Va llegando el veranillo y hay que empezar a pensar en soltar esos michelines de cara a la exposición pública. La izquierda se ha puesto a ello, y de qué manera, el domingo pasado en el mitin que coronó a Yolanda Díaz. Anunció que quiere ser la primera presidenta de España con toda la tranquilidad con que se puede anunciar algo semejante, sin asaltar ni el cielo ni otra cosa que no fuera el entusiasmo de los congregados y de no poca gente de eso que se llama “la izquierda del PSOE”. Por fin un plan coherente para liberarse de unos michelines que se estaban convirtiendo en todo un incordio para el tiempo que se viene encima entre mayo y diciembre.

Cuando con el dedo que todo lo puede Pablo Iglesias la designó pensaba en una marioneta con hilos, pero hete aquí que lo que no sabía el líder eterno es que, como Pedro Sánchez, no iba a poder dormir tranquilo

Cuando con el dedo que todo lo puede Pablo Iglesias la designó pensaba en una marioneta con hilos, pero hete aquí que lo que no sabía el líder eterno es que, como Pedro Sánchez, no iba a poder dormir tranquilo. Con el rodaje hecho en el ayuntamiento de Ferrol, en el parlamento de Galicia y, sobre todo, en la negociación sindical, la vicepresidenta segunda del Gobierno no tuvo más que levantar un poco la nariz, olisquear y percatarse de que aquello olía a chamusquina. Aún con la coleta a cuestas, Iglesias la había susurrado como a los caballos, pero del dedazo en sí se enteró por el móvil, mal comienzo.

Probablemente ahí empezó todo, todo lo que Iglesias ni se imaginaba. Estrechísima colaboradora suya en los años opulentos de Podemos, Yolanda Díaz parecía que nunca volaría por libre. Pero es gallega y con la afabilidad de una gota malaya fue tejiendo su tela de araña con la que sanar las heridas abiertas de la izquierda a la izquierda de la izquierda. Un mera inspección ocular de lo que tenía que gestionar ya le dieron pistas a la vicepresidenta segunda de por dónde tenía que empezar a cortar y por dónde a coser.

Fue empezar a pensar Yolanda, pocas veces en voz alta, en el nuevo traje e Iglesias a mosquearse. Si lo hubiera hecho con el estilo del madrileño, a voz pública y retadora, este se la habría comido hasta sin coleta

Fue empezar a pensar Yolanda, pocas veces en voz alta, en el nuevo traje e Iglesias a mosquearse. Si lo hubiera hecho con el estilo del madrileño, a voz pública y retadora, este se la habría comido hasta sin coleta. Lo intentó moviendo un alfil de escolta, Ione Belarra, muy de su estilo y con el encargo preciso de convertirse en la sombra de Díaz. Pero esta fue tacita a tacita, invitando a todo el mundo, incluida la Belarra. Por más que en Podemos se pusieran en plan de citar a porta gayola para darle una larga cambiada, la Díaz que se iba por los chiqueros y el burladero y así no había manera. Para cuando Yolanda sale al ruedo, no queda ya de Podemos en la plaza más que una sombra.

La operación bikini hay que hacerla así, callandito, si no, no tiene gracia. Cuando Yolanda dijo en su coronación que no admitía tutelas venía a decir algo así como mirad qué tipazo se nos ha quedado en la izquierda de la izquierda cuando nos quitamos unos michelines y ahora sí, estoy lista para asumir el encargo del dedazo

La operación bikini hay que hacerla así, callandito, si no, no tiene gracia. Cuando Yolanda dijo en su coronación que no admitía tutelas venía a decir algo así como mirad qué tipazo se nos ha quedado en la izquierda de la izquierda cuando nos quitamos unos michelines y ahora sí, estoy lista para asumir el encargo del dedazo. No había más que ver a Belarra la víspera y a Yolanda el día D, eran la noche y el día, el pasado y el futuro, el adiós y el hola, tanto que hasta el Hola sacaría a esta mujer en portada si se dejara.

La prensa que escora más bien a estribor no perdió un segundo en sacar los extintores porque Yolanda, siguiendo el manual del buen killer, se acababa de sacudir sin despeinarse el lastre que debía frenar esa pata del caballo de la izquierda. No lo querían creer, pero ahí tenían a la Ayuso de la izquierda. Ni la una ni la otra son Díaz. Es Ayuso y es Yolanda, las dos significando cosas que van más allá de sí mismas y las dos queriendo ser presidentas del gobierno de España. Ayuso no lo dice pero lo hace, Yolanda no lo hace pero lo dice. El de Yolanda es otro estilo, sin chulaponería, sin chupa de chapa y sin telepredicadoras evangelistas, pero con algo más en común que el primer apellido: ambas son capaces de atraer el voto de los propios y de los de alrededores. El estilo de Yolanda no es de echada pa’lante sino de sonrisa y ojitos aunque te esté metiendo un puñal entre la tercera y la cuarta vértebras, como bien sabe la vanguardia consciente de la izquierda de la izquierda. En la derecha hacen bien en preocuparse porque en un descuido y con la guardia baja a Yolanda la podría abrazar hasta Savater, no digo más.