Como en el efecto dominó, en política, tocar una ficha supone una reacción en cadena donde un acontecimiento implica el desplazamiento del resto. El president, Pere Aragonès, ante la imposibilidad de sacar los presupuestos de la Generalitat adelante decide que es hora de medirse en la urnas el próximo 12 de mayo. Y lo que es una condición sine qua non para afrontar la gobernabilidad, resulta no ser tan importante para el Gobierno de España, que inmediatamente anuncia que no prosiguen las negociaciones de las cuentas para 2024. Acción, reacción.
En esta sucesión de hechos, la siguiente ficha que resulta desplazada son las elecciones al Parlamento vasco del 21 de abril. Todo el foco que podría ponerse como escenario de la contienda estatal se mitiga y lo pasa a soportar el inestable marco catalán. Golpe de mano que permitirá una campaña enfocada en la agenda vasca. Escenario óptimo para los partidos de implantación exclusiva en Euskadi, pero que pierde el componente del actor conseguidor en esa batalla por la pérdida de los Presupuestos Generales y las negociaciones que ya estaban avanzadas. Resignación en PNV y EH Bildu que no consideran que esté en riesgo la legislatura, al menos, por el momento.
Si sienten que vivimos en una eterna campaña electoral, no se equivocan. El ciclo que empezó en mayo del año pasado con Municipales y Forales terminó de despegar con las sorpresivas generales de julio. Y cuando la investidura de Sánchez se materializó, ¡Boom! Galicia decide que adelanta autonómicas. Mayoría absoluta para el PP y 'schokeo' del PSOE, vapuleado por el BNG. Las siguientes son las vascas y a continuación catalanas, para rematar con las europeas del 9 de junio.
Las tres naciones dentro del Estado español habrán renovado su perfil político previamente a la cita electoral europea, donde se vota en circunscripción única. El sumatorio de todas estas citas en conjunto dibujará, no solo el peso de los dos principales partidos, PSOE y PP, sino el apoyo periférico en el que poder sustentar el escenario estatal
Es decir, las tres naciones dentro del Estado español habrán renovado su perfil político previamente a la cita electoral europea, donde se vota en circunscripción única. El sumatorio de todas estas citas en conjunto dibujará, no solo el peso de los dos principales partidos, PSOE y PP, sino el apoyo periférico en el que poder sustentar el escenario estatal.
Siguiendo esta hilera de fichas no es difícil deducir que un casino en Tarragona es la excusa perfecta para armar los relatos, pero en ningún caso el desencadenante insalvable del adelanto electoral catalán. El PSC pacta los presupuestos con ERC y como condición establece la realización del Hard Rock, a sabiendas de ser una línea roja para los Comuns, necesarios para sacar las cuentas. Intuyo que la pinza PSC y Comunes ha decidido que se votara ahora en Catalunya en un cada vez más interconectado factor catalán y madrileño. El escenario parece favorable para los de Salvador Illa, Catalunya al rescate de Sánchez como ya ocurriera en las generales.
Pere Aragonès consciente de su debilidad, 33 de 135 parlamentarios, lee la situación y decide que, efectivamente, mejor antes del verano que después. Pillar a casi todos con el pie cambiado y previo al desgaste del Govern producido por la sequía y las expectativas de recrudecerse en verano.
A Junts le descoloca porque no tiene candidato. Toma fuerza el nombre de Carles Puigdemont que sigue siendo su principal activo. Sin problemas para encabezar las listas, pero con serias dificultades para salir investido si ganara, ya que la tramitación de la Ley de amnistía no habría concluido para el debate de investidura de obligatoria presencialidad.
PSC confía en rentabilizar el esfuerzo de la amnistía y que el ‘caso Koldo’ no salpique al exministro de Sanidad, Illa. La CUP redundándose y el PP intentando coaligarse con los rescoldos de Ciutadans y evitar que su crítico candidato con Génova, Alejandro Fernández, repita.
Y por si esto fuera poco, cabe la posibilidad que el soberanismo catalán acabe fracturándose más con la concurrencia de una lista de la ANC, el nuevo partido de Clara Ponsatí, Alhora, y la extrema derecha catalana encabezada por la alcaldesa de Ripoll, Aliança Catalana.
Carrusel electoral táctico y estratégico. Una vez echado a rodar el esférico, la teoría queda supeditada a la impredecible práctica del ejercicio electoral y a esperar quién a pulmón partido entona el gol en Las Gaunas.