Varias decenas de tractores de agricultores se concentran frente a las plataformas logísticas de empresas distribuidoras / L. RICO - EFE

Varias decenas de tractores de agricultores se concentran frente a las plataformas logísticas de empresas distribuidoras / L. RICO - EFE

Opinión

Del campo no hay quien viva

15 febrero, 2024 05:00

Nieves López, mi suegra, vive ya más en el pasado que en el presente. A sus 88 años recuerda cada día su infancia, la huerta familiar, el enorme trabajo que suponía recoger kilos y kilos de patatas, de tomates, de habas y de todo lo que la tierra quisiera darles, no solo para su manutención sino para la de todas aquellas familias que “vivían del campo”. Supo muy pronto de la dureza de este trabajo y de su escasa rentabilidad, así que decidió abandonar su pueblo manchego con solo 14 años, meter cuatro cosas en una cajita de cartón y lanzarse a la aventura de conocer una gran ciudad en la que poder “servir”. Sí, quienes escapaban del campo, especialmente siendo mujeres, llegaban a Madrid, a Barcelona o San Sebastián para servir a las familias acomodadas que jamás habían plantado una lechuga. 

A pesar de los muchos años que Nieves dedicó al trabajo doméstico y también a la hostelería, en su ADN quedó grabada la frase “vivimos del campo”. Hoy, con su avanzada edad y sus recuerdos lejanos, asiste a las tractoradas y a las protestas del mundo agrícola asintiendo con la cabeza y recordándonos continuamente que si el campo se muere, morimos todos. En su sencillo argumentario asegura que en el campo empieza la vida y se pregunta qué vamos a comer si quienes trabajan de sol a sol en las plantaciones también abandonan. Porque sí, comemos del campo fundamentalmente.

Se siente absolutamente solidaria con los y las agricultoras porque sabe que después de una doble jornada de trabajo, muchas veces bajo un sol de justicia, estos trabajadores tienen que dedicar unas cuantas horas más al papeleo, a la burocracia de pedir subvenciones, ayudas y todo lo que ayude a paliar su precaria situación. Y todo para que al final, producir un kilo de patatas les cueste 20 céntimos y solo puedan venderlo a 22. Ustedes me dirán que se hace con esos dos céntimos. ¿Pagar sueldos a trabajadores? ¿Mantener las explotaciones? ¿Comprar productos necesarios para la siembra, evitar plagas, recolección? ¿Sustentar a la familia con todas sus necesidades? Es inimaginable vivir hoy del campo. 

Es inimaginable vivir hoy del campo

Y lo de la jornada se complica aún más en las mujeres del mundo rural y agrícola. A todo lo anteriormente señalado hay que sumar la jornada familiar de atención y cuidado de los hijos. Todos esos trabajos que generalmente hacen las madres, también los hacen las agricultoras y ganaderas así que éstas no tienen doble sino triple jornada. La brecha de género es más intensa en el mundo rural, con menos oportunidades para las mujeres, mayor precariedad, infrarrepresentación en la toma de decisiones y peor conciliación. ¡Cómo para no desear coger el atillo y alejarse del campo!

En los últimos días hemos visto cómo los tractores llenaban las calles de nuestras ciudades, colapsaban las entradas, complicaban la hora de llegada al trabajo e impedían la libre circulación. Salvo lo de los tractores, el resto lo hemos vivido en otras muchas situaciones y conflictos laborales. Sin embargo, creo que ha sido mucho más fácil empatizar con las reivindicaciones agrarias por una sencilla razón: con las cosas de comer no se juega

Ha sido mucho más fácil empatizar con las reivindicaciones agrarias por una sencilla razón: con las cosas de comer no se juega

El sector arrastra una crisis profunda desde hace años por los bajos ingresos que vienen obteniendo con sus productos. Ahora hay que sumarle las medidas que quiere introducir Europa respecto a la sostenibilidad y la producción respetuosa con el medio ambiente, modelo que encarece considerablemente los costes de producción y disminuye, aún más, los beneficios. Para lograr estos objetivos, los agricultores deben hacer una mayor inversión en tecnología e implementar mejoras en el bienestar animal. Pero no queda ahí la cosa.

Con el llamado Pacto Verde Europeo, a las importaciones de productos del campo desde terceros países no se les exigen esas mismas condiciones, con los que pueden introducir en los mercados locales productos mucho más baratos. Es claramente una situación de competencia desleal pero que está avalada por las Administraciones. Clara muestra de esto es, por ejemplo, el grano ucraniano que puede llegar hasta aquí sin el pago de ningún arancel.

Si a cualquiera de quienes estamos leyendo este artículo nos obligasen en nuestro trabajo a implementar mejoras técnicas y tecnológicas, ampliar despachos, dotarles de más luz y comodidad invirtiendo nuestros propios recursos y además tuviéramos que permitir que trabajadores ajenos entrasen en la empresa a un coste muy inferior al  nuestro montaríamos en cólera. Todo esto teniendo en cuenta que la labor que ejercemos es, seguramente, mucho más cómoda que la de los agricultores y con mejores prestaciones.

Es claramente una situación de competencia desleal pero que está avalada por las Administraciones

Efectivamente, cuanto más sostenibles sean las explotaciones mejor para todos, para las personas y para el medio ambiente. Pero esto no se puede lograr a cualquier precio y sin ayudar a un mundo rural agobiado, cansado y preocupado por su futuro y el de sus familias. No hay beneficios y sí pérdidas en muchas ocasiones.

¿Relevo generacional? Dile tú a una personas joven que va a trabajar sin descanso, en la tierra y en el despacho o que no va a tener vacaciones más allá de algún programa institucional que les pone un sustituto durante quince días. Pero claro, la cabeza está más en sus huertas que en la playa con lo que lo de las vacaciones se suele solucionar con cámaras y tecnología para poder controlar a distancia. Vamos, que son días de descanso pero menos. Dile además que no va a ganar dinero y que va a tener que vérselas con terceros a los que les sale mucho más barato que a ti producir ese kilo de patatas y además puede dejarlo en nuestros mercados sin impuestos especiales. Y mejor no le digas más porque a estas alturas seguro que ha salido ya corriendo. 

Continuo escuchando a mi suegra eso de “o arreglan eso o morimos todos”. Y tiene toda la razón porque sin producción agrícola no hay pan ni muchas otras cosas. Vivimos del campo, dice, cuando debería decir “comemos del campo” porque vivir, vivir, del trabajo en el campo ya no vive nadie.