Un ERE para los dirigentes de Siemens
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Los mandamases alemanes de Siemens Energy, matriz de Gamesa, no dejan de sorprender. Este martes, el gran día D que todos esperábamos, anunciaban importantísimas "medidas de ahorro" que no concretaban más, de forma que es imposible saber si, como algunos nos barruntamos, ojalá nos equivoquemos, el embrollo acabará como acaba siempre, es decir con despidos de la plantilla.
Ese ahorro será de 400 'kilos' en Siemens Gamesa. Ahí es nada. ¿Cómo se va a ahorrar esa cantidad? El jefe supremo de Siemens Energy, Christian Bruch, y sus compañeros de baile utilizan a este respecto los eufemismos habituales: "optimizar", "simplificar", "reestructurar" o "racionalizar". Términos mágicos que suelen convertirse en otro más prosaico y desagradable: despedir. Con razón, los sindicatos de la compañía con sede en Zamudio están más que preocupados por la clamorosa falta de claridad de los jefes.
No hace falta un máster en Harvard para saber que cuando una gran empresa quiere ahorrar tiene que recortar. Y habitualmente mete la tijera en los gastos de personal, siempre superfluos para los altos directivos de sueldos millonarios. Una paradoja más del capitalismo.
Como esa otra contradicción que consiste en que los beneficios han de ser privados y las pérdidas hay que nacionalizarlas porque la empresa de turno, Siemens en este caso, es "estratégica" y debe ser salvada por el bien de todos. Pero no caigamos en prejuicios ideológicos. Vayamos a la realidad, por dura que resulte.
La realidad es que Siemens Energy acumula pérdidas por más de 4.500 millones de euros en lo que va de año. La realidad es que los directivos germanos aseguran que la culpa de este agujero sin fondo es de las tristemente célebres turbinas defectuosas elaboradas por Gamesa, si bien desde la plantilla se apunta a los errores de gestión como epicentro real de la responsabilidad. Y la realidad es que, tras conocer los grandes números rojos, tras filtrarse el gran rescate y tras el gran día del gran anuncio, la incertidumbre continúa.
Bruch y sus compañeros son personas de una inteligencia privilegiada, eso es seguro, porque han conseguido, de hecho, que los gobiernos alemán y español impidan la caída de la empresa. Sólo por eso merecen un premio que seguramente percibirán tarde o temprano. No dudamos tampoco de sus buenas intenciones. Y, como es sabido que las dificultades agudizan el ingenio, una opción nada desdeñable sería aplicarles a ellos un ERE. Quizás entonces sí sean más claros con sus planes.