Nunca antes los dos partidos nacionalistas de Euskadi han sido tan decisivos en el Congreso de los Diputados como en la legislatura que se inicia este jueves. PNV y EH Bildu (o alguna de sus marcas previas) han llegado a sumar más escaños en el pasado, sí, pero no con una capacidad para condicionar la política nacional como la que poseen en este caso.
Ambos llegan a las Cortes como socios necesarios del Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Ya fueron socios de dicho Ejecutivo en la pasada legislatura, pero siempre a la sombra de ERC, que tenía muchos más diputados que ellos. Ahora la endiablada aritmética parlamentaria salida del 23-J provoca que sus posiciones sean determinantes en cada votación. En cada moción. En cada ley. Y, lo que es más importante, en cada Presupuesto. Una situación privilegiada que les coloca en las mejores condiciones para saciar sus voraces exigencias.
Especialmente apetitosa se antoja la posición del PNV. Porque Aitor Esteban y sus compañeros jeltzales del Parlamento siempre van a tener la posibilidad de desnivelar la frágil balanza entre bloques
Especialmente apetitosa se antoja la posición del PNV. Porque Aitor Esteban y sus compañeros jeltzales del Parlamento siempre van a tener la posibilidad de desnivelar la frágil balanza entre bloques, ya que Bildu está más claramente encuadrado ideológicamente junto a PSOE, Podemos y sus otros compañeros de viaje, amén de que a nadie se le escapa que desde el bloque de la derecha jamás intentarán contar con los abertzales.
Sólo hay que ver lo que ha ocurrido en las semanas previas a este jueves. El PP intenta seducir a los peneuvistas por tierra, mar y aire para que invistan como jefe del Ejecutivo a Alberto Núñez Feijóo. Pese a la contundente negativa de Sabin Etxea, los populares siguen erre que erre. Y la prueba es que, con la inestimable colaboración de Coalición Canaria, buscan también enredar y/o convencer al PNV mediante la oferta de una hipotética presidencia del Congreso para Esteban. Ahí es nada.
Entre las exigencias de Bildu y PNV ya se escucha, claro está, la cuestión territorial, que es su preferida por más deseada. Ambos partidos nacionalistas ya han verbalizado sus demandas al respecto. Y la posición igualmente decisiva de los separatistas catalanes de ERC y Junts apunta a una legislatura con el "derecho a decidir" y el "referéndum" como mantras habituales...
Todo anverso tiene su reverso. Sí, esta es la legislatura más prometedora para el nacionalismo vasco, pero también puede ser una de las más fugaces si se repiten las elecciones generales. La incertidumbre es la única certeza de estos días. La decisión está -mientras el PNV quiera, al menos- en manos de un fugado de la justicia que vive inmerso en el delirio. O sea, el futuro se vislumbra tan apasionante como incierto. Y, por qué no decirlo, un tanto ridículo.