Lo escribíamos aquí en agosto. Los partidos nacionalistas de Euskadi se frotaban las manos. Estaban de enhorabuena porque Pedro Sánchez quería seguir en el Palacio de la Moncloa fuera como fuera. Y eso se traducía en un escenario de posibles cesiones que arrancar en el Congreso de los Diputados, donde el apoyo de PNV y Bildu era condición indispensable para mantener al Gobierno de PSOE y Podemos.
Escribíamos así a raíz de la constitución de las Cortes, cuando los nacionalistas catalanes lograron algunas concesiones importantes -uso de las lenguas cooficiales, impulso al caso Pegasus- de las que se beneficiaban también jeltzales y abertzales. Ahora, conocido el acuerdo del PSOE con Junts per Catalunya para investir a Sánchez a cambio de la amnistía para Carles Puigdemont y sus correligionarios, parece que nos quedábamos bastante cortos. Del hipotético paraíso al chollo.
Da la sensación de que la formación presidida por Andoni Ortuzar logrará todo aquello que exija a cambio de sus votos en la investidura. Porque la cesión y el riesgo de Sánchez ante Junts es de tal calado que enaniza las tradicionales reclamaciones de los peneuvistas (...) Pero con Sánchez nunca se sabe
Toda vez que Bildu siempre dejó claro que su apoyo a Sánchez es gratuito, ahora es el momento del PNV. Así lo remarcaba no por casualidad esta misma semana el lehendakari, Iñigo Urkullu. Da la sensación de que la formación presidida por Andoni Ortuzar logrará todo aquello que exija a cambio de sus votos en la investidura. Porque la cesión y el riesgo de Sánchez ante Junts es de tal calado que enaniza las tradicionales reclamaciones de los peneuvistas.
El acuerdo ya está hecho y este mismo viernes se conocerán todos los puntos firmados. Aunque es palmario que en el escenario actual de la política nacional lo firmado no tiene por qué cumplirse, claro.
Dichas exigencias, o al menos las que se pueden admitir en público, se vienen negociando desde hace semanas y son, básicamente, las de siempre. En primer lugar, está el cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika, que ya se pactó en la anterior legislatura aunque no se cumpliera y que incluye, como es sabido, el traspaso de más competencias a Euskadi, con la preceptiva cesión de la gestión de la Seguridad Social como cambio más simbólico pero con otros relevantes como la gestión de Cercanías.
Sin salirnos de las vías no puede faltar el impulso -otro más, y van mil- a las obras del Tren de Alta Velocidad (TAV), para que el Ave vasco sea una realidad tropecientos años después. Y, por último, y aquí viene lo más espinoso, está el ya célebre "reconocimiento nacional" de Euskadi. En román paladino, esto quiere decir que ahora, una vez abierto el melón de la "plurinacionalidad", el PNV abogará por una reforma del Estatuto vasco que incluya el aserto de que Euskadi es una nación y, si el PSOE se anima, también la posibilidad de ejercer el "derecho a decidir" en el futuro.
Hay, al parecer, otras cuestiones que el PNV ha negociado el PSOE como el impulso legal (otro) al uso del euskera. Como ya se ha dicho, no había obstáculos insalvables y por ello el pacto ya está cerrado. En pocas horas se anuncian los detalles de un documento que, claro está, los jeltzales venderán como histórico para apuntarse un importante tanto frente a Bildu ante las elecciones autonómicas que se avecinan.
Con Sánchez lo único seguro es que todo es posible. También decía que la amnistía en Cataluña era una quimera. O que jamás pactaría con Bildu. O que nunca colocaría a sus afines en las instituciones públicas. O tantas otras cosas que objetivamente ha incumplido sin despeinarse, casi como por costumbre
Claro que todo esto son vaticinios que aunque parezcan certezas se pueden ir al traste. Con Sánchez lo único seguro es que todo es posible. También decía hasta el pasado julio que la amnistía en Cataluña era una quimera. O que jamás pactaría con Bildu. O que nunca colocaría a sus afines en las instituciones públicas. O tantas otras cosas que objetivamente ha incumplido sin despeinarse, casi como por costumbre.
Decimos, volviendo al PNV, que ese pacto también puede enfriarse porque es cierto que, con la aritmética en la mano, al PSOE le valdría una mera abstención de los jeltzales en la segunda votación para consumar la investidura, y no parece probable a estas alturas que estos sumen sus votos a PP y Vox para bloquear la cosa... O, dicho de otra manera, Sánchez necesita a los peneuvistas en la investidura pero no tanto como ellos quisieran.
Cuestión distinta es lo que vendrá después, con un gobierno necesitado de demasiados apoyos en cada votación. Sea entonces o ahora, el PNV exijirá lo suyo con el ahínco que le caracteriza. Y Sánchez firmará primero, por supuesto, y luego tendrá que decidir si sigue en modo chollo para el nacionalismo o si vuelve a cambiar de opinión.