Es sistemático, cada vez que se lanza una propuesta en teoría encaminada a mejorar las condiciones laborales de algún sector, alguien esgrime, más antes que después, la palabra fraude para referirse al comportamiento de las empresas y de quienes las regentan. Y una vez más, se siembra la duda en general, para que al final parezca que empresario y defraudador son sinónimos. La verdad es que ya aburre el asunto.
La penúltima, porque no será la última, la ha abierto la vicepresidenta Yolanda Díaz con los horarios de la hostelería. Parece que en el sector se disparan las horas extra y además no se abonan. Un clásico. La polémica no se ha quedado aquí, porque en este caso, la vicepresidenta y ministra de Empleo, ha tocado un asunto que es muy propio de aquí, y que se valora mucho fuera, y es eso de tener cierta libertad horaria para comer o tomarse una copa, sin tener que estar pendiente de que todo esté cerrado. La fórmula ha permitido hasta ahora además de ser una imagen de marca, prestar un servicio y generar empleo.
Una vez hecho el anuncio, la duda ya estaba sembrada: horarios disparados y remuneraciones escasas. Vamos, que las empresas del sector no cumplen con los mínimos que en principio se recogen a través de los convenios. Sí, porque b. Lo hacen a través de convenios colectivos sectoriales o de empresa, que en principio, y tras las negociaciones pertinentes, se aprueban entre las partes. Y a partir de ahí, eso hay que cumplirlo y quien no lo cumple debe ser sancionado. Punto.
La inspección de trabajo, que depende casualmente, de la señora Díaz, allí donde no está transferida, es quien debe controlar que no haya fraude. Y si la ministra afirma que lo hay, por horarios abusivos y horas no abonadas, y que además es algo generalizado deberá movilizar a los inspectores para comprobarlo y castigarlo.
En el caso concreto de Euskadi donde la competencia está transferida, tenemos un problema con esto de las inspecciones de trabajo, problema seguro extrapolable al resto, y es que hay menos inspectores y subinspectores de los que se necesitan, y eso, evidentemente, complica las cosas. Daría para otro debate.
Al final la vicepresidenta y ministra nos ha metido en una doble polémica. Por un lado el cumplimiento de lo establecido, y por otro, una forma de entender la vida. Y son dos cosas diferentes que deben abordarse, si es que hay que hacerlo, por separado. En paralelo, se vuelven a poner en entredicho las formas de actuar de las empresas del sector de la hostelería. Podían haber sido otro el sector afectado, pero en esta ocasión, les ha tocado. Y demás se generaliza, no se habla de algunas, sino de todas. Y todo esto, tras lanzar un mensaje con amplio calado mediático y social, sin haberse sentado con los afectados, para trasladarles el problema y su posible solución.
Y claro, lógicamente, los aludidos protestan e invitan a quienes lanzan este tipo de andanadas a que les expongan cómo hacerlo para modificar los horarios, seguir pagando empleados e intentar ser rentable.
Llueve sobre mojado. Debates de este tipo deben abrirse con datos, con conocimiento de causa, con valoraciones, con pros y contras y escuchando a todas las partes. Quienes ejercen el oficio de la hostelería o cualquier otro, son quienes saben de verdad que fortalezas y que debilidades tienen. Nadie puede hablar por ellos.
No es prudente hacer afirmaciones y propuestas de estas características a golpe de titular y buscando el beneplácito fácil de la mayoría, sin analizar las consecuencias. No vale decir una cosa e intentar matizarla unas horas después, como ha ocurrido en este caso, porque el daño ya está hecho.
Lo de la hostelería es solo un ejemplo reciente. Hay muchos más en esta línea de hacer propuestas sin tener en cuenta a los que se van a ver afectados, y sin valorar las consecuencias. Sembrar la duda y seguir abonando el argumento de que el empresario por el hecho de serlo no va a hacer las cosas correctamente porque solo busca lo mejor para él, está ya muy manido.
La incógnita que nadie despeja es que si el emprender, el hacerse empresario, el invertir y el arriesgar es el camino más fácil para hacerse rico, porqué no hay más empresarios que trabajadores.