Feliz año Majestades.
He dudado sobre si pedir cosas muy generales y tochas, tipo la paz mundial, la neutralidad climática, que los tycoons paguen los impuestos que les corresponden, como hacemos la mayoría, o que los nacionalismos se retraigan un poco en sentido hacia, o para la cueva, pero creo que no he sido lo suficientemente bueno para merecer dichas mercedes.
Así que, como tampoco he sido tan malo, me conformaré si ustedes, monarcas mágicos, sabios y ancestrales me arreglan alguna cosita de índole local. No todas, que eso sería ardua labor incluso para todo el panteón navideño unido, tipo Vengadores, sino solo algunas.
Escardando en el oasis feliz y cada día más tropical, lleno de instituciones y organismos reguladores, vigilantes o serviciales, atendidos por un número cada vez más numeroso de funcionaries vasques, me atrevo a pedir que en 2023, la lista de 115.000 ciudadanos que esperan cita con un especialista de Osakidetza se vea reducida. No les pido que desparezca, ya ven. Hasta la magia tiene límites, lo se. Me conformo con que mi hijo no espere una audiometría once meses, por ejemplo.
Que la Autoridad Vasca de la Competencia encuentre las becarias que necesita. Como es sabido por los lectores de este digital, solo han podido cubrir una de las dos plazas convocadas… a 500 euros mensuales. No se fijen ustedes, mis reales amigos, en el presupuesto de millón y medio de euros anuales del citado organismo, ni en el remanente de ocho millones que atesoran por no saber gastar dicho presupuesto, ni en su escasa producción: siete resoluciones en 2022, seis en 2021, tres en 2020. Piensen que esa segunda becaria es necesaria, como decía su presidenta, Alba Urresola, para dotar de herramientas y personal suficiente a la AVC y así poder aumentar la vigilancia, así como reforzar la cultura y la percepción social sobre la importancia de contar con un detective en el ámbito empresarial. O eso dice.
Si se les hace duro lo anterior, pueden meterle ya la a copita de coñac que acompaña esta misiva a los pies del belén. Y repetir de la botella próxima si lo estiman necesario.
Sigamos. Pido que Santa Lucía conserve la vista, el oído y los reflejos al Basque Cybersecurity Centre. Este organismo que distribuye 3,5 millones de euros entre las empresas para que mejoren su ciberseguridad, que adjudicó 330.000 euros a una empresa para diseñar un servicio de alerta temprana de amenazas, o que paga 86.152 euros a una empresa de comunicación, ha sido incapaz de parchear una brecha de seguridad de su web en once meses, tal y como denuncia en Twitter Jaime Gómez-Obregón.
Afirma Jaime que en febrero de 2022 encontró un agujero en un portal público, concretamente en el Registro de licitadores y empresas clasificadas de la Plataforma de Contratación Pública de Euskadi. Este agujero permitía acceder a los DNI, domicilios y teléfonos de cientos de autónomos. Once meses después, dice el denunciante, el agujero, como el dinosaurio, sigue ahí.
Y por último, y por propio interés, deseo que la televisión pública vasca, ETB, acierte un poquito… más, tras un 2022 para olvidar en el capítulo de audiencias, sobre todo en el canal en castellano que ha registrado un 8,6%, 16% menos que en 2021 y el sexto peor resultado de la historia, tras 2011 y el cuatrienio negro de Maite Iturbe 2015-2018.
Queda por ver, egregios monarcas, si su poderosa alquimia es capaz de hacer que las viejas y desgastadas piezas de la maquinaria del caserío electrónico sean compatibles con el nuevo software y sus, cada vez más numerosas, actualizaciones. Mucha suerte en eso.
Y no voy a pedir más que estarán ustedes saturados.
Un saludo para los tres y un abrazo especial para Baltasar. Mi rey.