Manifestación convocada este miércoles en San Sebastián por UGT y CCOO / JAVIER ETXEZARRETA - EFE

Manifestación convocada este miércoles en San Sebastián por UGT y CCOO / JAVIER ETXEZARRETA - EFE

Opinión

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6 mayo, 2024 05:00

Cayó en miércoles, pero podía haber sido cualquier otro día del año y casi, casi, de cualquier año. Hablamos del 1 de mayo, esa jornada que se celebra como el Día Internacional de los Trabajadores, y que sirve un ejercicio tras otro, para hacer en la calle manifestaciones más o menos multitudinarias en las que se hacen reivindicaciones en favor de los trabajadores.

Este 1 de mayo de 2024 no ha sido diferente respecto a las reivindicaciones, pero sí ha tenido otras connotaciones por el contexto y las circunstancias políticas en las que se ha desarrollado.

Respecto a esto último llama la atención el protagonismo que los sindicatos en Madrid han cedido al Gobierno y sus representantes, que prácticamente han acaparado las intervenciones mediáticas, así como las primeras posiciones en las manifestaciones. Desde allí han hecho valer su compromiso con los trabajadores pero sobre todo, sus argumentos en favor de la necesaria regeneración democrática aclamada por Sánchez. A este argumentario que había sido esgrimido un par de días antes por el Presidente, para decir que no se va y que sigue con más fuerza "si cabe",  también se han sumado los líderes sindicales de las centrales mayoritarias CCOO y UGT, que han hecho suyos los mismos postulados.

No ha sido diferente respecto a las reivindicaciones, pero sí ha tenido otras connotaciones por el contexto y las circunstancias políticas

En cuanto a las reivindicaciones, no hacía falta esperar al primero de mayo para conocerlas: incremento salarial y reducción de horas. El mantra. De hecho el lema ya era de lo más revelador "Por el pleno empleo: menos jornada, mejores salarios". Lo que no cuenta el lema es cómo esa primera premisa, la del pleno empleo, es posible con la fórmula de menos jornada y mejores salarios.

Recurrir a la jornada y a los salarios es ya de un manido que aburre, y hacerlo sin plantear cómo llegar a ello, es un brindis al sol que se encuentra siempre con los mismos obstáculos cuando se plantea en el otro lado, o sea, en las empresas.

La idea es buena y la compra cualquiera. Pleno empleo, maravilloso. Trabajar cuanto menos mejor, genial. Mantener el salario y a ser posible mejorarlo, ideal. Nos apuntamos todos. Y ahora, ¿cómo lo hacemos?. Aquí viene la madre del cordero porque salvo milagro, el planteamiento como aspiración es fantástico, pero hacerlo realidad, una entelequia.  

Lo primero que hay que cuestionarse es si realmente es factible, que manteniendo los salarios y reduciendo la jornada laboral se cree empleo. Y la respuesta es relativamente sencilla, puede que en algunos casos sí, pero mayoritariamente, no. No son muchas las empresas que se puedan permitir hacerlo. Más bien al contrario, mantener los salarios con menos jornada supondría para algunos reducir el empleo. Los hosteleros, por citar un sector,  fueron muy claros al respecto, cuando se abrió la posibilidad de modificar sus horarios de apertura y cierre. 

Lo primero que hay que cuestionarse es si realmente es factible, que manteniendo los salarios y reduciendo la jornada laboral se cree empleo

Y los que pueden hacerlo, seguramente ya lo han hecho, entre otras cosas porque el mercado laboral es cada vez más complejo y la atracción y fidelización del talento se ha convertido en una cuestión capital.

Por cierto, de este asunto entre muchos otros, no se escuchó nada el uno de mayo. Pocas o nulas aportaciones respecto a los retos a los que se enfrenta a día de hoy, en el 2024 nuestro mercado laboral, especialmente tensionado por la competencia, la situación geopolítica o como decíamos, la falta de trabajadores cada vez más preocupante, para cubrir determinados perfiles profesionales.

Otro ejercicio interesante sobre todo, por aquello de predicar con el ejemplo, sería  aclarar si cuando se reivindican la reducción de la jornada y el incremento salarial, se incluye también a la administración pública, donde la tensión es cada vez mayor. En Euskadi sin ir más lejos en los últimos meses, la conflictividad laboral es bastante más acusada entre los trabajadores públicos que en el resto.

En definitiva, otro 1 de mayo en el que nos recuerdan viejos eslóganes pero pocas ideas nuevas. Un primero de mayo donde la novedad ha estado mucho más marcada en el ámbito político que en el laboral. Una oportunidad perdida para plantear nuevos diagnósticos, nuevas fórmulas y mejores y más innovadoras soluciones.

Más de lo mismo con un envoltorio político diferente y más tensionado.