¿Qué fue del voto electrónico?
Soy una de esas 500.000 personas que, en el conjunto del estado, conformarán las mesas electorales el próximo 28 de mayo. No hay dos sin tres y sí, espero que a la tercera sea la vencida y el cartero no vuelva a presentarse en mi casa con la notificación dichosa. Creo que con tres participaciones ya deben de ser suficientes. Vocal segunda y sin posibilidad de renuncia. No estoy en el último trimestre de embarazo, no soy policía ni bombero, ni jefa de redacción y tampoco soy mayor de 65 años. Estos son, entre otros, algunas de las justificaciones que podrían dejarme fuera del colegio electoral pero no, no cumplo con ninguna.
No conozco a nadie, aunque seguro que lo hay, que se ponga a dar saltos de alegría cuando le llega la confirmación de que va a pasar alrededor de quince horas de un domingo sentada en una silla viendo y comprobando cómo votan sus convecinas. Cuando el cartero me entregó el librito de instrucciones y la ficha en la que había de firmar para justificar la recepción de mi suerte, me pidió disculpas. Lo hizo porque en su larga trayectoria, dice, tampoco él ha encontrado a nadie que se alegre de haber sido agraciado en el sorteo de marras. Se sentía portador de una mala noticia.
Ni siquiera los 70 euros que se embolsarán, nos embolsaremos, por el servicio prestado suplen el inconveniente que supone
En cada contienda electoral, la ciudadanía que cumple los requisitos para formar parte de la mesa electoral vive con el corazón en un puño hasta que finaliza el plazo de notificaciones. Ni siquiera los 70 euros que se embolsarán, nos embolsaremos, por el servicio prestado suplen el inconveniente que supone.
Así que elección tras elección imaginamos cómo sería aquello del voto a distancia, sin pasar por el centro electoral y sin tener que obligar a los y las ciudadanas a prestarles un domingo.
Este asunto lleva muchos años sobre la mesa sin que hasta el día de hoy se haya avanzado sobre el voto telemático, la posibilidad de emitir un sufragio a distancia sin tener que acudir al colegio electoral, o electrónico, aquel en el que se prescinde de las tradicionales papeletas pero se emite en una cabina controlada.
En 2017 el Gobierno de España descartó la implantación del voto electrónico argumentando que la ciberdelincuencia había actuado en Francia con una acción de pirateo durante la campaña que podría ser replicada en España
Allá por 1998 en Euskadi se reguló el voto electrónico para sus elecciones parlamentarias. De hecho llegó a probarlo en algún proceso electoral como los comicios de la UPV/EHU o el propio Athletic. Sin embargo, el proceso no tuvo continuidad y pese a que en 2010 la Junta Electoral Central aconsejó implantar el sistema, el Parlamento Europeo pidió su revisión seis años después. Definitivamente, en 2017 el Gobierno de España descartó la implantación del voto electrónico argumentando que la ciberdelincuencia había actuado en Francia con una acción de pirateo durante la campaña que podría ser replicada en España.
No se si estamos preparados para la confianza política que supondría el voto a distancia. Es cierto que sería, a priori, más barato y más simple pero ¿Cómo controlar la trazabilidad del i-voting? Si se producen errores, las consecuencias pueden ser terribles y parece que blindar la seguridad de ese voto tecnológico es muy complicado. Ni la inteligencia artificial nos da las suficientes garantías como para ejercer nuestro derecho alegremente. Nos jugamos mucho y es complicado que los malos y los troleros no acaben colándose por cualquier resquicio que dejen los posibles sistemas de voto electrónico, así que mientras la transparencia no sea total habrá que seguir acudiendo al Colegio Electoral, meterse en la cabina y elegir la papeleta. O llevarla preparada de casa, que sigue siendo la opción mayoritaria.
El Pentágono ya lo había probado varios años antes y también puso el sistema en duda
No faltan experiencias de i-voting a nivel internacional. Lo probó Francia en 2017 y acabó por retirarlo por miedo a los hackers. El Pentágono ya lo había probado varios años antes y también puso el sistema en duda. Y en Michigan, un grupo de universitarios demostró en solo 36 horas que su sistema de voto electrónico era un coladero de votos falsos.
Parece que es un método adecuado para consultas participativas pero no decisorias, así que el domingo, a las ocho de la mañana, estaré en mi Colegio Electoral para garantizar la limpieza de los comicios y recoger los votos de mis conciudadanos. Es mi deber democrático pero oye, que con tres veces ya voy servida.