Renovables sí, pero no tanto
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Es ya un clásico. Cada vez que surge un proyecto de energía renovable, alguien le encuentra pegas de distinta índole, pero pegas.
Y claro, las tiene. Son poco discutibles. Peros, que más antes que después, se convierten en protestas y manifestaciones. Todo esto, mientras quien más quien menos, saca pecho a la hora de defender la necesaria transformación energética, y las bondades de las renovables, frente a otras fuentes de energía tradicionales, más contaminantes. Otra demostración clara de nuestro permanente espíritu de la contradicción.
Parece que esto de las renovables está muy bien, hasta que nos toca de cerca, y entonces ya no nos hace tanta gracia, ni nos parece tan positivo. Porque es cierto, en esa apuesta por energías alternativas, también hay que pagar un precio que no es sólo monetario sino de otra índole: medio ambiental, de cambios de actividad, paisajísticos…
Pero la pregunta es ¿qué queremos?. Si nos atenemos a la experiencia y la problemática que surge en cuanto se pone un proyecto de renovables encima de la mesa, parece que lo que de verdad nos encaja es la energía renovable, pero sin que nos genere a nosotros ningún tipo de afección, o lo que es lo mismo, que nos la traigan de fuera. De hecho, cuanto más alejado este su producción de nuestro entono, mejor. Vamos, que los problemas se los queden otros.
Ese modelo de renovable externa, tiene muchísimas pegas. Por empezar por la fundamental, la pandemia nos ha demostrado y lo hemos pagado muy, muy caro, que depender de otros en materia de energía, es un lastre, que pasa factura antes o después. Solo hay que recordar los problemas y la carestía energética que ha supuesto la guerra entre Rusia y Ucrania. La dependencia de Europa del gas ruso, en muchos países, como único proveedor, disparó las alarmas al proponerse y llevarse a cabo sanciones de Europa a Rusia, alarmas que tenían su razón de ser, puesto que la peor profecía se cumplía y la energía pasó a ser un artículo de lujo.
El peaje lo hemos pagado entre todos, y aquí nosotros no hemos sido los más damnificados, porque teníamos otros proveedores. El ejemplo en todo caso, es perfectamente válido, para poner de manifiesto que cuando más autónomos seamos en materia de energía, de mejor forma podremos afrontar cualquier tipo de crisis.
O lo que es lo mismo, parece que conviene asumir los costes de las renovables para poder autoabastecernos, por si vienen mal dadas.
Otro de los problemas que han aparecido con la proliferación de las renovables y la
apuesta por la transición energética, es la especulación. Esto sin duda, se habría evitado si se hubiera trabajado con previsión sobre cual debe ser el modelo energético más óptimo, del que queremos dotarnos y cómo lo ponemos en marcha. Ahora es cierto, que muchos agricultores y ganaderos se ven tentados a vender sus terrenos por precios absolutamente jugosos, lo cual pone en peligro el sector primario, que dicho sea de paso ha dejado de ser atractivo para las nuevas generaciones por el esfuerzo que supone y la escasa rentabilidad que genera. No estaría mal buscar cómo incentivar la agricultura y la ganadería para fomentar vocaciones en una actividad que es absolutamente esencial.
No podemos olvidar tampoco la importancia que para la industria tiene el capítulo energético. El actual modelo viene lastrando la competitividad industrial desde hace demasiados años. Las empresas industriales llevan pagando un sobrecoste energético por un modelo que les viene impuesto, que para muchos es inasumible. Mucho más en los momentos de crisis como los que se han vivido en los últimos años, y cuyo resultado ha sido que consumir se convirtiera en un deporte peligroso, tanto para empresas como para pequeños consumidores.
Es el momento de darle la vuelta a eso y en paralelo, seguir manteniendo los compromisos en materia de sostenibilidad.
Y vamos tarde, para algunos tanto que ya no disponen de empresa. Y vamos aún más tarde si pensamos en nuestro futuro y en el de las generaciones venideras. Tan tarde que hay cosas que ya son irreversibles, así que no podemos perdernos en discusiones y cuestionamientos permanentes. Hay que decidir en qué lado de esta historia queremos estar, y asumir las consecuencias tanto de una decisión como de la contraria.
Y a partir de ahí ordenar y buscar el equilibrio. Entre el blanco y el negro siempre hay grises.