Hace ya tiempo que el término equidistancia, cuando se asocia a cuestiones relacionadas con la política, tiene cierto tinte peyorativo, porque implica no tomar partido ni con unos, ni con otros. Vamos, lo que vulgarmente se conoce como no mojarse. Y no mojarse, a veces, es una forma de protegerse, una cuestión de higiene mental, sobre todo teniendo en cuenta como están las cosas.

En los últimos meses, y en concreto desde el pasado 23 de julio, cuando tuvieron lugar las elecciones generales, y el panorama político quedaba como ya conocemos, estamos viviendo una situación crispada y alimentada desde la política, en la que parece que todos tenemos que pronunciarnos de forma clara y contundente para que quede claro si estás conmigo, o si estás contra mí. El asunto ha tenido efecto en algunos sectores sociales, y ha generado un caldo de cultivo que no es precisamente aleccionador.

La situación como además se ha prolongado en el tiempo mucho más de lo necesario, ha propiciado que unos y otros vayan subiendo el tono hasta encontrarnos tanto en la calle, como en las exposiciones públicas a través de distintos foros, medios de comunicación y por supuesto, las controvertidas redes sociales, con afirmaciones y argumentos que dan miedo. 

El colofón de todo ello lo hemos visto en la sesión de investidura de Sánchez donde una vez más se han aparcado las propuestas para dar protagonismo a los temas más controvertidos y poner en evidencia, aún más, por si no lo teníamos claro, las diferencias aparentemente insalvables entre unos y otros. Diferencias que en algunos casos y de forma maleducada y zafia, se traducen en insultos.

El partido socialista hablaba rotundamente de la inconstitucionalidad de la amnistía hace unas semanas, para ahora defenderla a pies juntillas

Pues bien, a muchos de nosotros toda esta situación nos genera desasosiego y desamparo. Si en un lado encuentras que donde hace tan solo unos meses se decía una cosa de forma reiterada, y ahora se dice justo la contraria sin mediar explicaciones de por medio, y en el otro lo que percibes es crispación y un objetivo claro que no es otro que volver cuanto antes a las urnas, ¿dónde te quedas? Seguramente, ni con unos, ni con otros. Y si esto es equidistancia y falta de compromiso, me temo que hay muchos equidistantes y aún más escépticos y absolutamente desencantados con la política de estos políticos. 

Si ser equidistante es pedir coherencia y que se den las explicaciones oportunas sobre porqué el partido socialista hablaba rotundamente de la inconstitucionalidad de la amnistía hace unas semanas, para ahora defenderla a pies juntillas, haciendo borrón y cuenta nueva sin que medien argumentos que aclaren y justifiquen el cambio, más allá de hacerse con el sillón de la presidencia del Gobierno, me declaro equidistante.

Si ser equidistante es no compartir que se fomente la crispación, se procure la división entre unos y otros, y se utilicen términos gruesos para hablar de riesgo democrático, legitimidad o ilegitimidad del Gobierno…me declaro equidistante.

Feijóo no fue capaz de sacar adelante su investidura no por “no venderse” como argumenta una y otra vez, sino por haber pactado con VOX

El señor Feijóo que apela a nuevas elecciones, no fue capaz de sacar adelante su investidura no por “no venderse” como argumenta una y otra vez, sino por haber pactado con VOX, siendo esa una línea roja explícita para el resto de las fuerzas políticas. Y lo sabía.

Y el señor Sánchez no puede demandar coherencia en el otro lado, cuando si de algo se le puede tachar a él y a sus ministros es de incoherencia. 

A todo esto, sobre propuestas concretas de esas que interesan a los ciudadanos, más bien pocas y básicamente esbozadas. 

Todo esto desde el 23 de julio sólo para dar un primer paso: la investidura de Pedro Sánchez. Una única cosa que ha tenido un coste tremendo en muchos sentidos. A partir de ahora hay que gobernar y a Sánchez le va a tocar templar gaitas continuamente. No sé lo que durará la legislatura pero va a ser estresante, sin duda, y seguramente más corta de lo que debería.

Así las cosas la equidistancia es una válvula de escape intentando encontrar cierto equilibrio en la inestabilidad porque desgraciadamente y desde hace tiempo ya no elegimos al mejor, sino al que creemos menos malo.