El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, felicita al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras su investidura / Javier Lizón - EFE

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, felicita al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras su investidura / Javier Lizón - EFE

Opinión

Insulta que algo queda

25 marzo, 2024 05:00

Vaya por delante que no todos los políticos son iguales, y menos mal, porque sería tremendo. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha hecho del exabrupto y del insulto una forma de ejercer la política, y esta forma de actuar, empieza a ser algo bastante generalizado, tanto que corremos el riesgo de que se nos vaya de las manos, si es que eso no ha ocurrido ya.

La política, sobre todo la estatal, se ha instalado en unos modos y unas formas, que dan mucha grima y bastante miedo. Grima porque no es nada alentador ver como los máximos responsables del país, se agreden verbalmente con frases y sentencias que no son admisibles en cualquier foro, en el que se valoren un mínimo, las formas y la ética.

Esos comportamientos que algunos atribuyen al populismo más denigrante, lesionan a las instituciones, y nos chirrían a la mayoría de los ciudadanos, que vemos y escuchamos con estupor como se nos pierde el respeto, usando como escenario, nada más y nada menos que las instituciones en las que nos representan y de las que se ha dotado nuestra democracia.

Y a partir de aquí, de estos comportamientos que dan repelús, es donde entra otro componente: el miedo. Miedo a que más antes que después, la sociedad, o al menos, parte de ella, valide esos nefastos comportamientos y los haga propios, convirtiendo esto en una jungla donde lo que puntúa son los gritos y las salidas de tono. Los ejemplos que estamos recibiendo de algunos líderes políticos, pueden tildarse de todo menos de ejemplarizantes.

La política, sobre todo la estatal, se ha instalado en unos modos y unas formas que dan grima y bastante miedo

Pero cuando el caldo de cultivo en el que te mueves, lo que recibimos a través de los medios de comunicación, lo que vemos y lo que escuchamos, el lenguaje verbal y el no verbal, se traducen en insultos, es fácil que eso acabe calando y se entienda como una forma de funcionamiento lógica y respetable.

Lo peor es que cuanto más crecen las denuncias en contra de esta forma de funcionar, más se encrespan los ánimos entre unos y otros, convirtiendo las instituciones en concreto, el Congreso y el Senado en un circo de tres pistas, con el máximo respeto a los profesionales del circo que merecen todos los elogios, en el que unos y otros, se dan cera entre aplausos de los propios, y abucheos de los extraños, como si les pagáramos para eso. Porque no nos olvidemos, somos nosotros los que estamos pagando caro un espectáculo nada gratificante.

La pregunta es si esta estrategia es rentable, y de serlo para quién. Es evidente que para la sociedad en general no lo es, del mismo modo que no lo es para la democracia. No puede ganar la batalla dialéctica, ni cualquier otra quien habla más alto o insulta mejor.

Las elecciones vascas, catalanas y europeas no auguran una rebaja de la tensión, más bien al contrario

Estamos en un momento político y social especialmente delicado con un Gobierno que se ve obligado pactar cada una de sus iniciativa con diferentes, y en la mayor parte de los casos, con escasas o nulas explicaciones sobre lo que va poniendo en marcha.

Mientras tanto la oposición ávida por ocupar el poder más antes que después, utiliza todas las armas de las que dispone, y eso incluye las salidas de tono para lograr el objetivo.

Y en medio, la friolera de tres procesos electorales en poco más de tres meses: los comicios vascos, catalanes y europeos en el horizonte que no auguran una rebaja de la tensión y del tono, sino más bien al contrario, que los decibelios vayan subiendo hasta dejarnos sordos.

Estamos haciendo de situaciones bochornosas algo habitual. Aplaudir y vitorear la mala educación y la falta de respeto es sencillamente, lamentable. Urge recuperar la ética y los valores para cambiar las tornas de una forma de hacer política, absolutamente denigrante e intolerable.

No sé si estos aires nos llegan desde fuera pero por si acaso, conviene cerrar puertas y ventanas. Del insulto siempre queda algo y siempre es malo. Quien pierde las formas, pierde la razón.