mi coche” allá por 1999, el 69% de su espacio público estaba ocupado por el coche y el 37% de sus desplazamientos se hacían en automóvil. Bilbao y Donostia-San Sebastián y el resto de localidades de la CAPV vivían una situación similar, cuando no peor. Les puedo asegurar que no fue fácil cambiar el chip y comenzar a poner coto al coche. Recuerdo perfectamente las críticas y protestas de muchos ciudadanos y medios de comunicación cuando se cerraban al tráfico ejes importantes, se eliminaban aparcamientos o se reducían el número de carriles de circulación. De hecho, hoy en día, esas protestas se siguen repitiendo en algunos sectores que no acaban de darse cuenta de que los coches no son para las ciudades.

 

El ”tsunami” de la movilidad sostenible está provocando un cambio de 180 grados en la concepción del espacio público en nuestras ciudades

 

No hay más que darse una vuelta por la mayoría de las ciudades europeas, a excepción de Madrid cuyo ayuntamiento se empeña en ir contra corriente en una tendencia que, tarde o temprano, acabará de adoptar si quiere seguir siendo competitiva. Desde la macrourbes, como París, a las ciudades más pequeñas como Pontevedra, las ciudades van ganando terreno para las personas en detrimento del automóvil. La capital francesa ha sido una de las más valientes en la aplicación de políticas activas para impulsar la movilidad sostenible. Si hace sólo unos años a cualquier habitante de la ciudad del Sena le dicen que van a eliminar la autopista junto al río, por donde pasaban más de 40.000 coches diarios, para convertirla en un paseo peatonal y ciclista seguramente no se lo hubiera creído pero su alcaldesa lo hizo, y a tenor de los resultados electorales creo que la ciudadanía se lo ha premiado. Ahora, comienza este curso escolar con la peatonalización de 200 calles cercanas a escuelas y colegios para favorecer el acceso seguro de niños y niñas a sus centros educativos. Bilbao no llega a 200 pero entre los expertos urbanos ha sido muy aplaudida la medida de su ayuntamiento de eliminar el tráfico en el entorno de 3 colegios. Amsterdam ha eliminado 2.500 plazas de parking en 2020 dentro de su política de adaptación al cambio climático y pretende eliminar hasta 7.500 antes de 2025. Incluso ciudades americanas como Nueva York están, poco a poco, dando pasos en este sentido, se han peatonalizados cruces en medio de la Gran Manzana y estas navidades la icónica 5º Avenida eliminará un carril de circulación para que sea utilizado por peatones.

El ”tsunami” de la movilidad sostenible está provocando un cambio de 180 grados en la concepción del espacio público en nuestras ciudades. Nuestras calles no pueden ser contenedores de vehículos, bien al contrario, tienen que favorecer el encuentro y la relación social, ayudar a mejorar la salud de la ciudadanía (menos contaminación atmosférica, menos ruido, más infraestructura verde que ayude a paliar las consecuencias del cambio climático…) y, como no, favorecer la actividad económica, una economía que impulse el comercio local y de proximidad para llenar de vida las vías urbanas. Creo, o espero creer, que cada vez son menos los que afirman que si se quitan los automóviles de una calle, la actividad comercial se resiente. Las evidencias son claras: la mayoría de las calles comerciales más importantes del mundo son peatonales y los espacios libres de circulación favorecen mucho más los intercambios sociales y, como decíamos antes, mejoran la salud y calidad de vida de las personas. Un estudio realizado entre 3.500 niños holandeses ha demostrado que la exposición diaria a un espacio arbolado favorece su desarrollo cognitivo, ya que al estar en fase de crecimiento son mucho más vulnerables a la contaminación atmosférica.

 

Vitoria-Gasteiz ha conseguido reducir el peso del vehículo privado en la movilidad de la ciudad desde el 37% al 23% del total y triplicar su número de ciclistas urbanos

 

Lo beneficios se ven claramente también en el aumento de la seguridad ciudadana con medidas como la creación de las ciudades 30, limitando a esa cifra la velocidad en sus vías. Bristol redujo un 63% su número de muertos en la vía pública tras aplicar este límite. Pontevedra no ha tenido ni una sola víctima mortal por atropello desde 2011 y el 80% de los escolares de entre 6 y 12 años van andando solos al colegio.

Desde que en 2001 nuestras ciudades empezaron a celebrar la Semana Europea de la Movilidad Sostenible, el cambio del espacio urbano es claro e imparable, pero todavía hay que incidir más y para eso hace falta voluntad y valentía política para transformar las calles y colaboración ciudadana para favorecer estos cambios. Vitoria-Gasteiz ha conseguido reducir el peso del vehículo privado en la movilidad de la ciudad desde el 37% al 23% del total y triplicar su número de ciclistas urbanos. La movilidad del futuro en las ciudades no pasar por sustituir el vehículo diésel o de gasolina por uno eléctrico, pasa por hacer ciudades en las que la movilidad no tenga que depender del coche y, por lo tanto, pueda recuperar más espacio para sus habitantes. Para lograrlo, todos deberemos poner de nuestra parte, también el que escribe estas líneas, que todavía hace un uso excesivo de “mi coche” en la ciudad. Lo que no cabe duda es que 20 años impulsando la movilidad sostenible a través de una semana europea han dado sus frutos, así que larga vida a los días sin mi coche.