¿Y eso de dar días a los gobiernos?
Hace poco se cumplieron los primeros cien días del nuevo gobierno de Imanol Pradales. Un momento que adquirió más relevancia de lo habitual, ya que el líder de la oposición, Pello Otxandiano, le concedió este margen: serían cien días de cortesía, y luego, ya se verá.
En ese momento comenzaba una cuenta atrás, pues bien, ya ha llegado a cero. Y en este momento a mi se me han venido un par de preguntas a la cabeza: ¿Cuándo y dónde empezó esta costumbre de dar cien días a los ejecutivos? ¿Se puede hacer algo en cien días en la política moderna?
Hay que remontarse unos años atrás, desde la presidencia de Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos, los "primeros cien días" se han convertido en una especie de plazo informal para evaluar el desempeño de cualquier nuevo liderazgo. En su momento, Roosevelt puso en marcha una serie de reformas inmediatas y urgentes para paliar los efectos devastadores de la Gran Depresión, lo que convirtió esos primeros meses en un periodo decisivo, casi mítico de la política.
Desde entonces, la política mundial ha adoptado este plazo como un baremo de juicio. Como si dar cien días fuera suficiente para que un líder ponga sobre la mesa todas sus cartas y demuestre si tiene lo necesario para guiar a su país o región hacia el futuro. Pero, ¿realmente es así? ¿Es este periodo justo para hacer una evaluación sólida? Yo creo que no.
En el caso de Pradales, como en otros gobiernos, esos primeros días se llenan de gestos simbólicos, decisiones tácticas y promesas que buscan dibujar el perfil del nuevo liderazgo. Os sonará eso que venimos escuchando estos meses de que “Pradales parece que hará las cosas de manera diferente”, “ha cambiado el estilo”... Pero también es cierto que la maquinaria política no siempre avanza tan rápido como desearíamos. El tiempo dirá si la cosecha será buena o no.
Como en todo gobierno, lo importante no es cómo empieza, sino cómo maneja las crisis, las oportunidades y, sobre todo, el largo camino por delante
Curiosamente, aunque no tengamos una tradición formal de los "cien días" en la cultura vasca, hay ciertos ecos de este concepto en nuestros procesos sociales y comunitarios. En los antiguos gremios y comunidades rurales, el inicio de una estación, especialmente la primavera, se observaba con atención. Era el momento de sembrar y esperar, pero también de evaluar si el trabajo inicial auguraba una buena cosecha. Y aunque era un periodo clave, sabían que los resultados dependían de lo que vendría después: el cuidado, el esfuerzo sostenido y, claro, la impredecibilidad del clima.
Así que, si bien los cien días de Pradales pueden ofrecernos pistas sobre su estilo de liderazgo, sobre sus prioridades o su capacidad para reaccionar a las demandas inmediatas, es solo el inicio. Y como en todo gobierno, lo importante no es cómo empieza, sino cómo maneja las crisis, las oportunidades y, sobre todo, el largo camino por delante.
Ahora que la primera fase está completa, la verdadera prueba comienza. Más allá del simbolismo, será el tiempo y las decisiones futuras las que nos dirán si esos cien días fueron solo un gesto o si realmente marcaron la diferencia.