Las discotecas Teatre y La Fonda de Murcia / Edu Botella - Europa Press

Las discotecas Teatre y La Fonda de Murcia / Edu Botella - Europa Press

Opinión

Sentido y sensibilidad

9 octubre, 2023 05:00

La desgraciada tragedia de Murcia, con trece fallecidos, trece personas que salieron a divertirse y perdieron lo más preciado que tenemos: la vida, nos deja muchísimo dolor, rabia, y más de una lección que debemos aplicarnos.

La seguridad total es inviable. El riesgo cero por mucho que nos empeñemos sólo puede ser aspiracional, porque no existe. Sin embargo, entre esa contundente realidad y lo que hemos ido sabiendo de las circunstancias en las que se ha producido el terrible suceso, hay una distancia infinita que deja a las claras, que se ha incurrido en más de una negligencia con un resultado fatal, que ya nadie puede cambiar.

Me temo que mucha gente va a tener que dar explicaciones y lamento que de momento las que se han dado, no sólo son insuficientes sino que en algunos casos son intolerables. Si la discoteca no podía estar abierta ¿porqué estaba abierta? ¿cómo es posible que los responsables políticos no supieran que a pesar de que presuntamente no tenía licencia seguía operando? ¿qué hicieron realmente los inspectores?. Hay una cantidad infinita de preguntas de las que esperamos respuesta, máxime y por si fuera poco, cuando estos locales lejos de ocultar que estaban operativos, lo anunciaban. 

Estamos asistiendo desde que se conoció el accidente con el trágico desenlace, a una serie de exposiciones públicas, que lejos de responder a lo que ha ocurrido, nos dejan pasmados y dolidos. Excusas, excusas y más excusas que para más “inri” en muchos casos no se sostienen. Lo siento, pero igual que el resultado, lamentablemente ya no tiene remedio para los trece fallecidos, no hay excusas que valgan. Nos están sometiendo a un pin, pan, pun, entre la empresa y el Ayuntamiento, en el que todos echan balones fuera, con las afirmaciones más peregrinas, convirtiendo toda esta desgracia en una auténtica antología del disparate. Eso sí, con el dantesco resultado de 13 fallecidos. Es de obligado cumplimiento depurar responsabilidades y que además eso se dé con celeridad. Al drama que ya viven las victimas no se puede añadir la dilatación “sine die” de los procesos, como hemos visto en otros siniestros de estas características.

Y dicho esto, también toca hacer una de autocrítica respecto a mi gremio, el del periodismo. Cada vez que tenemos en las redacciones un suceso de este calibre, corremos el riesgo de dejar de hacer periodismo para dedicarnos al morbo. Lo que ha ocurrido en Murcia también se ha prestado a ello, y una vez más algunos han vuelto a practicar el morbo dejando a un lado nuestra razón de ser, que no es otra que la de informar del modo más aséptico y objetivo posible y sin perder además la empatía. No hay manual de periodismo en el que se recomiende meter el dedo en la llaga.

Una vez más hemos tenido que escuchar testimonios de los familiares de las víctimas que evidentemente afectados por el dolor y en estado de shock responden a las peticiones mediáticas, como buenamente pueden. Hay que recuperar la esencia de nuestra profesión y el objetivo final de servicio a la sociedad. Estamos para eso, no para conseguir incrementar la audiencia practicando el morbo. Eso nos aleja cada vez de lo que debemos ser.

En definitiva, que nos encontramos ante una cadena de despropósitos que nos hacen perder de vista lo realmente importante. Y una vez más, lo importante son las víctimas. Los trece fallecidos y las familias y allegados que los lloran. Se merecen, como no puede ser de otra forma, justicia. Y que la justicia no se demore en el tiempo, para que en la medida de lo posible las heridas abiertas que no dejarán de sangrar nunca, no lo hagan a borbotones. Se merecen respuestas, aunque posiblemente, ninguna le va a satisfacer. Se merecen depuración de responsabilidades y que caiga quien tenga que caer. Se lo merecen ellos, y nos lo merecemos todos.

Y sobre todo, se merecen sentido y sensibilidad por parte de todos. Y que ese sentido y esa sensibilidad incluyan un aprendizaje. Que nos llevemos cuando menos alguna lección para no repetir errores que cuestan vidas.

Sentido y sensibilidad y como no, la solidaridad más absoluta y el abrazo más grande para las victimas.