La moción de censura de Vox con Ramón Tamames como candidato a la presidencia del Gobierno no tenía un sentido claro más allá de plantear una burda trampa al PP. Lo visto en el Congreso de los Diputados defraudó incluso las expectativas menos optimistas. Porque la sensación generalizada es que todo fue una pérdida de tiempo que más lindó con la comedia que con la seriedad que requiere el escenario. El género absurdo sería quizás lo que mejor puede definir lo acontecido en la sede de la soberanía nacional. Y capitaneaba todo esto un vasco como Santiago Abascal, líder de la extrema derecha, que volvió a repetir sus eslóganes de siempre y no convenció ni a los más afines... Un despropósito, en definitiva, que ni los vascos ni el resto de españoles nos merecíamos padecer.