Hace un par de semanas, en un seminario en Santander, el ex ministro Carlos Solchaga afirmaba que las empresas de aceros especiales y aluminio, en clara referencia a Sidenor, Tubos Reunidos y Alcoa, no deberían operar en España. A su juicio, al no disponer de gas natural ni petróleo, generar electricidad es más caro que en otros lugares, por lo que las políticas industriales deberían haber apostado por otro tipo de compañías.
A los sectores que mencionó Solchaga se le podrían añadir todas las vidrieras, que necesitan cantidades ingentes de calor para que funcionen sus hornos. En este caso, hay un matiz importante: el vidrio es un material tan delicado que la distancia a la que se tenga que transportar es uno de los mayores costes, lo que explica por ejemplo que Vidrala tenga habitualmente factorías separadas entre sí por unos 500 kilómetros. Por no hablar de las azulejeras de Castellón, que sí que tuvieron que cerrar en 2022.
Prueba de que la competitividad de estas empresas y algunas más es complicada en España es que el Gobierno ha tenido que ayudar a la industria "gasintensiva y electrointensiva", que así se denomina la que no le gusta a Solchaga, para que sus costes no se disparen. De otra manera, estas empresas habrían terminado siendo clausuradas por su incapacidad para competir con sus gemelas de otros países. La patronal siderúrgica Unesid reconoció recientemente que la producción se había reducido un 20% en España en 2022 como consecuencia de los elevados precios de la energía.
Unesid reconoció recientemente que la producción se había reducido un 20% en España en 2022 como consecuencia de los elevados precios de la energía
Basta recordar los exabruptos que José Antonio Jainaga, el máximo accionista de Sidenor, le lanzó a Iberdrola a raíz de la subida del precio de la luz en plena crisis ucraniana. La firma vasca de aceros largos no podía repercutir en el precio de sus productos los mayores costes energéticos, a riesgo de que sus principales clientes, los fabricantes de automóviles, cambiaran de proveedor. En cualquier caso, se salvó y financieramente no le va mal, aunque entre sus principales inversiones destaca ahora la colocación de placas solares en el techo de sus fábricas y la compra de parques fotovoltaicos en el Mediterráneo.
El cambio de paradigma que suponen las renovables también figuraba en el discurso de Solchaga. A su juicio, si España antes tenía un problema de competitividad en cuanto a costes de energía, ahora va a situarse en el extremo contrario. La espectacular reducción de los costes de la generación renovable y la necesidad de descarbonizar la economía sitúan en una posición de ventaja a los países con más horas de sol. Aunque para ello será preciso previamente encontrar fórmulas rentable de almacenamiento, lo que explica el enorme interés que está generando el hidrógeno.
La espectacular reducción de los costes de la generación renovable y la necesidad de descarbonizar la economía sitúan en una posición de ventaja a los países con más horas de sol
Pero para llegar a ese escenario hay que pasar por una etapa de transición que no va a ser sencilla. Sirva como ejemplo las similitudes al respecto entre los discursos del CEO de Repsol, Josu Jon Imaz, y el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros. Coinciden casi en las comas en sus referencias a la necesidad de frenar el despliegue del vehículo eléctrico y la eventual destrucción del tejido industrial que no sea capaz de descarbonizarse en los tiempos marcados desde Bruselas. Quizás otros no piensen muy distinto, pero por el momento no se atreven a reconocerlo a riesgo de parecer poco verdes. Eso es al menos lo que piensa el ex consejero de Industria del Gobierno Vasco cuando habla de "populismo" y de "hipocresía" al recordar que en Euskadi consumimos gas natural pero nos negamos a extraerlo directamente.